Mar 15.01.2002

ECONOMíA  › OPINION

Enjaulados

Por James Neilson

Cuando Bush, Aznar y la gente del Fondo le piden a Duhalde un “plan”, insistiendo en que sin uno que sea muy bueno no le darán un centavo, lo que están diciendo es que ellos tampoco saben lo que convendría hacer para que la Argentina comenzara a sustraerse al pozo fangoso en el cual está hundiéndose.Si el método a seguir les pareciera evidente, ya estarían reclamando medidas determinadas como solían hacer en los buenos tiempos antes del default, pero desgraciadamente para todos no lo es en absoluto, de suerte que han elegido actuar como quienes al ver a un hombre a punto de ahogarse le gritan que si quiere ser rescatado tendrá que aprender a nadar.Tanto respeto por la soberanía nacional en una época supuestamente globalizada es peligroso. Al fin y al cabo, si la clase política nacional supiera lo que corresponde hacer para que la economía comenzara a recuperarse, hubieran reaccionado hace años, ahorrándonos una larga serie de calamidades.Así las cosas, no es razonable exigir a personas que se mostraron incapaces de obrar con eficacia en una situación relativamente sencilla que en un par de días resuelvan sin mucha ayuda ajena un desbarajuste tan fenomenal que hasta los economistas más prestigiosos del planeta encuentran desconcertante.
Ninguna sociedad estaría en condiciones de soportar varios años de reclusión en un corralito bancario como el previsto por Remes Lenicov sin sufrir consecuencias devastadoras, razón por la que no tienen derecho a esperar que a menos que salga pronto la Argentina siga asemejándose al país amable que conocen y que juran amar.Hasta ahora, la mayoría de los argentinos concuerda en que los responsables de lo que le ha ocurrido son los políticos locales, mientras que éstos tratan de defenderse hablando de la perfidia de los españoles, lo malo que es el neoliberalismo y la arrogancia del FMI, dejando para más tarde los insultos dirigidos contra los norteamericanos.Al agravarse el dolor, serán cada vez más los resueltos a tomar lo que suceda por otro episodio en una lucha sin cuartel entre la Argentina y sus enemigos foráneos, maniobra ésta que fue ensayada sin demasiado éxito por De la Rúa y Cavallo cuando se despachaban contra los fondos buitres, y que Duhalde ya está ejecutando con vehemencia llamativamente mayor.Puesto que en toda América latina son enormes las dificultades económicas, la furia que está cocinándose aquí no puede sino resultar “contagiosa”, lo cual debería preocupar a los norteamericanos y europeos lo suficiente como para que colaboren con algo más que sermones.

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