Vie 17.02.2006

ECONOMíA  › OPINION

De ricos y pobres asalariados

› Por Maximiliano Montenegro

Hay algunos datos que sirven para poner en contexto la actual discusión por la suba del mínimo no imponible de Ganancias para los trabajadores en relación de dependencia, la llamada cuarta categoría.

Según los últimos registros del Indec, hay en la Argentina 11 millones de trabajadores asalariados. De ese total, unos 5,8 millones están en blanco y otros 5,2 millones, en negro. A uno y otro universo de trabajadores los separa un abismo. Alguien que se desempeña en el sector informal no posee aportes previsionales, ni acceso a una obra social y difícilmente cobre vacaciones, horas extras u otros beneficios que perciben los trabajadores formales.

Mientras los blanqueados cuentan con una representación sindical que en los últimos tiempos se hizo escuchar, los otros no tienen quién los defienda. Desde la devaluación, el salario real de los trabajadores formales aumentó un 8 por ciento (es decir que, en promedio, los sueldos superaron en ese porcentaje a la inflación, que fue del 75 por ciento). En cambio, el poder de compra de los asalariados precarios cayó en un 25 por ciento.

Pero basta mirar las remuneraciones promedio de uno y otro grupo para terminar de entender el asunto: mientras los empleados en blanco cobran en promedio 978 pesos mensuales, los informales apenas llegan a los 363 pesos, un nivel de ingresos por debajo de la línea de indigencia.

Sin embargo, el lector ya habrá notado que en ambos casos se está muy lejos del piso a partir del cual los trabajadores en relación de dependencia deben tributar Ganancias: 1835 pesos para un empleado soltero y 2235 pesos para uno casado con dos hijos.

¿Cuántos son los trabajadores que se han visto perjudicados por la inmovilidad de ese piso durante el proceso inflacionario? Según los cálculos que manejan en la AFIP, hay unos 230.000 asalariados que antes de la devaluación no pagaban Ganancias y que empezaron a tributar en los últimos años como consecuencia del aumento de sus salarios nominales, aunque hayan perdido poder de compra frente a la inflación. En Gobierno, en base a la Encuesta de Hogares del Indec, dicen que son todavía menos. Como sea, representan sólo el 4 por ciento del total de trabajadores en blanco y apenas el 2 por ciento del total de asalariados.

¿Por qué entonces tanto conflicto y repercusión en la opinión pública? Primero, porque son un selecto grupo de trabajadores con fuerte representación sindical. Segundo, porque esa “aristocracia trabajadora” sabe llegar a la opinión pública. Tercero, porque el reclamo es absolutamente justo. Pero no habría que olvidarse del resto. De los cinco millones de sumergidos en el agujero de la informalidad y de los otros cinco millones que, en blanco, apenas flotan sobre la línea de pobreza.

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