En relación con la distribución previa a la devaluación, los trabajadores resignan U$S 14.000 millones al año en favor de los empresarios.
Si algo cambió dramáticamente entre la economía de los tiempos de Perón y la actual es la forma en que se reparte lo que producen año a año los argentinos. En 1954, o en 1974, los asalariados se apropiaban casi del 50 por ciento de los ingresos, mientras que la otra mitad quedaba en manos de los “capitalistas”. Hoy, en cambio, la proporción es groseramente diferente: los trabajadores reciben el 24 por ciento de la torta, mientras los empresarios se llevan el resto. Durante el gobierno de Kirchner, la participación de los trabajadores en esta distribución del ingreso mejoró levemente. Pero aún no recuperaron lo que perdieron con la devaluación.
Antes de la debacle de la convertibilidad, en el 2001, la remuneración de los empleados representaba el 31 por ciento del producto. Esto significa que este año, en relación con la distribución previa a la devaluación, los trabajadores resignarán 14.000 millones de dólares (43.000 millones de pesos) en favor de los empresarios. Así, las empresas deberían conceder una suma fija de 4300 pesos a cada uno de los 10 millones de asalariados (mitad blanco, mitad negro) para recobrar el patrón distributivo predevaluación.
Si la idea es volver al “50/50” de Perón, los empresarios deberían pagar a la totalidad de los trabajadores 50.000 millones de dólares extra al año. A las conclusiones anteriores se puede llegar en base a un excelente estudio académico –“Distribución funcional del ingreso en Argentina. Ayer y Hoy”– elaborado por los economistas Javier Lindenboim, Juan Graña y Damián Kennedy, del Centro de Estudios sobre la Población, Empleo y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires.
Como explican los autores, desde 1975, en Argentina no se hacen estimaciones oficiales de la “distribución funcional del ingreso”; es decir, cómo se reparte la renta nacional entre los dos principales partícipes: “trabajadores y capitalistas”. El equipo de investigadores dirigido por Lindenboim no sólo reconstruye la serie de dicha distribución desde 1950, en base a estadísticas oficiales, sino que además realiza una estimación propia que llega hasta el 2005. Las puntos destacados son los siguientes:
- El período 1950-1974 es el que presenta la distribución más favorable para los trabajadores. En 1954, la participación de los asalariados supera el 50 por ciento, año en que alcanzan el máximo histórico.
- En el trienio posterior al golpe del ’55 ceden ingresos a manos de los empresarios. Al final de la década, la participación ya había caído al 38 por ciento.
- En el período ’73-’74 se recuperan valores cercanos al 47 por ciento. Pero, a partir del ’75, con el Rodrigazo, se dispara una redistribución de ingresos sin precedentes en beneficio de los empresarios, que llega a su máxima expresión en los años ’76-’77, en plena dictadura: entonces, la participación de los asalariados retrocedió al 26 por ciento.
- En los albores de la convertibilidad, los trabajadores recuperaron porciones de la torta: en el ’93 se llevaron el 38 por ciento; pero la declinación posterior es ininterrumpida hasta llegar al 31 por ciento en 2001. Con la devaluación, el peso de los asalariados se derrumba al 22 por ciento en 2003, para escalar al 24 por ciento en 2005.
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