ECONOMíA
“Argentina no contagió a Brasil”
A Uruguay, en cambio, sí, según evaluó en una entrevista con Página/12 Ricardo Schefer, profesor de temas financieros en el CEMA.
› Por Julio Nudler
“Estadísticamente no hay contagio. Si uno mide los mercados de bonos y de acciones de Brasil y la Argentina, contagio no se ve –dice Ricardo Schefer, profesor de temas financieros en el CEMA–. Puede haber causas correlacionadas, pero no una relación causa-efecto. La idea del contagio sobreviene después: al ver que dos o más países de una región andan mal, todo el mundo empieza a buscar relaciones entre las diversas crisis. Sin embargo, los procesos internos están bien diferenciados y respondiendo a diferentes motivos, si bien coincidentes en el tiempo. Esto no quita que, en una segunda etapa, el problema se derrame y tome el aspecto de un contagio.”
–Esto respecto de Brasil. ¿Y Uruguay?
–La rotura de Uruguay, pobre, es sí un mérito argentino. Hace muchos años venían disfrutando de los depósitos argentinos, y la pregunta era qué hacían con la plata. La respuesta es que buena parte volvía a la Argentina, con lo cual puede decirse que los uruguayos se la buscaron. Ellos no pueden decir que no nos conocían.
–¿Cómo ve el futuro?
–A mí me interesa que los analistas políticos me digan si habrá algún paralelismo entre los procesos electorales brasileño y argentino. Por el lado económico, me imagino que tarde o temprano Brasil y Argentina deberán ponerse de acuerdo en algo en serio.
–¿Algo como una moneda común?
–La gran devaluación brasileña de 1999 fue el principio del fin de la convertibilidad argentina. Y ahora que se vuelve a discutir un régimen monetario para la Argentina, yo no puedo estar con los dolarizadores, y no por razones ideológicas sino prácticas, por un problema del tipo de cambio real.
–Aunque se dolarice después de haber hecho esta enorme devaluación del peso...
–Es que estos precios relativos no podrán sostenerse. Todo volverá a encarecerse.
–Va a haber inflación en dólares...
–Sí. De nuevo vamos a ser caros en dólares. Hay que entender que la Argentina comercia con sus vecinos, como cualquiera. Todo esto del ALCA, de la Unión Europea está muy lindo, pero finalmente un país comercia con su región. Por eso es impracticable tener un tipo de cambio real muy diferente del que tengan los vecinos.
–¿Esto no lo ven los dolarizadores?
–Cuando los economistas hablan de dolarización sólo piensan en términos del mercado de capitales financieros, pero hay que considerar el mercado de trabajo y el capital físico. Si la Argentina dolarizara, se reiniciaría el éxodo de empresas a Brasil. Y también volvería la importación de mano de obra. A la Argentina, además de capital, en los ‘90 también ingresó trabajo, por la gran movilidad regional de la mano de obra.
–¿No encierra algo de xenofobia el planteo?
–No en mi caso. Pero el ingreso de trabajadores es un problema.
–¿En qué sentido?
–En que si el país no genera una inversión monstruosa, capaz de absorber a dos millones de personas inmigradas desde la región, se provoca un desplazamiento de mano de obra local. Esto ocurrió en la industria de la construcción, por ejemplo, porque llegaron trabajadores mejor capacitados que los argentinos. A esto había que añadir las remesas de dinero al exterior. La Argentina estuvo atenuándoles el problema del desempleo a los ministros de Economía de Paraguay, Bolivia y Perú, y encima girándoles dinero. Dolarizando, el país volvería a esa situación, sobre todo si los demás no lo hacen. La Argentina no es Estados Unidos, ni siquiera California. No puede soportar que se vayan plantas a Brasil y vengan operarios semicalificados de los demás vecinos porque acá se gana en dólares. –¿Entonces?
–El flujo de comercio y de inversiones (miremos lo de Petrobras) en la región es demasiado importante como para que la Argentina conciba su régimen monetario independientemente del que tengan Brasil y el resto del Mercosur.
–Pero el comercio intrazona se derrumbó en los últimos tiempos...
–Sí, pero es algo transitorio. La cercanía física y el conocimiento mutuo hacen que siempre los vecinos sean los principales socios comerciales.
–¿Cómo pueden Brasil y Argentina digerir su enorme endeudamiento acumulado?
–En el primer default argentino, en 1982, también parecía que no saldríamos nunca más. Pero siempre se sale por la escalera del crecimiento. Cuando vean que hay negocio, los capitales volverán. Hoy los activos no valen nada porque los flujos de caja son muy reducidos. Pero con un Estado que gaste poco y bien, con un tipo de cambio que permita competir, y acabando con el corralito, paulatinamente volverá el crecimiento. Lo más difícil es restaurar un sistema de crédito si no se dolariza.
–¿Por qué la dolarización facilitaría el crédito?
–Por la banca offshore.
–¿Y esa banca prestaría en la Argentina?
–Toda la vida hubo crédito de bancos del exterior a empresas argentinas. Cada vez que éstas querían un préstamo de cierto monto y cierto plazo, los proveedores de los fondos fueron esos bancos. Para bancos con 300 mil millones de dólares de activos, geográficamente distribuidos, prestar cinco o diez mil millones en la Argentina no puede ponerlos en riesgo. Están acostumbrados al negocio de prestar en todo el mundo, evitando concentrar el riesgo en un país.
–Pero se supone que así sólo las empresas grandes tendrían crédito...
–Puede ser, pero es mejor que nada. Hoy la catástrofe es que no hay crédito para nadie. Y no olvidemos que los bancos argentinos tomaban plata en el exterior y la represtaban adentro. La gran macana de democratizar la banca offshore es que sólo puede hacerse en un contexto dolarizado, que es muy nocivo para el empleo y la inversión real.
–¿No puede haber un régimen bimonetario?
–En principio, sí, aunque... Por otro lado, la Argentina corre el riesgo de una dolarización de facto, si bien este peligro se alejó en los últimos meses. El desafío es reconstruir un sistema bancario sin dolarizar. Nadie encontró hasta ahora una respuesta. Yo tampoco.