Sáb 19.06.2004

ECONOMíA  › CRITICO ESCENARIO SOCIO-LABORAL

Ingresos y trabajo

› Por Claudio Scaletta

La baja recuperación del empleo, de apenas el 0,1 por ciento en el último trimestre, que no fue caída por el contrapeso de la mejora en los partidos del conurbano bonaerense, continuó generando los previsibles contrapuntos políticos. El Gobierno forzó al límite las estadísticas y algunos analistas destacaron las evidentes debilidades en la evolución de los indicadores. Bajo esta disputa sigue manteniéndose una realidad dramática para, como mínimo, 4 de cada 10 argentinos. Si a ello se suman las bajísimas remuneraciones propias de un mercado de trabajo con altos niveles de subocupación y desocupación abierta, el problema es para un piso del 60 por ciento de la población. En este contexto, comienza a ser evidente que los actuales niveles de crecimiento del Producto no garantizan, al menos en el mediano plazo, la salida de una desocupación de dos dígitos.
Tanto en materia de evolución del Producto Interno Bruto (PIB) como del empleo, la actual administración gozó durante el 2003 del beneficio de la salida de la crisis, cuando tras el pico depresivo los indicadores regresan a sus niveles más normales o, si se quiere, “estructurales”. En términos estadísticos se trata de una situación similar a la de los primeros años de la convertibilidad, cuando los indicadores se acomodaban tras el desplome de la hiperinflación.
Desde el Ministerio de Trabajo atribuyeron el freno en la creación de empleo del primer trimestre a cuestiones estacionales. El aumento del empleo tiene relación directa con el crecimiento del PIB. Y en cifras brutas, sin considerar la desestacionalización, el PIB no subió en el primer trimestre sino que cayó. La diferencia es que el desempleo no está desestacionalizado. Esta situación, comparar dos indicadores elaborados de distinta manera, puede llevar a la errónea conclusión de que el Producto crece y el empleo no.
Por esta misma relación entre el PIB y el crecimiento del empleo es probable que en el trimestre en curso las cosas resulten peor. Ello se debe a que algunos sectores que fueron dinámicos en la absorción de mano de obra durante el 2003, como, por ejemplo, la industria textil y la construcción, comenzaron a mostrar signos de agotamiento en su expansión. Uno de los únicos centros urbanos de más de 500 mil habitantes donde el desempleo no aumentó fue el Gran Buenos Aires. Como fuera citado, ello evitó que el desempleo muestre un aumento. Esta situación fue explicada en gran parte por el auge de la construcción. Sin embargo, el tipo de obras que se realizan son fundamentalmente reformas o viviendas para sectores de ingresos medios para arriba, que tras el colapso del sistema financiero regresaron a la construcción como reserva de valor. Este ciclo muestra hoy señales de agotamiento, situación acompañada por aumentos especulativos en el precio de los insumos. Lo mismo sucede con la industria textil. Aquí, la expansión se produjo sobre la base de la reutilización de la capacidad instalada, en un marco de regresión técnica, y aprovechando la porción de mercado que dejaba libre el encarecimiento de las importaciones. Este proceso también está llegando a su fin. En otras palabras, dos de los principales sectores dinámicos en la generación de empleo amenazan con dejar de serlo. Los otros dos, Restaurantes y Hoteles y Comercio, muestran un comportamiento dispar, con una coyuntura favorable para el primero por el turismo.
La cuestión no pasa entonces por la discusión del crecimiento del empleo por cada punto de crecimiento del producto (elasticidad empleo/Producto; del 0,75 el último año), sino porque la evolución actual y prevista del PIB no alcanza para salir del desempleo de dos dígitos. A la vez, la elevada informalidad contribuye a mantener deprimido el salario de la mayor parte de la población, con lo que la distribución regresiva del ingreso característica de la década del 90 no está en vías de revertirse.
Las cifras esgrimidas desde el campo sindical son que alrededor del 20 por ciento de la población ocupada tienen ingresos de 300 pesos o menos,un valor en torno al límite de la canasta de indigencia. Cuando se habla de expansión de la economía basada en el crecimiento del consumo es claro que no se está incluyendo a gran parte de la población.
Por último, el actual contexto pone de relieve, una vez más, la inexistencia de relación causa efecto entre la baja del costo laboral, evidente tras la devaluación, y la creación de empleo.

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