Dom 21.07.2002

ECONOMíA

“Con la Argentina pueden permitirse ser moralistas”

Felipe de la Balze explica el doble código con que Estados Unidos mira el mundo. Para ellos, dice, “Menem no lo hizo”: no terminó con la colonización del Estado por la política.

› Por Julio Nudler

”Si la Argentina realmente quiere crecer aceleradamente deberá construir, en los próximos años, el Estado moderno, eficaz y autónomo que no supo crear durante los últimos cien años..., crear una burocracia civil, altamente profesional, estable en sus funciones y poco partidista.” Felipe de la Balze, director del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), resalta que eso no lo escribió ayer sino en 1993, cuando Carlos Menem y Domingo Cavallo gozaban del mejor momento de la convertibilidad. El problema, según De la Balze, es que “Menem no lo hizo”, y que esa ausencia de reformas condujo finalmente al actual hundimiento nacional. Vista bajo esta luz, la pretensión menemista de recuperar el poder, ¿contaría o no con el respaldo de Washington y el G7? De eso trata esta entrevista.
–El menemismo presenta una propuesta electoral basada en su presunta relación especial con Estados Unidos como vía para sacar al país del pozo. ¿Realidad o ficción?
–Para contestar esta pregunta hay que entender cómo se ve la situación argentina desde allá. Ellos no piensan que los vicios hayan sido del Consenso de Washington (el decálogo de reformas promercado, diseñado por John Williamson, que se aplicó desde 1990) sino de las clases dirigentes corruptas de los países que lo aplicaron, entre ellos la Argentina. Ninguno hizo a partir de 1995 las llamadas reformas de segunda generación, necesarias para mejorar la calidad de gobierno, la “gobernancia”: reducir la corrupción, asegurar una Justicia independiente, mejorar la educación... Fue tal el éxito inicial del Consenso que olvidaron aplicar la mitad faltante.
–Pero aquí cayó en descrédito con el fracaso económico...
–En Estados Unidos y en Europa no piensan que el CW haya fracasado, sino que no basta con abrir la economía, eliminar el control de cambios y desregular. También se necesita reformar el Estado, independizar la política de los lobbies y meter presos a algunos corruptos, por lo menos. Creo que (Eduardo) Duhalde no entendió que no sólo en Estados Unidos piensan así sino también en Europa.
–Algunos piensan que a este país siempre le corren la raya...
–La Argentina no es vista como Uganda o Tailandia. Su problema es que es lo suficientemente similar a Europa como para que la midan con el mismo metro que se aplican a sí mismos. La Argentina no es Zaire ni Malasia, sino un país occidental, por más que haya fracasado. Por eso no podrá conseguir que la midan con otra vara. Es la misma razón por la que no aceptaron la dictadura militar en los ‘70, aunque admitiesen regímenes parecidos en otros lugares.
–¿Qué mérito o culpa le asignan a Menem?
–Si la pregunta es quién no hizo todas las reformas faltantes, la respuesta no es Duhalde ni De la Rúa sino Menem. ¡Menem no lo hizo! Achicó el Estado, pero no lo transformó. Se ocupó de la agenda económica, pero no de la institucional.
–¿Cómo se ve esto desde Washington?
–Estados Unidos ve el mundo con dos miradas diferentes. Una es la de los ideales: democracia, derechos humanos, mercados libres. La otra es la del pragmatismo, que le permite ser socio de un Mubarak o de un Musharraf si sus intereses estratégicos –el petróleo, Israel, la lucha contra el terrorismo– lo demandan. Esto fue siempre así. Washington fue socio tanto de Adenauer como de Somoza, de De Gasperi como de Duvalier. Pero cuando no hay nada vital en juego, el único decálogo que rige es el de los ideales. Este es precisamente el caso argentino. Con este país pueden permitirse ser moralistas. No estamos en el Golfo Pérsico.
–Así puesto parece tan bueno como malo...
–En realidad, dándonos este tratamiento nos hacen un gran favor, porque la Argentina necesita reformas, terminar con la colonización del Estadopor la política, cambiar este Estado que es de nivel africano, para que sus ocupantes no se sientan sus dueños. El desafío está acá. Nadie nos va a salvar. Acá no manda la geopolítica. Mientras no hagamos las reformas de segunda generación no nos darán los dólares.
–¿Y en cuanto a la dolarización?
–Días pasados, en Boston, Anne Krüger, que es la delegada oficiosa de Estados Unidos en el FMI, destrozó el proyecto dolarizador. En el Tesoro tampoco lo quieren. La dolarización no existe: nadie la defiende. El senador Connie Mack ya no está, no fue reelegido.
–Pero Menem no se da por vencido...
–Lo de Menem es un puro juego de imágenes. Si prometiera acabar con la corrupción, etcétera, Estados Unidos tal vez lo apoyaría, como a cualquiera. ¿Pero puede a esta altura convertirse en el modernizador del sistema político argentino? Los activos que él le generó al país ya son bienes adquiridos: haber enviado naves al Golfo, haber privatizado. De la Rúa siguió en la misma línea. Que la Argentina dejara de ser ese país refugio de nazis es un logro de todos los gobiernos democráticos desde 1983. Ya no azuzamos a los norteamericanos en las conferencias internacionales para embromarlos, pacificamos el cono austral, integramos las fuerzas de paz de la ONU. Pero esta política no es propiedad de Menem. –Tampoco sirvió de mucho...
–El problema es que la Argentina se convirtió en aliado de Estados Unidos, pero no en socio. México, en cambio, es un gran socio de Washington, pero no un aliado (mantienen entre ellos problemas como el de la inmigración y la droga), mientras que Brasil tiene tanta cooperación como conflicto con Estados Unidos. La Argentina no posee una agenda conflictiva, pero exporta a Norteamérica por 3500 millones de dólares, mientras que Chile les vende 4500 millones, Brasil 12 mil y Singapur 25 mil millones. Los argentinos tampoco supimos generar un flujo de inversiones estadounidenses en sectores transables para convertirnos en una plataforma exportadora.
–De modo que Menem...
–No. El realismo mágico no funciona.

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