ECONOMíA
“Aguas hace sólo mantenimiento y esto es parte de su estrategia”
Carlos Vilas representa al Gobierno en el ente que regula las obras y servicios sanitarios. Participa directamente en las duras negociaciones con Aguas Argentinas. Acusa pero concede: “Aquí, el agua no es negocio”.
› Por Cledis Candelaresi
Podría decirse que Carlos Vilas, flamante presidente del Ente Tripartito de Obras y Servicios Sanitarios, expresa la visión de Néstor Kirchner en un órgano compartido con la provincia y la ciudad de Buenos Aires. El Etoss no interviene de modo directo en la renegociación del contrato de Aguas Argentinas, pero fiscaliza su cumplimiento y provee información técnica para que Planificación y Economía decidan qué y cómo hacer. Quizá por el carácter de virtual delegado presidencial, sorprende la franqueza con que este especialista en políticas públicas reconoce ideas que difícilmente el Presidente expresaría. Según el funcionario, con la tarifa actual no es posible mejorar el servicio, mucho menos expandirlo. “El agua no es negocio”, sentencia, abonando el terreno para explicar por qué es inevitable que la red termine desarrollándose con recursos públicos.
–¿Hay acuerdo inminente entre el Estado y Aguas Argentinas?
–No. La negociación sigue y está básicamente centrada en las inversiones, la participación del Estado y la definición de los activos regulatorios, es decir, el valor de los bienes de la empresa. Al fin de la concesión, la infraestructura básica volverá al Estado, que es el concedente. Pero lo que aportó la empresa, en particular en el último quinquenio, habría que pagárselo. Sobre esto hay que ponerse de acuerdo y no es una cosa sencilla. También se discute cómo Aguas Argentinas trabaja para alcanzar sustentabilidad económico-financiera, ya que se encuentra en virtual estado de quiebra. Tenía una deuda excesivamente alta antes de la devaluación y antes del corralito. Luego, obviamente, empeoró.
–¿La banca pública asistiría a la empresa con un crédito blando?
–Eso lo viene solicitando. Pero si va a tener o no éxito es algo que escapa al Etoss. Yo veo muy difícil que el Gobierno lo acepte. Lo que escapa a toda duda es que la empresa necesita fortalecerse financieramente y que una inyección de capital le es imprescindible.
–¿Y hay posibilidades de que lo reciba por la vía de un nuevo socio? Hubo negociaciones con Techint, Roggio y Werthein pero sin éxito...
–Esa es una línea de trabajo. Pero es muy difícil conseguir socio para una empresa que no es viable económicamente. Aguas es vulnerable porque necesita plata, pero no la consigue por esa vulnerabilidad.
–¿Cómo se rompe el círculo sin un ajuste de tarifas?
–El aporte de un tercer socio puede ser una vía. Otra es que haya fondos del Estado nacional afectados a obras específicas. Pero éstas son decisiones que tienen que tomarse de a dos. Como el tango. Hay una negociación en curso donde es evidente la buena voluntad del Estado de no tensar las cosas. Como impresión personal, creo que Aguas Argentinas tiene un estilo de “todo o nada”. O me dan todo lo que quiero o me llevo la pelota. Ahí el que realmente puede perder es Suez, porque si la imagen de la empresa no salió inmaculada después del fiasco de Bolivia y otras naciones, un fracaso en la Argentina la puede afectar todavía más. Entonces, uno tiene siempre que separar en estos procesos las cosas que se dicen para el público y las que se conversan en una mesa de negociación.
–Pero la empresa dice lo contrario: que el Gobierno dilata las definiciones y hasta que tiene una especie de animadversión hacia ella.
–Si la hubiera, hace rato que hubiéramos rescindido el contrato por incumplimientos. En un informe técnico que el Etoss hizo a la Uniren en 2003 ya quedó claro. El problema es que hay sectores de la población que hace años deberían tener el servicio y por la morosidad de la empresa siguen esperando. Entiendo que hay una falta de estímulo para que Aguas haga obras de expansión, que posiblemente no le resulten rentables. Pero por esto hay sectores que siguen condenados a la pobreza extrema.
–¿Y cómo se proporciona el estímulo que falta?
–La opción es que la empresa garantice las inversiones y, luego, hablamos de la tarifa. Hoy existe un esquema de subsidios cruzados, por el cual la empresa les cobra a todos los usuarios un 7,5 por ciento para financiar obras de expansión hacia clientes que no podrían pagar la conexión. Ese dinero va al fondo fiduciario y permite un hecho de justicia. Fue un atajo. Pero la puja está en qué se resuelve primero: tarifa u obras.
–¿No es lo mismo? Parece una utopía pensar en que se diseñará un plan de obras sin una tarifa que garantice los fondos.
–No es lo mismo cualquier orden porque hay memoria institucional. La experiencia indica que Aguas tuvo autorizaciones para cobrar aumentos a condición de hacer inversiones que finalmente no hizo.
–¿Entonces?
–En este país no hay tarifa accesible que financie las obras que hay que hacer. O al dinero lo ponen los accionistas o terceros. Pero hasta ahora Aguas no tuvo éxito en esa búsqueda, a pesar de que el Gobierno facilitó reuniones con interesados. El agua no es negocio. Puede serlo en París, donde se puede cobrar otro precio. Pero llevar el servicio al conurbano no es negocio. La otra fuente posible es el Estado, a través de un sistema fideicomitido, que se está analizando. Pero los recursos que hoy vienen de la tarifa son poco compatibles con una empresa que quiera mejorar.
–¿Los incumplimientos no ocurrieron también con el consentimiento de los gobiernos, de los reguladores?
–Sí. Pero eso se acabó.
–Hay informes de la Auditoría General de la Nación que no sólo marcan faltas de la empresa sino también falencias del Etoss, que se las admitió.
–Quizás el órgano de control le sacó tarjeta amarilla cuando debería haberle sacado roja. También es cierto que los organismos de control se toman cierto tiempo: en el 2003, el Etoss recién empezaba a analizar informes de años anteriores. También hubo tolerancia cómplice de administraciones anteriores y a veces el Estado se prestó a las cuasi extorsiones empresarias de que se le daban ventajas o se interrumpía el servicio.
–¿Hoy no se le pide la rescisión del contrato por temor a quedar sin quien presta el servicio?
–Lo que pasa es que se está apostando a la negociación pendiente.
–¿El Estado estaría en condiciones de hacerse cargo de la prestación si Suez abandonara el servicio?
–Supongo que sí. Hay muchos empleados con gran experiencia desde que existía Obras Sanitarias. Pero no es una hipótesis en la que se esté trabajando, aunque tampoco hay que descartarla rotundamente.
–¿Cuál es el principal problema de la concesión actual?
–La falta de inversiones, que van en detrimento de la calidad del servicio. La propia empresa lo advierte y nuestros informes técnicos lo avalan. Hay un comportamiento moroso. Hace sólo el mantenimiento básico y esto forma parte de su estrategia de negociación. Aun así, no veo que esté en peligro el servicio. Pero es parte de su estrategia presentar ante la opinión pública una situación cuasi catastrófica para forzar al Estado a tomar decisiones. Es como las peleas de Titanes en el ring, en las que se amenazaban con arrancar los ojos y las orejas, algo que finalmente no pasaba.