La llamada burguesía nacional controla menos del 20 por ciento del valor agregado por las mil principales empresas del país, contra alrededor del 50 por ciento que dominaba en 1993. Este proceso, concomitante a la concentración económica y la expulsión de mano de obra, pone en primer plano la nueva supremacía de las empresas transnacionales en la regulación de la economía argentina. La información surge de los primeros resultados del Operativo Especial a Grandes Empresas 2004/2005 dado a conocer días atrás por el Indec.
Además del 80 por ciento del valor agregado de las mil firmas más importantes, de las que están excluidas los bancos y las explotaciones agropecuarias, el capital extranjero controla el 76 por ciento del valor de la producción, pero sólo genera el 42 por ciento de los puestos de trabajo del panel, estadística que indica que cuando mayor es la capacidad productiva de las firmas, menor es su efecto multiplicados sobre el empleo. La peor situación es la de las actividades mineras, que representa el 27 por ciento del producto, pero sólo el 3 por ciento del empleo. En el otro extremo, pero con una gran heterogeneidad en su composición, se encuentra la industria manufacturera, que genera el 43 por ciento del producto y el 49 por ciento de los puestos de trabajo.
La extranjerización fue acompañada también por concentración económica. Las mil empresas más grandes representaron en el 2003 el 26 por ciento del valor agregado total del país, mientras que en 1993 sólo llegaban al 17 por ciento, un crecimiento durante el período de más del 50 por ciento. Previsiblemente, esta concentración se agudiza hacia la cima de la pirámide. Dentro de las mil, las primeras 200 explican el 77 por ciento del valor agregado (bruto a precios básicos), el 62 por ciento de los salarios y el 55 de los puestos de trabajo.
Durante la década del ’90 se sostuvo que el capital extranjero ingresaba al país para aprovechar los nichos de alta rentabilidad habilitados por las privatizaciones, en especial en el sector de servicios públicos. La información recopilada por el Indec, que forma parte del Censo Económico 2004/2005 todavía en procesamiento, destaca que los fondos del exterior se instalaron prácticamente en todas las ramas dinámicas de la economía local, en especial en aquellas con ventajas competitivas a mediano y largo plazo, como la industria alimentaria, pero también, como señala el economista Martín Hourest, en los sectores proveedores de insumos para estas ramas dinámicas, como la industria semillera y de agroquímicos, y servicios clave como el comercio.
Otro dato es que el capital extranjero ya no es solamente el de las principales multinacionales de los países centrales sino también el de los grupos limítrofes emergentes. El sector comercial es uno de los ejemplos. Aquí, el capital extranjero no sólo controla mayoritariamente el comercio exterior tradicional, cereales y oleaginosas, sino también las grandes cadenas minoristas. Junto a los capitales franceses de Carrefour, dueños entre otras firmas de la cadena Norte, están los chilenos de Cencosud, propietarios de Jumbo, Disco y Plaza Vea. En prácticamente todos los casos, la propiedad extranjera está asociada a procesos de concentración y a una menor generación de empleo por unidad de producto.
Un sector paradigmático en materia de extranjerización fue el energético. Tras la venta de YPF a la española Repsol, el proceso se completó, ya a partir de la devaluación, con el ingreso de Petrobras.
En el cuadro de la nueva propiedad de las principales firmas juega también un rol importante el capital financiero a través de los fondos de inversión, incluso los controlados por actores locales, como en el caso del cambio de manos de algunas privatizadas. Tal es el caso de los grupos Mindlin en electricidad y Werthein en telecomunicaciones.