El Gobierno decidió aumentar las retenciones a la soja y subsidiar a la agroindustria luego de barajar otras alternativas. Una de ellas era restringir las exportaciones de cereales, como se hizo con la carne. Reparto de costos y ganadores.
› Por Claudio Scaletta
El Gobierno rechazó que el sistema de subsidios a la industria alimentaria anunciado el jueves pasado junto al aumento de las retenciones a la soja beneficie sólo al sector transformador. Desde Economía insisten en que el campo resultará favorecido porque los productores primarios recibirán mayores precios. En la cadena triguera el sistema podría comenzar a funcionar esta semana. En el caso del maíz y las oleaginosas demorará un poco más.
En el campo se la veían venir. Cuando el norte de la política económica es el control de la inflación que registra el IPC era imposible creer que el Gobierno asistiría de brazos cruzados a la suba constante de los precios internacionales de cereales y oleaginosas. Aunque el funcionamiento del mercado de estos commodities no está libre de la acción de actores poderosos, la información sobre cantidades ofrecidas y demandadas suele ser bastante completa. En los últimos meses, los datos se repitieron: pertinaz aumento de la demanda asiática, sequías en Australia, redirección de saldos exportables de maíz estadounidense a la producción interna de etanol y mayores pedidos de oleaginosas para la producción de biodiésel. Todos ellos, fenómenos que compiten para mantener la tendencia mundial alcista de los precios.
En el Ministerio de Economía –en todas las áreas, no sólo en Comercio Interior– monitoreaban el proceso desde hace meses. Dada la importancia de estos precios en la economía local resultaba imposible no estar al tanto. Según reveló un alto funcionario a Página/12, la primera propuesta de intervención, a fines del año pasado, fue el aumento global de las retenciones en el 2 por ciento para soja, maíz y trigo. También se evaluó restringir los volúmenes exportados de cereales –como se hizo con la carne–, pero la alternativa se desechó por su mayor conflictividad y su potencial retroalimentación de la sojización. En medio de la tormenta de ideas, un funcionario propuso subir las retenciones sólo a la soja y, con lo recaudado, aplicar subsidios para manejar precios de entrada y salida de industria, es decir, los de compra de insumos y al consumidor. Estas fueron las tres alternativas presentadas a Néstor Kirchner al regreso de sus vacaciones sureñas.
Fuentes oficiales consultadas por este diario rechazaron que la administración del nuevo sistema resulte compleja. Según explicaron, el Ministerio de Economía publicará todos los días los precios de referencia de los productos para el mercado interno. Así, por ejemplo, si se determina que la cotización interna del trigo es de 370 pesos la tonelada y el precio internacional es de 430, el Estado, con los 500 millones de dólares de los fondos extra recaudados por el aumento de retenciones y aportes propios, subsidiará los 60 pesos de diferencia por tonelada. El comprador, en este caso la industria molinera, deberá demostrar con documentación fehaciente que efectivamente pagó el precio pleno por la materia prima. El subsidio sólo llegará para la materia prima que se compre para la elaboración de productos destinados el mercado interno, pero en Economía argumentan que tendrá efecto arrastre sobre el total comercializado. El precio de referencia también tendrá la función de mantener estable el valor del producto final. Adicionalmente, existirá un sistema similar al de past performance utilizado para la cuota Hilton para evitar los abusos con los volúmenes de compra declarados.
Siempre de acuerdo con las fuentes oficiales, el sistema permitirá no sólo que el sector primario reciba el precio pleno por lo comercializado con destino al mercado interno, sino que inducirá al blanqueo comercial al interior de las cadenas. Operar en negro significará quedarse afuera de los millonarios subsidios.
Desde Economía dijeron a Página/12 que ya durante esta semana el sistema podría estar en funcionamiento para el mercado del trigo, donde los subsidios los cobrarán los molinos. Ello se debe a que la Oncca tiene un buen relevamiento del circuito que trabaja en blanco, aunque creen que la unificación del IVA ya redujo sensiblemente la informalidad del sector. Aunque demorará un poco más, la alta concentración de la industria aceitera allanará el camino de la instrumentación de los subsidios en este sector. El proceso más lento vendría por el lado de la cadena del maíz, pues aquí hay que subsidiar a todos los sectores que lo utilizan para la alimentación animal, la ganadería a corral, los tambos, las avícolas y los productores de porcinos. No obstante, existe un margen porque la cosecha es a principios de marzo.
Aunque restan los detalles de cómo se instrumentará el sistema, las reacciones a las medidas permiten identificar a los ganadores. La industria está particularmente contenta y ansiosa por participar del nuevo régimen. Las cámaras de chacinadores y las avícolas no dudaron en manifestarlo públicamente. Los productores agropecuarios no están todo lo furiosos que podría imaginarse. Es que apenas al día siguiente de los anuncios, las menores existencias de soja informadas por el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA) hicieron que el precio internacional de la oleaginosa creciera el 6 por ciento, comiéndose el aumento de retenciones. Con una proyección de cosecha de alrededor de 90 millones de toneladas, similar al record de 1997, la situación del sector no será de padecimiento.
Para la pata industrial de los complejos agroindustriales, en tanto, existirá una reducción de tensiones. Ya no será de su bolsillo de donde deberá salir el mayor costo de la materia prima. Tampoco la estabilidad de precios al consumidor se recortará de sus ganancias.
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