La versión indica que Esso dejaría el país. Razones de estrategia mundial, pero también de mercado interno. ¿Le seguirán otras?
› Por Raúl Dellatorre
La versión del retiro de Esso de la Argentina tomó por sorpresa a la opinión pública y a cierta dirigencia política y empresaria media, pero no al Gobierno ni a quienes se mueven a diario en el sector petrolero. La noticia publicada ayer por Clarín indica que la primera petrolera mundial, Exxon-Mobil, habría encomendado al banco de inversión J.P. Morgan encontrar interesados en la refinería de Campana y las 90 estaciones de servicio de la red propia distribuidas en todo el país. No es una operación sencilla ni sobran candidatos. Pero los más experimentados e informados del sector ayer descontaban que la empresa estadounidense empezó, lentamente, a hacer las valijas, y “por lo que le queda en el país, no esperen que invierta ni en cambiar las cortinas”. Eso, en todo caso, es otro problema, que no es menor, no es nuevo ni es ajeno a la decisión que habría tomado Esso: la expansión de refinerías en el país se estancó hace más de una década.
En la eventual decisión de Esso de abandonar el país se cruzan dos argumentos que confluyen: la pérdida de rentabilidad del negocio de refinación (“downstream”, en la jerga sectorial) en los últimos años y la estrategia mundial de Exxon-Mobil de privilegiar el aumento de las reservas petroleras mundiales que hoy controla, como base insoslayable de sus negocios futuros.
Esso, al igual que Shell, no posee yacimientos propios en el país, sino que compran el petróleo que refinan a productores que se los venden al precio internacional menos las retenciones a la exportación. Es lo que se denomina “paridad de exportación”, cuya explicación teórica es que haría indiferente para el productor que extrae el crudo, exportarlo o venderlo internamente. Así, con cada aumento del precio internacional del crudo y con el valor de los combustibles congelados o retrasados, el margen de rentabilidad de la refinación viene en declive. Que no es lo mismo que decir que “pierde plata”, pero evidentemente las refinadoras “puras” quedan en desventaja frente a las petroleras integradas, que extraen, refinan y comercializan, como es el caso de Repsol YPF y Petrobras.
El Gobierno le fijó una política “dura” a los petroleros en materia de precios de combustibles, desautorizando –aunque no aplique para ello ninguna regla escrita– cualquier aumento en surtidor. Las correcciones de precios, que de todos modos ocurrieron, igual estuvieron lejos de compensar el aumento del precio de la materia prima.
La política oficial “dura”, sin embargo, tuvo algún gesto de flexibilidad hacia las petroleras, permitiéndole exportar los excedentes de naftas (que salen de refinería como una proporción fija, con respecto al gasoil, por cada barril de crudo procesado) luego de agotada la colocación de gasoil en el mercado interno. Las ventas al exterior de naftas a precios internacionales resultó una retribución extra que ayudó a redondear mejores resultados de Esso en el país.
Pero, para una compañía que se ubica en el primer lugar en el mundo controlando todas las etapas del negocio (extracción, refinación, producción de derivados químicos y petroquímicos, transporte y comercialización), esta retribución secundaria no es determinante. Más importan las perspectivas, y éstas le indican que difícilmente, por unos cuantos años, en Argentina se pueda salir del “cepo” que las petroleras entienden que existe sobre el precio de los combustibles.
Hasta el año pasado, Exxon-Mobil era la mayor empresa del mundo, según el ranking de Fortune (relegada este año al segundo lugar por Wal Mart). Como tal, acompañó la política de George Bush en toda su gestión, principalmente en sus intervenciones en el Medio Oriente y el reparto de negocios en Irak. Sus reservas internacionales –siguiendo el discutible criterio de computar como propios los yacimientos que opera en varios países– superan los 20.000 millones de barriles. Sus ganancias en un año normal equivalen a cien veces lo que podría obtener de la venta de sus activos en Argentina (15.000 millones de dólares contra 150).
La decisión de fortalecer su posición mundial mediante un juego de alianzas con otros grandes players y la estrategia de ampliar su base de reservas viene operándose desde hace por lo menos un lustro. Argentina dejó de ser un objetivo, no presenta atractivos en materia de reservas, pero tampoco la alentó para extender aquí sus negocios en química y petroquímica. Podría interpretarse que el retiro de Esso empezó mucho antes que ahora. La pregunta aún sin respuesta es si hay otras empresas, frente a las actuales perspectivas, haciendo la misma lectura.
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