ECONOMíA
› CHIARADIA, SUCESOR DE REDRADO EN CANCILLERIA
Un negociador “multipolar”
› Por Cledis Candelaresi
Al margen de cómo se resuelva la pulseada electoral entre George Bush y John Kerry, Argentina no está muy dispuesta a vigorizar las discusiones por el ALCA, una iniciativa del candidato republicano pero que no dejará de sostener su rival demócrata. Esta estrategia local, hermanada a la de Brasil, fue esbozada ayer por Alfredo Chiaradía, flamante sucesor de Martín Redrado en la Cancillería, quien no oculta su preferencia por lo que en la jerga de las negociaciones económicas internacionales se llama “multilateralismo”, priorizando los acuerdos en el amplio ámbito de la Organización Mundial de Comercio.
Justamente, Chiaradía dejó en Ginebra su puesto como representante argentino ante la OMC para ocupar la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales que dejó vacante el actual presidente del Banco Central. Su formación técnica en este rubro y el perfil poco mediático lo distinguen de éste, cuya política de “negociación multipolar”, sin embargo, seguirá vigente: Argentina continuará negociando con los Estados Unidos pero sin descuidar, por ejemplo, el acuerdo con la Unión Europea, aunque este bloque también pretenda la hegemonía comercial en la región. “No concibo otro camino”, opinó el embajador, ahora en Buenos Aires.
El ALCA está en una especie de parate que no desvela demasiado a Buenos Aires. Las discusiones para integrar esa zona de libre comercio continental liderada por Washington sólo se hacen desde la plataforma del Mercosur y, según destacó el nuevo secretario, los cuatro socios aún no se reunieron para afinar una posición común definitiva. Saben que las cosas no serán fáciles, en particular porque los propios promotores ya demostraron ser los primeros proteccionistas, incluso con un gobierno supuestamente más liberal como el de Bush: según tiene presente Chiaradía, durante su gestión se votó la ley agrícola que reforzó los subsidios al agro.
La actual prioridad del bloque sureño es cerrar un acuerdo de librecomercio con la Unión Europea, más amplio en contenido, pero con propuestas hasta ahora poco seductoras para el Mercosur. A los ojos argentinos, las cuotas ofrecidas para el ingreso de la carne vacuna son tan magras como inaceptable la pretensión de extender la “denominación de origen” a otros productos que no sean el vino y el champagne, lo que obligaría a renominar muchos productos argentinos con buenas chances en el mercado internacional. Los lácteos, entre otros. “Después de ocho años no vamos a firmar un acuerdo pobre, que no ayude a cambiar el perfil productivo del país a treinta años”, advirtió ayer el canciller Rafael Bielsa.
Los europeos, por su parte, siguen esperando garantías para que sus inversiones en cualquier rubro tengan un “trato nacional irrestricto”, afán especialmente dirigido a Brasil, que tiene una legislación más nacionalista que la Argentina. Aun así, si el pedido europeo se acatara a pie juntillas, Argentina debería hasta liberar a las privatizadas de la obligación de priorizar a los proveedores nacionales.