Sáb 10.02.2007

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

¿Y dónde está el dueño?

› Por Raúl Dellatorre

En los años ’90, con una frase que se constituyó en un emblema de época, el presidente de la Nación Carlos Menem dijo alguna vez –y sus funcionarios más estrechos repitieron– que Argentina recibía con beneplácito los capitales del exterior sin importar su origen. No se refería a la falta de discriminación con respecto al país de donde eran oriundos. El mensaje era más profundo: se lanzaba una invitación a los inversores a radicarse en la Argentina menemista con garantías de que las actividades que hubieran originado los fondos jamás serían investigadas. El convite fue ampliamente aceptado, sin distinción de credo ni color. Ni del grado de legalidad de su obtención. Así le fue al país.

El hecho de que una buena parte de los capitales que arribaban lo hiciera en la forma de “fondos de inversión” resultó algo más que una moda. Los nombres de fantasía que adquirían apenas eran acompañados por el nombre de un administrador sin más responsabilidad que la de un gerente, pero con suficiente capacidad de decisión como para resolver, en horas, su salida del país en busca de otros destinos. La legislación, o por lo menos su aplicación, no impedía que una firma cambiara de dueño en horas sin necesidad de autorización previa de organismo alguno, así se tratara de una concesionaria de servicio público.

Remedos de aquella época, o falta de capacidad o decisión para transformar esa realidad, lo cierto es que hoy muchas actividades siguen dominadas por esos nombres de fantasía que no dejan ver a los verdaderos dueños del capital. Eton Park, Primrose, Prisma Energy, Ashmore Investment, D. E. Shaw son algunos de los nombres fantasmagóricos que saltaron a la luz a propósito de la operación de venta de las acciones de la administradora de la red eléctrica central de la Argentina, Transener. Primrose es el fondo que pretendía comprar el 50 por ciento del paquete de control de la transportista eléctrica. Eton Park es el fondo del cual Primrose es subsidiario. Prisma, Ashmore y Shaw son fondos a los que Eton Park se vinculó en la operación más trascendente de su corta historia. Pero detrás de toda esta maraña surge la pregunta: ¿y dónde está el dueño?

Julio De Vido, ministro de Planificación Federal, confirmó ayer que el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE) recomendó a la Secretaría de Defensa de la Competencia no avalar la venta de Transener al fondo de inversión estadounidense Eton Park. En la Casa de Gobierno, De Vido dijo que el ENRE tomó esa decisión “no porque se tratase de una inversión estadounidense, sino porque no veía conveniente que dos fondos (de inversión) manejaran una empresa tan trascendente para el sistema eléctrico argentino”. El otro fondo al que se refiere es el que detenta el otro 50 por ciento del capital de control de Transener: Dolphin, de origen local.

Casi a la misma hora, un representante del gobierno estadounidense, de visita en la Argentina, Nicholas Burns (del Departamento de Estado), le bajaba el tono a la polémica desatada el jueves diciendo que no hubo intención de presión de la embajada norteamericana sobre el gobierno argentino cuando defendió a Eton Park, sino que sólo se trataba de un “malentendido”.

De Vido insistió en que no se trataba de un problema de nacionalidad. “Nosotros no generamos ningún esquema de discriminación, todo lo contrario. Por eso nuestra relación con las empresas estadounidenses que trabajan en el área de energía, como Panamerican Energy, Esso, CMS son relaciones absolutamente normales, positivas y prósperas”. Pero aclaró que la expuesta “no es la postura del Gobierno, sino del Estado expresada a través del ENRE y de la Secretaría de Defensa de la Competencia, y como ellos se expidan, es lo que el gobierno argentino va a respetar”. A otra cosa.

Petrobras se quedó con el 50 por ciento de la firma controlante de Transener cuando adquirió, en 2002, la totalidad de los activos energéticos de Pérez Companc. Por la acumulación de participaciones en el sector, la empresa brasileña fue obligada, por la Secretaría de Defensa de la Competencia, a desprenderse de Transener y otros activos. Inició negociaciones que alumbraron el preacuerdo de venta a Eton Park, por 54 millones de dólares, en junio de 2006. Para ese entonces, este sello de origen estadounidense tenía apenas 18 meses de vida, suficientes para haber acumulado activos en el mundo por 5300 millones de dólares, pero sin participaciones en Argentina. Entre esos activos se contabilizan una planta de generación eléctrica en Brasil y el gasoducto que une los yacimientos bolivianos con San Pablo. De allí su relación previa con Petrobras.

Esos activos brasileños, privatizados durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, habían sido adquiridos por Enron Energy. Pero a fines de 2001 esta empresa, una de las más grandes de Estados Unidos, cayó víctima de una quiebra fraudulenta en la que sus directivos habían ocultado, durante años, su verdadera situación mediante balances inflados y diversas maniobras de engaño, que terminaron llevando a la ruina a empleados y accionistas.

Los negocios en América latina de Enron quedaron en manos de un fondo de inversión que antes era subsidiario del gigante energético estadounidense, Prisma Energy. En mayo de 2005, Prisma pasó a manos de un consorcio integrado por los fondos de inversión Eton Park, Ashmore y Shaw & Co. Estos dos tienen, en Argentina, participación en Transportadora Gas del Sur (TGS) y Metrogas: dos empresas en las que Enron tuvo participación en el pasado. Por otra parte, Enron fue socio de Pérez Companc en Transener, compartiendo el control de la empresa en partes iguales.

El camino recorrido por Eton Park desde que Eric Mindich, un ex ejecutivo de Goldman Sachs, la fundara a fines de 2004 junto a otros ex compañeros de tareas, ha sido meteórico. Este ex consejero de inversores pasó a ser administrador de fondos de inversores, quizás sus antiguos clientes. No es un dato menor que Eton Park se haya lanzado a recuperar, en toda Latinoamérica, los mismos activos que hace menos de una década controlaba Enron Energy.

Un grupo de 29 ejecutivos de Enron logró vender, entre 1999 y mediados de 2001, un total de 17 millones de acciones de la compañía que tenían un patrimonio personal por un valor de 1100 millones de dólares, justo antes de que la empresa comenzara a desbarrancarse. La pregunta sobre quién es el dueño de estos fondos que hoy llegan ansiosos de adquirir Transener queda sin respuesta. Sin conocer su identidad, no puede afirmarse que estos capitalistas desconocidos tengan vinculación con aquellos ejecutivos. Apenas coinciden en el interés por los mismos negocios. Será otra feliz coincidencia que, por razones ajenas a estos antecedentes, hoy Eton Park haya quedado afuera de Transener, un activo que vuelve a ser considerado estratégico y, por lo tanto, merece que se lo cuide como tal.

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