Vie 18.01.2002

ECONOMíA  › DEBATE EN FRANCIA POR LA CRISIS

El modelo y la corrupción institucionalizada

› Por Eduardo Videla

Por Eduardo Febbro
Desde París

La crisis argentina tuvo un amplio despliegue informativo y varios debates en Francia. Sociólogos y economistas se enfrentaron por escrito, a menudo con violencia, por las razones que condujeron a lo que muchos llaman en París “la tragedia argentina”. Bernard Maris, profesor de Economía en la Universidad de la Sorbona, y Jérôme Sgard, economista especialista en economías emergentes y miembro del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales, protagonizaron un acalorado debate en el matutino Liberation a propósito del “ex modelo argentino”. Según Maris, el FMI y los “expertos del mercado” sangraron literalmente a la Argentina. Son “stalinistas de la economía” que se encuentran “a mil leguas de la realidad, perdidos en su utopía, el mercado”. La respuesta no tardó en llegar. Con un artículo riguroso y detallado, el economista Jérôme Sgard respondió a los “insultos” de Maris explicando el lento descenso a los infiernos de la economía nacional y poniendo el acento en la “utilidad” de una devaluación frente a la socialmente riesgosa dolarización. En esta entrevista con Página/12 Sgard explica por qué el mejor alumno del FMI explotó en pleno vuelo.
–Contra la mayoría de los inversionistas, usted elogió la devaluación.
–El nuevo gobierno argentino tenía dos posibilidades: la primera, que hubiese respondido a las críticas del sistema financiero internacional y habría aparecido como la más tranquilizadora, consistía en dolarizar, transformando así la economía argentina. La ventaja es que a corto plazo, se habría puesto término a la crisis, a la preocupación social y al riesgo de que se produjera una crisis bancaria de grandes proporciones. Lo malo es que el país se habría encerrado todavía más en un sistema de cambio sub competitivo, con perspectivas limitadas de reactivación del crecimiento. En suma, Argentina se habría metido en un camino sin salida. Intentar la devaluación era preferible pero también tiene muchos riesgos. La gran dificultad radica en devaluar y al mismo tiempo estabilizar la tasa cambiaria y el sistema bancario, evitando así que se desemboque en una crisis monetaria de gran escala cuyo resultado sería similar al de la dolarización, pero con una crisis bancaria como agregado. Era preciso probar la devaluación, tanto más cuanto que si se puede devaluar de manera ordenada, eso le abrirá al país nuevas perspectivas de crecimiento. Claro, el riesgo de que todo se dispare siempre está latente.
–Los inversores, especialmente los españoles, presionaron mucho al gobierno. ¿Es normal que el presidente del gobierno español sea portavoz de empresas de su país?
–De ninguna manera. En las circunstancias actuales, efectuar repetidas demandas ante el gobierno argentino para proteger las tarifas en dólares de Telefónica de España es algo vergonzoso. Una empresa que invierte en un país sabe que algún día puede producirse una crisis o una devaluación. Es un riesgo que asumen. Hacer presión sobre el gobierno para proteger los intereses particulares de Telefónica en momentos en que hay un 20 por ciento de desempleo y la amenaza de una crisis mayor es algo que me asombra mucho.
–El FMI y los países industriales se mostraron poco solidarios.
–Para el FMI y los países del G7 la prioridad consiste en intervenir lo más rápida y eficazmente posible para ayudar al gobierno argentino. La situación es tal que no hay que dejar que Buenos Aires se las arregle sola ni esperar que el gobierno llegue con un programa.
–¿Qué deja cómo lección esta crisis?
–Creo que nos enseña que para que las reformas liberales funcionen bien es preciso que detrás haya instituciones políticas sólidas, una sociedad que negocia y discute con las fuerzas políticas y reglas del juego de lacompetencia fijadas claramente y defendidas por instituciones políticas que no estén corrompidas. A menudo se olvida que la economía de mercado son también reglas de Estado de derecho sin las cuales el mercado se convierte en la ley del más fuerte.
–La gestión de Menem no respondió entonces a esos criterios.
–Efectivamente. En este plano, el fracaso consistió en hacer reformas económicas muy tecnocráticas y centralizadas con un telón de fondo de reglas políticas que correspondían al peronismo tradicional. Paradójicamente, lo que la sociedad argentina pedía, y así se vio en las elecciones del 99, era una modernización política del país: lucha contra la corrupción, aparatos políticos más transparentes, reglas del juego más limpias. Durante varios años, las clases medias argentinas expresaron un deseo que yo calificaría de europeo y que no encontró respuesta.
–¿Y Cavallo, dónde se sitúa el fracaso de su segunda gestión?
–Pienso que su principal fracaso consistió en haber tomado la misma decisión que los gobiernos precedentes y que el FMI. Cavallo dio a entender que no sabía cómo hacer para salir del sistema de cambio fijo y trató de defenderlo hasta el final. En realidad, lo que hubiésemos podido esperar de alguien como Cavallo, que es un excelente economista, que conoce muy bien esos problemas, que tenía muy buenos contactos internacionales y un gran crédito en la población argentina, en fin, que hubiese podido ser el autor de un plan ordenado y eficaz para salir del cambio fijo. Si Cavallo tiene una responsabilidad es justamente esa, no haber asumido la salida del cambio fijo.

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