ECONOMíA
Las reservas pasaron los 20.000 millones y ahora, a cuidarse
La política de absorción de dólares e inyección de pesos por parte del Banco Central arrojó una fuerte acumulación de divisas, que ahora la autoridad monetaria deberá cuidar que no se transforme en presiones inflacionarias.
› Por Claudio Scaletta
Las reservas internacionales del Banco Central llegaron ayer a los 20.056 millones de dólares y se encuentran en los mismos niveles que a mediados de 2001, antes de la segunda fase de la fuga de capitales registrada durante ese año. La rápida acumulación de divisas en manos de la autoridad monetaria respondió tanto al superávit comercial como a la férrea voluntad del Gobierno de sostener el tipo de cambio. A la vez, la estrategia sirvió para inyectar circulante en una economía en crecimiento que, tras la crisis, había quedado con una baja monetización. A futuro, los límites de este “círculo virtuoso” estarán en la continuidad de la reducción del superávit externo y en las presiones a la revaluación del peso provocadas, paradójicamente, por la existencia misma de esta significativa masa de dólares. Otro límite no menor, clave en 2005, será la reducción de la capacidad de la economía para absorber pesos por el menor crecimiento y, consecuentemente, la posibilidad cierta de inflación monetaria. Cualesquiera sean las perspectivas futuras y aunque los escenarios de corridas aparecen conjurados, las elevadas reservas constituyen una garantía tanto para sostener la autonomía de la política monetaria, como para contrarrestar las movidas especulativas de los mercados financieros.
La apuesta del Gobierno al mantenimiento de la paridad peso/dólar cerca de los tres pesos, en última instancia la apuesta para sostener la competitividad externa de la economía argentina provocó un aumento record de las reservas. En 2004 sumaron 5527 millones de dólares. Uno de los resultados de las continuas compras de divisas, que sólo en diciembre último rondaron los 2000 millones, fue una leve devaluación del 0,4 por ciento. Vale destacar que esta devaluación se produjo contra una moneda, el dólar, que en el último año perdió un 10 por ciento de su valor versus el euro.
Sin embargo, la verdadera medida de la competitividad del tipo de cambio está dada por la comparación con respecto a la evolución de las monedas de los principales socios comerciales. Con este fin, el Banco Central construye el Indice de Tipo de Cambio Real Multilateral que, dadas las revaluaciones del real y del euro, registró una devaluación del peso del 4,5 por ciento. En otras palabras, la estrategia de aumentar reservas para mantener la paridad con el dólar tuvo un resultado mejor del esperado.
Para los analistas ortodoxos, el análisis se detendría aquí. Sin embargo, existen algunos indicadores de la economía real que impiden el optimismo. Durante 2004, las exportaciones crecieron el 17 por ciento, pero de este total sólo el 4 por ciento respondió al aumento en cantidades. En otras palabras, la mayor competitividad que habilita la devaluación del tipo de cambio tarda en llegar a las empresas.
Por otra parte, el aumento más que proporcional de las importaciones presenta un horizonte de reducción del superávit comercial. Pero no es aquí donde reside el verdadero problema que puede afectar a la economía durante 2005, sino en la contrapartida de la adquisición de dólares en el mercado: la inyección de pesos que puede provocar inflación monetaria. Una inflación que, a su vez, podría también potenciarse por la estructura oligopólica de formación de precios de la economía local. Si esto sucede, la tarea del Banco Central será ardua. Puede augurarse que una de las contradicciones básicas del 2005 en materia macroeconómica será la revaluación del peso versus el aumento de la inflación.
Un factor extra estará dado por el aumento de pagos al exterior que acarreará la salida del default. Si una parte de los dólares se obtiene a través de compras en el mercado, se estará frente a un nuevo factor de monetización e inflación.
A la inflación puede contribuir también otro factor ausente en los últimos años. Si, como se proyecta, la salida del default provoca una rápida reaparición del crédito, ello será una fuente extra de expansión de la base monetaria y otro problema a tener en cuenta por el Banco Central al momento de controlar la inflación.