ECONOMíA › OPINION
› Por Marcelo Zlotogwiazda
A Derek Loh no le fue nada mal en la vida, con sus 46 años y dueño de una próspera empresa en el rubro repostería. Pero nunca como en estos días ganó dinero tan fácil, alquilando su Mercedes Benz a razón de 350 dólares por día. Y todo gracias a que la enorme afluencia de banqueros, ministros, burócratas que se dieron cita en Singapur para la cumbre anual del Fondo Monetario Internacional generó una gran demanda de autos de lujo y una extraordinaria oportunidad para que gente como Derek Loh respondiera a los avisos que se publicaron de urgencia y alquilara su auto alemán a tarifa descomunal.
Equivocado quien piense que la situación obedeció a falta de previsión por parte del país anfitrión. Muy por el contrario, el gobierno de la isla que tiene la mayor densidad poblacional del mundo y un Producto Bruto per cápita que supera al de España y quintuplica al de la Argentina, tenía contabilizadas 1200 limusinas y una flotilla especial de vehículos blindados BMW modelo 545 para transportar a las visitas más importantes, que en un lugar donde casi todos son importantes integran una categoría nueva llamada Vvip: Very Vip.
No sólo habían asegurado mucha disponibilidad de autos ostentosos y superseguros, aunque insuficiente, para beneplácito del amigo Loh. El comité organizador designado por el gobierno no ahorró gastos para que los asistentes puedan gozar de casi 40.000 kilos de la mejor comida en el centro de convenciones Suntec, que fue embellecido por dentro y en sus alrededores con 22 kilómetros de adornos florales, dotado de los más avanzados medios de comunicación y, por supuesto, resguardado por centenares de custodios y sofisticadas medidas de seguridad.
Muy poco sofisticada pero a tono con un gobierno que es más democrático en su forma que en la práctica, fue la prohibición de ingresar al país a miembros de 400 organizaciones no gubernamentales de 74 países que pretendían sesionar paralelamente al cuestionado FMI, y que no tuvieron más remedio que trasladar el evento y las protestas a Indonesia. Obviamente que no hay autoridad que impida los encuentros paralelos entre funcionarios y banqueros que se dan en los hoteles de 5 y 6 estrellas ni la competencia por ver cuál es la entidad que prepara el banquete más extravagante y/o selecto.
Lo hasta aquí descripto es en esencia igual a lo que ocurría año tras año en esta cumbre de las finanzas internacionales. La novedad es que hasta no hace mucho lo que se trataba era trascendente y más interesante que los elementos que coloreaban de obscenidad al encuentro, mientras que ahora es tan irrelevante lo que sucede oficialmente, que lo estrambótico resalta como símbolo del vacío y la decadencia del organismo.
Nada más ilustrativo que observar que el principal tema de discusión es por el nuevo reparto de votos (ver aparte), donde lo que está en juego son décimas más o menos según el caso, pero ninguna modificación sustancial en el poder de decisión, ni mucho menos un cuestionamiento a la capacidad de ejercer el veto en todos los temas claves que se reserva Estados Unidos desde que el Fondo se creó, hace 60 años.
No pierde nada Felisa Miceli quejándose porque la Argentina va a resignar unas décimas del 0,98 por ciento de que dispone y esforzándose para aunar alianzas en favor de un esquema algo distinto. Pero tampoco ganaría nada si lo consiguiera.
Mientras el circo se desarrolla en Singapur, la institución no sólo está desprestigiada, sino que se está quedando como un banco sin clientes y por ende sin capacidad de presión. Salvo Turquía e Indonesia, no hay otro país grande que le deba sumas significativas (Uruguay es el tercer deudor con 1900 millones de dólares). No es casual que las críticas de Rodrigo De Rato a la política económica argentina hayan merecido menos espacio en los medios de prensa locales que la crónica de un partido de fútbol del Nacional B.
En el modernísimo centro de convenciones Suntec se reparte un suplemento especialmente editado por el Fondo que en su portada muestra la foto de una típica mujer pobre para ilustrar lo que presentan como título: “El FMI y los países de bajo ingreso de Asia. Una función vital”.
No es el caso de Singapur ni, por supuesto, del afortunado Derek Loh.
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