ECONOMíA › ROBERT BOYER, ECONOMISTA FRANCES, ANALIZA AMERICA LATINA
Para evitar la presión de Estados Unidos, Boyer recomienda imitar a los asiáticos, que en silencio avanzan con reformas que los libera de instituciones como el FMI. Estima que la Argentina tiene que aumentar la tasa de inversión, en especial en el sector energético.
› Por Fernando Krakowiak
El economista francés Robert Boyer visitó el país la semana pasada para dictar un seminario organizado por el Ceil-Piett. En diálogo con Página/12, este experto en la teoría de la regulación aseguró que la Argentina necesita invertir el 30 por ciento del PIB para consolidar la recuperación. También sostuvo que sería positivo que los países de la región concreten iniciativas para no tener que volver a depender del FMI, como están haciendo los asiáticos. Sin embargo, aseguró que el defecto de algunos gobernantes latinoamericanos es que “hablan mucho y hacen poco”. “Hablar puede traer consecuencias negativas porque los estadounidenses se preocupan, bloquean las iniciativas y el proceso de integración entra en crisis”, afirmó.
–¿Lo sorprendió el crecimiento sostenido que viene teniendo la economía?
–No tanto, porque este crecimiento llegó después de una fuerte crisis. Hay una cierta proporcionalidad entre la caída inicial de la producción y la recuperación posterior. Lo que sorprende es la velocidad. Además, la coyuntura mundial hasta ahora ha sido muy favorable.
–Hace dos años, cuando la economía había comenzado a crecer, usted señaló que si no se hacían ciertas reformas se podía caer en una nueva crisis. ¿Se hicieron esas reformas?
–La buena noticia es que hubo una fuerte recuperación de la inversión, pero no tanto como para sostener un crecimiento de 10 por ciento anual. En China se invierte un 45 por ciento del producto para poder crecer al 10 por ciento. En la Argentina, en cambio, se está invirtiendo cerca del 23 por ciento. Es un muy buen porcentaje en términos históricos, pero no alcanza. Hace falta invertir en infraestructura pública para compensar lo que no se hizo en la década del ‘90 y garantizar un crecimiento como el actual. No será fácil porque hasta ahora la recuperación se financió con una parte de las ganancias y no con el crédito. La mayoría del crédito no está orientado a la inversión productiva sino al consumo privado. La recuperación aún está a mitad de camino y si llegara a haber una crisis en Estados Unidos o en China se podría producir una reversión completa. El sistema todavía no es sustentable; lo que ha tenido es mucha buena suerte.
–Usted pone como ejemplo a seguir la tasa de inversión china, pero parece un objetivo imposible de cumplir.
–No hace falta igualar a China. La Argentina necesitaría invertir por año el 30 por ciento del producto para revertir la situación actual, sobre todo en gas y electricidad.
–¿Esa tasa de inversión se puede sostener con ahorro interno o se necesita la llegada de capitales extranjeros?
–Con la excepción de Estados Unidos, donde hay un flujo permanente del ahorro mundial, los otros países no pueden imaginar que sus problemas internos se van a resolver con la llegada del capital extranjero. A largo plazo, la tasa de inversión es igual a la tasa de ahorro nacional. En Corea, por ejemplo, la penetración del capital extranjero provocó una burbuja en el sector de la construcción y en la Bolsa. En el caso de China no necesitan ahorro extranjero sino la tecnología que las multinacionales introducen. Lo importante no es tanto el ahorro sino los conocimientos de la organización productiva a nivel mundial. Además, el ahorro argentino depositado en el exterior evidencia que el país tiene recursos suficientes. Lo que se necesita es la estabilización del sistema financiero doméstico, pues si la gente tiene confianza en la estabilidad de la moneda, va a volver a invertir en el país.
–En el país todavía se discute cuál debe ser el modelo de desarrollo a seguir para lograr una mejor inserción internacional. ¿Se puede imitar la experiencia de industrialización llevada adelante por países asiáticos como Corea y Singapur?
–En los países asiáticos, la falta de recursos naturales operó como un imperativo para impulsar la industrialización. Se necesitaba un fuerte superávit manufacturero para hacer viable el sistema. Además es importante recordar que esos países iniciaron su desarrollo en un momento muy favorable de la economía mundial en el cual se podían desplegar medidas proteccionistas sin tener la necesidad de adecuarlas a las normas que fija actualmente la Organización Mundial del Comercio.
–Entonces, ¿qué modelo de desarrollo debería impulsar la Argentina?
–La industrialización debe estar orientada a agregar valor a las materias primas agrícolas.
–El país ha sido muy vulnerable en el último siglo por depender casi exclusivamente de la venta de materias primas.
–En el pasado, la Argentina competía con Estados Unidos y Europa; pero la aparición de China e India en el mercado internacional modificó ese escenario. Si la demanda china continúa, la Argentina puede crecer exportando productos agrícolas con valor agregado.
–La principal ventaja comparativa de la Argentina en estos últimos años ha sido la fijación de un tipo de cambio competitivo. ¿Se puede seguir sosteniendo ese tipo de cambio?
–Se puede aprovechar esta situación cuatro o cinco años más, pero es imposible imaginar dos décadas con este tipo de cambio. El flujo de capitales y la inflación diferencial va a ir corrigiendo esta situación. No obstante, lo que hay que evitar son las fuertes oscilaciones. La apreciación debe ser continua y muy suave para que los actores económicos puedan adaptarse.
–¿La independencia del FMI y la coordinación de políticas a nivel regional pueden ayudar a lograr esa mayor estabilidad?
–Los planes de ajuste y estabilización que impulsó el Fondo Monetario Internacional han tenido consecuencias desastrosas. Por lo tanto, sería positivo que los países de la región intenten llevar adelante formas de cooperación para estabilizar el tipo de cambio sin necesidad de recurrir al FMI, pues el control que Estados Unidos ejerce sobre ese organismo lo ha convertido en una herramienta de Washington. Por ejemplo, los países asiáticos tienen claro que no hay que repetir el error de adherir a planes de ajuste del FMI. Por eso están coordinando políticas conjuntas para que cuando un país entre en crisis se lo pueda rescatar con las reservas que están acumulando los bancos centrales de la región.
–¿Es posible hacer lo mismo en Sudamérica?
–El defecto de algunos gobernantes latinoamericanos es que hablan mucho y hacen poco. Los asiáticos, en cambio, no lo dicen, pero lo hacen. Hablar puede traer consecuencias negativas porque los estadounidenses se preocupan, bloquean las iniciativas y el proceso entra en crisis. Hay que empezar modesta y silenciosamente. No sirve de nada salir a declamar que se va a crear un banco para competir con el FMI, como dice el presidente venezolano Hugo Chávez.
–Las fuertes asimetrías existentes entre los países de la región también parecieran dificultar la integración.
–Sin duda, la integración europea ha sido exitosa porque los países tenían un nivel de desarrollo similar y pudieron fijar objetivos comunes. Cuando hay un país tan grande como Brasil, la situación cambia. Para impulsar la integración se necesitan países que quieran aliarse para tener poder a nivel mundial. Brasil considera que puede tener poder en el escenario internacional sin el Mercosur. En ese sentido es más parecido a Estados Unidos, se ve a sí mismo como un imperio.
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