Vie 23.02.2007

ECONOMíA

Las inversiones de las empresas de aviación siguen por el aire

A pesar de la respuesta oficial al reclamo de las compañías aéreas, con subsidios a los combustibles y demás medidas de apoyo, las principales empresas demoran inversiones y renuevan el listado de demandas.

› Por Cledis Candelaresi

Para apuntalar el negocio de las aerolíneas, el Gobierno subió el techo de la banda tarifaria, subsidió el combustible para vuelos patagónicos y hasta suprimió la condición de que las sociedades explotadoras sean mayoritariamente argentinas. Pero este esfuerzo oficial no basta para promover las inversiones anheladas, que permitirían aumentar la oferta de vuelos. Las empresas siguen reclamando tarifas libres y bajas de costos, que incluyen desde el combustible que les vende Repsol al servicio que le presta la estatal Intercargo, con precios parcialmente dolarizados. En la jerga barrial, no dejan de “correr la raya”.

Con sólo un año y medio en el mercado argentino, Lan llegó a un equilibrio en sus cuentas (a nivel global ganó en el último ejercicio 250 millones de dólares) y tiene planes de expansión. Pero, según admiten sus directivos, éstos son menos generosos de lo que podrían ser en otras condiciones de mercado. De alguna manera, la empresa de los Cueto es un caso testigo del celo a la hora de reforzar flota en las empresas a pesar de la gran demanda insatisfecha que existe, en parte por el gran flujo de turistas extranjeros, que el año pasado llegó al record de seis millones.

Para facilitarle el aporte de capital, Planificación eliminó vía decreto la condición de que una sociedad operadora tenga que ser mayoritariamente nacional, lo que permitió a los verdaderos capitalistas acrecentar su participación sobre los dos socios locales que buscaron para inscribirse en la Inspección General de Justicia (los abogados Jorge Pérez Alati y Manuel Benítes), quienes sólo pusieron su nombre para la formalidad. “Con el respaldo de Lan, podemos conseguir financiamiento más barato”, promete la firma trasandina.

Junto con Aerolíneas Argentinas, Lan también goza del aumento del 20 por ciento en el tope tarifario, así como la posibilidad –consentida de hecho por el Gobierno– de cobrar tarifas más altas a los extranjeros, o tener JP1 subsidiado para cinco destinos patagónicos, Ushuaia y El Calafate, entre ellos. A los ojos empresarios, prerrogativas insuficientes para sostener un negocio de costos crecientes.

El carburante aéreo, que provee en exclusiva Repsol, es uno de los más caros de la región: 15 por ciento más que en Estados Unidos, por ejemplo.

El servicio de rampa que presta la reestatizada Intercargo está dolarizado para vuelos internacionales y recibe progresivos ajustes para los domésticos: Lan, que está negociando con esa empresa un nuevo acuerdo, amenaza acudir a Guillermo Moreno para atenuar esas subas.

Otra de las quejas está referida a la carestía de los aeropuertos, reclamo que apoyó el oficialismo parlamentario días atrás cuando aprobó el nuevo contrato de AA2000: los senadores recomendaron abaratar nada menos que un 30 por ciento las tarifas para operar las estaciones aéreas.

Los precios que cobra la sociedad comandada por Eduardo Eurnekian resultan para las líneas aéreas casi tan exasperantes como la imposición de Ingresos Brutos que hace la provincia de Buenos Aires. La alícuota del 3,5 por ciento sobre la venta de pasajes captura la mitad de la rentabilidad standard de las compañías, estimada en 7 por ciento de su facturación. Los chilenos pagan. Aerolíneas no, y por ello la dependencia que comanda Santiago Montoya ya le embargó dos aviones.

Se trata de un menú de reclamos que las líneas que operan en el país ya transmitieron a la Secretaría de Transporte individualmente y en breve lo harán desde Clara (Cámara de las Líneas Aéreas de la República Argentina), nueva asociación creada para sistematizar su lobby.

Desde el punto de vista de los ingresos, la clave sugerida por los voceros patronales sería liberar las tarifas, hoy reguladas por el sistema de bandas. Las empresas reconocen que los pasajes están cerca del valor techo y que vuelan con un nivel de ocupación muy alto. Aun así, sostienen que no les conviene aumentar la oferta, para lo que deberían disponer de más aviones. A juicio de las empresas, otro cantar sería si pudieran encarecer a piacere el grueso de los asientos y, como contrapartida, abaratar algunos pasajes. Sólo con ese renovado flujo de caja, las remanidas promesas públicas de fortalecer flotas se harían realidad.

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