ECONOMíA
› POR TEMOR A SECUESTROS NO SE COMPRAN AUTOS CAROS
Si hay riqueza, que no se note
Las concesionarias culpan al temor a los secuestros y asaltos por la fuerte caída de venta en la gama de los más caros. La retracción se refleja en la caída de precios de los usados de menos de dos años.
› Por Raúl Dellatorre
La inseguridad callejera está generando consecuencias imprevistas en el mercado automotor. Un Alfa Romeo 166 3.0 24 V, cuyo valor de lista cero kilómetro es hoy de 59.745 dólares, se puede conseguir en su versión 2001 en 15.000 dólares: es decir, con una pérdida de valor del 75 por ciento al año de uso. Un BMW 540 ia Sportive, de 88.200 dólares de valor de lista, se paga en su versión 2001 a 34.000 dólares, con más del 60 por ciento de desvalorización en apenas doce meses. La proporción se repite en toda la gama de autos caros del mercado, ya sean de origen nacional o importado. Mientras los precios de lista, en dólares, se han mantenido inalterados desde el año pasado, los usados de menos de dos años de antigüedad se han desvalorizado en moneda fuerte. Los dueños de grandes fortunas tratan de evitar hacer ostentación de las mismas, por temor a secuestros y asaltos, y por lo tanto hay una fuerte tendencia a desprenderse de esta clase de vehículos que se destacan frente a los tradicionales. Ello ha generado una abundante oferta de vehículos caros de no más de dos años de antigüedad, mientras escasean los interesados en comprarlos.
Los valores suministrados por la Cámara de Comercio Automotor para los modelos más representativos denotan una pérdida de valor del 50 al 70 por ciento en los modelos 2001 respecto de los precios de lista. Un año atrás, la diferencia entre un “cero” y el usado patentado el año anterior oscilaba entre el 25 y el 40 por ciento del valor del primero. Hasta antes de la recesión (1998), la diferencia de valor entre modelos sucesivos no iba más allá del 20 por ciento.
“La situación es totalmente atípica, estamos en un mercado que nunca se manejó con esta diferencia de precios entre nuevos y usados: hoy algunos modelos 2000 y 2001 están en igual precio o más baratos que autos similares en Estados Unidos, cosa que nunca había sucedido”, relató a Página/12 Alberto Príncipe, vicepresidente de la Cámara de Comercio Automotor. El directivo empresario ratificó que este comportamiento del mercado es mucho más perceptible en la gama de autos caros, sin distinción entre nacionales e importados.
Las ventas en esta franja exclusiva de clientes de muy alto poder adquisitivo cayeron a la quinta parte respecto del ya recesivo año pasado, según estimaciones de operadores del sector. Príncipe señaló que “el sector automotor viene de tres años de recesión, pero la situación se agravó notablemente desde principios de este año” en virtud de la incertidumbre y la crisis financiera. Pero en los últimos meses apareció en escena un elemento inesperado, “una suerte de paranoia respecto de la seguridad, que llevó a que muchos de los que tienen vehículos muy caros traten de no mostrarse con ellos y los tengan hoy guardados en la cochera o hayan salido a venderlos, pero teniendo que aceptar cotizarlos a valores irrisorios”.
El temor a los secuestros es mayor que a los robos, señaló el directivo de la CCA. “La gente trata de no hacer ostentación de riqueza; tengo clientes que han vendido o guardado su auto de esa gama muy cara para comprarse un auto nacional de dos o tres años de antigüedad para andar en la calle”, contó. El temor es mayor en aquellos que usualmente utilizan el auto con su familia, por la sensación de que en cualquier momento le pueden secuestrar a un pariente por el simple hecho de transitar en un auto muy caro que sería interpretado como sinónimo de mayor disponibilidad o acceso al efectivo. “Se tiene la sensación de que hoy los secuestros se hacen al voleo, no sobre personas elegidas”, apuntó Príncipe. En las redes de concesionarias con salones de venta a lo largo del país se asegura que las pocas operaciones que aún se realizan en la franja de los más caros corresponden, en su mayoría, a localidades del interior. No existe en esos lugares la sensación de inseguridad que se vive en las áreas metropolitanas, y además las familias de fortuna son vastamente conocidas sin depender del auto en el que viajen. Cuánto más puede persistir esta situación, pocos se arriesgan a decirlo. Lo cierto es que las condiciones sociales han modificado profundamente el comportamiento del mercado, incluso de los menos afectados por la crisis. El auto lujoso, que solía ser un símbolo deseable de status, hoy pasó a ser sinónimo de riesgo para sus poseedores. Habiendo miseria, si hay plata que no se note.