La ministra celebra el próximo viernes su primer aniversario. El balance la muestra con resultados exitosos, pero con una imagen desdibujada.
› Por David Cufré
El próximo viernes, Felisa Miceli cumplirá un año como ministra de Economía. Su equipo está preparando un informe con un balance de la gestión. El borrador de ese documento, al que accedió Página/12, dice mucho de esta etapa. El texto tiene nada menos que 54 carillas, a través de las cuales se hace un minucioso repaso de las distintas medidas impulsadas por el Palacio de Hacienda, así como de los sólidos resultados macroeconómicos, la mejora en los indicadores sociales y el trabajo con los organismos de crédito. Toda esa información, que refleja una tarea exitosa, confirma al mismo tiempo que lo que más le ha costado a la jefa de Economía es obtener reconocimiento. A pocos días de celebrar su primer aniversario, a Miceli no se la identifica como una funcionaria con peso propio.
El problema para la ministra de no capitalizar los logros es que su posición es más débil para afrontar momentos en que los números no la acompañen como hasta ahora. Pero su preocupación en este tiempo no ha sido cultivar un perfil propio, sino identificarse lo más posible con la figura del Presidente. Miceli se considera primero que nada un cuadro del Gobierno. Néstor Kirchner tuvo en cuenta ese alineamiento cuando la eligió para reemplazar a Roberto Lavagna, quien se manejaba exactamente de la manera opuesta: hacía todo lo posible por el lucimiento personal, era el único ministro que se animaba a confrontar con el Presidente y exponía sus diferencias con Julio De Vido.
Miceli tampoco tiene ninguna simpatía por el ministro de Planificación, pero es discreta, y también evita polemizar abiertamente con Guillermo Moreno, otro funcionario al que ve como una amenaza. El último jueves, la ministra dio su segunda conferencia de prensa en el Palacio de Hacienda en casi un año, y hasta el momento no concedió jamás un reportaje en su despacho.
Lo único que la hace abandonar el bajo perfil es cuando se enfrenta a la comparación con Lavagna. Miceli volvió a la gestión pública de la mano del ex ministro a mediados de 2002, como su representante ante el directorio del Banco Central. Cuando Kirchner asumió la presidencia, Lavagna impulsó su nombramiento en el Banco Nación y a partir de entonces, paradójicamente, empezaron a diferenciarse. Miceli creció en la consideración del Presidente y fue la pieza de recambio para el Ministerio de Economía. La nueva jefa de esa cartera llegó a pedirle a su antecesor que tuviera “más humildad” y en ocasiones como ésta, del aniversario, saca todo un arsenal de datos para demostrar que su gestión es todavía más reluciente.
El informe que redactan en Economía destaca que “la inversión crece a tasas que rondan el 20 por ciento interanual y su participación en el PIB en record, incluyendo el período de la convertibilidad”. También hace hincapié en la performance fiscal, en respuesta a las críticas del ex ministro. “El superávit fiscal primario alcanzaría a fin de año 3,3 puntos del PIB para la Nación, en línea con el Presupuesto, que preveía un resultado de 3,26 puntos”, señala. El Presupuesto de este año lo presentó Lavagna. La recaudación tributaria, agrega el informe, sumaría a fin de año 150.000 millones de pesos, contra una proyección de 132.000 millones.
En cuanto al nivel de actividad, “es altamente probable que la economía complete 2006 con una tasa de crecimiento por sobre el 8 por ciento, un resultado que quedó muy por encima de las expectativas previstas por el REM, que a principio de año hablaban en promedio de un alza de 6,4 por ciento”. El REM es la encuesta que realiza el Banco Central entre economistas de la city, bancos, fundaciones y universidades. En este punto, Miceli intenta demostrar que no tiene nada que envidiarle a Lavagna. Y lo mismo en otro tema clave, el de la inflación.
“Todos los indicadores de 2006 están confirmando una desactivación de las expectativas inflacionarias”, menciona el documento. “A principios de año –sigue–, el REM predecía una inflación de 12,3 por ciento, aunque con un desvío de 1,8, lo que implica que no pocos analistas predecían 14,1 por ciento de aumento de precios para el año.” Y termina comparando con el último año del ex ministro: “Sin embargo, los datos concretos estarían indicando una inflación de alrededor de 10 por ciento para el año, 2,3 puntos por debajo de la inflación de 2005”.
La diferencia más contundente entre Miceli y Lavagna es la estrategia que asumieron uno y otro frente a la escalada inflacionaria. Antes de dejar el cargo, el ex ministro insinuó que su política para los próximos meses sería enfriar la economía con una contención del gasto público y la búsqueda de mayor ahorro fiscal, para lo cual anunció la creación de un Fondo Anticíclico. Miceli dijo antes de asumir, en un reportaje con este diario, y lo repitió anteayer, que “es preferible un poco de inflación a la paz de los cementerios”. Es decir, privilegió el crecimiento económico a la contención de los precios con la fórmula de la ortodoxia fiscal. Y en lugar de ello, puso todo el énfasis en los acuerdos de precios.
“Los acuerdos, contra previsiones en contrario, jugaron un papel clave para desactivar expectativas inflacionarias en 2006 y 2007”, resume el informe de Hacienda. Acto seguido, afirma: “También contribuyó en ese objetivo la política de suspensión temporaria de exportación de carne”, de perfil claramente heterodoxo. “Pero el dato más importante de inflación fue la notoria desaceleración en el aumento de la Canasta Básica Alimentaria, que en lo que va de 2006 creció 2,6 por ciento, frente al 11,4 por ciento de igual período de 2005”.
En el balance también hay que apuntar el pago anticipado de la deuda al FMI, por 10.000 millones de dólares. Las reservas del Banco Central que se utilizaron para esa cancelación ya fueron recuperadas. Sin embargo, tanto la política de desendeudamiento, como la de acumulación de reservas y los acuerdos de precios fueron presentadas siempre desde la Casa Rosada. Eso refuerza la imagen de que su autor es Kirchner, mientras Miceli aparece como una fiel ejecutora.
El listado de leyes y medidas promovidas por el Palacio de Hacienda luce menos impactante: “Ley para impulsar el uso y la producción de Biocombustible, ley de incentivos fiscales para la exploración y explotación de hidrocarburos, fortalecimiento del Consejo de la Producción, programas de empleo provinciales, gasto público dirigido a la niñez, modificación de derechos de importación, modificación de derechos y reintegros a la exportación para productos que componen la canasta básica y elaboración del Plan Nacional de Inversiones Públicas”. Miceli no pudo avanzar con reformas estructurales y cuando lo intentó, como en el caso de la tributaria, se topó con los límites que le impuso Kirchner. Tal vez tenga revancha en su segundo año.
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