ECONOMíA › AGENTES FISCALES ENCUBIERTOS, TERROR DE COMERCIANTES EVASORES
Llegan, consumen y pagan como cualquiera, pero si no reciben el ticket labran multas o clausuras. Son 72 y serán más. Los sufrieron bares famosos. Balance a cinco meses de su aparición.
› Por David Cufré
Los agentes se encontraron en la esquina, frente al café. A esa hora, el mediodía de un jueves, Callao y Rivadavia estaba en plena actividad. Se saludaron con un beso y entraron. No tenían que hacer nada especial, sólo conversar como cualquier otra pareja, mientras en la mesita se iban acumulando platos, platitos, vasos y tasas. ¿Y tickets? Siguieron charlando, hasta que uno de ellos sugirió que ya era hora. Llamaron al mozo. “La cuenta, por favor.” “Cuarenta y nueve pesos”, les cobró. Dejaron la propina y salieron de Plaza del Carmen. Esperaron unos segundos, como les explicaron en la agencia. No pasó nada. Nadie los llamó para decirles que se habían olvidado la factura. Entonces volvieron a entrar, encararon al mozo y sacaron sus credenciales.
La fuerte polémica que precedió a la aparición de los agentes fiscales encubiertos desapareció de los medios. La AFIP tampoco hace campaña para amedrentar con su existencia, pero están ahí, dando vueltas desde el verano. En la Capital Federal y el conurbano bonaerense son 42, 23 hombres y 19 mujeres. Hay otros 30 repartidos entre Córdoba y Mendoza. Durante las vacaciones y Semana Santa, algunos de ellos se hicieron escapadas a la costa y a los principales centros turísticos. Fueron seleccionados especialmente del cuerpo de inspectores de la DGI, en función de sus antecedentes y por sugerencia de sus superiores, según destacan en el organismo recaudador. También dicen que seguirán las incorporaciones hasta cubrir todo el país.
La AFIP se resiste a llamarlos agentes encubiertos porque esa denominación los emparienta a los espías de la SIDE, a actividades turbias, poco claras. Prefieren un término más aséptico como el de agentes fedatarios. Fedatario es porque da fe, porque estuvo en el lugar y comprobó el cumplimiento o incumplimiento de las normas tributarias. La aparición de este cuerpo de inspectores fue avalada por el Congreso en la segunda mitad del año pasado, no sin un gran debate y con correcciones al proyecto original para diluir sus atribuciones. Su función es visitar comercios denunciados de no entregar facturas por los propios vecinos y constatar si es cierto. Lo hacen siempre de a dos, con una orden previa de un juez administrativo de la AFIP: consumen como cualquier particular, pagan como cualquiera y esperan el momento crítico del ticket.
Desde enero a la fecha se realizaron 53 inspecciones en Capital Federal. En 31 casos se detectaron infracciones fiscales. La AFIP les impuso multas a todos y a cinco de ellos además les dictó la clausura, la sanción más dura. Quince de los castigados apelaron ante la Justicia y sus causas están en trámite. Spell Café, de Puerto Madero, también fue a Tribunales: rechazó la multa de 4500 pesos y la clausura de su local por una semana. Su caso se tornó especial porque dio lugar a la primera respuesta de la Justicia ante un planteo de inconstitucionalidad de la figura del agente fedatario. El Juzgado en lo Penal Económico Número 2 lo rechazó y, además, ratificó las sanciones fijadas por el organismo recaudador.
El caso relatado al comienzo del local de Callao y Rivadavia de la famosa cadena de restaurantes Plaza del Carmen motivó un segundo fallo contrario a un reclamo de inconstitucionalidad. Lo que pasó aquel mediodía en el bar es algo muy común en la actividad gastronómica: el mozo llevaba a la mesa de los agentes lo que se denomina comanda, un ticket no fiscal que sólo registra el consumo y su precio. Pero una vez que el cliente paga, el mozo debe darle un ticket definitivo, esta vez fiscal, con el total de la cuenta. Y esto no ocurrió. El mozo sólo hizo la suma de las comandas y les cobró los 49 pesos.
Argentina no se caracteriza por el compromiso de sus ciudadanos con el pago de impuestos. No es una pasión en ningún país, pero aquí menos que en otros. Sin embargo, los fedatarios surgieron en respuesta a una demanda de los propios contribuyentes. La AFIP recibe por año unas 15.000 denuncias de consumidores indignados porque no les dan la factura. Hasta la creación de la figura de estos agentes, el organismo recaudador no tenía una forma eficiente de dar respuesta a esos reclamos. Allí afirman que su intención no es hacer una cacería, sino generar percepción de riesgo entre los comerciantes. Por eso eligen negocios que de por sí son una vidriera.
El total de inspecciones hasta la fecha en todo el país –contando las de Capital Federal– son 123, con 90 infractores y 33 comercios en situación regular. Ya se efectivizaron 22 clausuras y otras 20 está en trámite judicial. Los castigos no es aplican cuando los agentes se presentan en los negocios. En esa oportunidad sólo se labra un acta en caso de detectarse un incumplimiento. Lleva de dos meses a un año e incluso más (si el empresario apela) hasta que las sanciones se hacen efectivas. Por esta razón, en la AFIP cuentan que en la mayoría de los casos los comerciantes reaccionaron tranquilos.
La AFIP está enviando a sus inspectores fedatarios a los comercios con mayor cantidad de denuncias en su contra o con antecedentes de malos pagadores de impuestos. También a los que son más reconocidos, por el impacto que produce en el público. El organismo recibe los reclamos en el teléfono gratuito 0800-999-2347. El 80 por ciento de las visitas de los agentes fueron a bares y restaurantes, aunque también pasaron por negocios de ropa y calzado, panaderías, playas de estacionamiento, heladerías y librerías, entre otros. La excusa más habitual de los infractores es: “Usted no me pidió la factura”. Pero con eso no hacen más que condenarse.
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