Dom 30.12.2007

ECONOMíA

¿Adónde conviene aportar, a las AFJP o al Estado?

Es la pregunta que se formulan miles de personas sobre el cierre del plazo para cambiar de régimen previsional. En los últimos días se aceleraron los traspasos y ya rondan 1,5 millón.

› Por David Cufré

La avalancha de traspasos de las AFJP al régimen de reparto de los últimos días elevó el número de personas que cambiaron de régimen jubilatorio a cerca de 1,5 millón. La cifra triplica las proyecciones de las administradoras cuando arrancó la opción, el 12 de abril pasado. El plazo para iniciar el trámite de migración finaliza mañana a las 24 –se hace exclusivamente por Internet, a través de la página www.opcionjubilatoria.gov.ar–, mientras que después habrá tiempo hasta el 15 de enero para completar la tarea, que consiste en llevar los formularios impresos a cualquier delegación del Correo Argentino o de OCA. Este último paso es indispensable para efectivizar el cambio de sistema. Quienes dejen pasar esta oportunidad deberán esperar cinco años para tener una nueva chance, regla que excluye a las mujeres que dentro de un lustro hayan superado los 50 años y los hombres que hayan pasado los 55. Para ellos, ésta es su última vez.

No existe una fórmula lineal que permita responder cuál régimen es más conveniente. Depende de una gran cantidad de variables y de situaciones que pueden darse de una manera u otra y que llevarían a resultados completamente distintos. Se supone que un hombre joven, de menos de 40 años, que trabaja en blanco y percibe un salario de 1500 pesos netos en adelante es candidato a anotarse en una AFJP, porque dispone de 25 años o más para acumular aportes en su cuenta individual y lograr de ese modo un ahorro considerable para el momento del retiro. Sin embargo, esa persona deberá tener en cuenta que todo el esfuerzo por engrosar su fondo capitalizable puede derrumbarse frente a una crisis financiera de magnitud, que le provoque pérdidas cuantiosas y no le dé chances de recuperarse si eso sucede poco antes del día de su jubilación. En ese caso, seguramente largará una maldición por no haberse anotado en reparto, que lo cubre de esa contingencia.

Por el contrario, un boom de los mercados podría dejar a esa persona todavía en mejor posición. Conceptualmente, el modelo de las AFJP descansa sobre el supuesto de una economía estable, con una evolución personal siempre ascendente. En una economía “serrucho”, que sube y que baja, como ha sido históricamente la argentina, los ahorros de los afiliados tenderán a licuarse. Y a aquellos que en su vida laboral les toque pasar por largos períodos sin efectuar aportes, por quedar desocupados o verse forzados a trabajar en negro, correrán el riesgo de juntar tan poco dinero en sus cuentas que al día de jubilarse se les agote en poco tiempo. Es lo que ocurrió en Chile, adonde actualmente más del 50 por ciento de los jubilados por el sistema de AFP debieron ser rescatados por el Estado porque ya consumieron lo poco que habían acumulado. La jubilación privada arrancó en aquel país en 1981 y hoy se encuentra en proceso de reforma.

A grandes trazos, seguramente harán muy mal negocio anotándose en una AFJP los trabajadores que transitan la mayor parte de su vida laboral en la informalidad, los que perciben salarios en blanco inferiores a 1500 pesos, los hombres de más de 50 años y los autónomos. En todos esos casos, sus posibilidades de amasar una buena cifra en su cuenta individual son escasas y las perspectivas de quedarse sin nada en poco tiempo se agigantan.

Por otras razones, las AFJP no parecen lo mejor opción para las mujeres en su conjunto, para los hombres casados con una mujer diez años menor y mientras más joven peor, y para aquellos que tengan hijos discapacitados. En estos últimos dos casos, el motivo para huir del régimen privado es que para calcular la renta vitalicia las compañías de seguros estiman los años de pensión a la viuda o al hijo, y eso reduce los haberes a su mínima expresión.

En cuanto a las mujeres, por el hecho de jubilarse antes que los hombres –a los 60 años, en lugar de 65– y por tener una expectativa de vida mayor –82 años, contra 78 del sexo masculino, según la reglamentación actual–, su fondo capitalizado se divide por mayor cantidad de años: 22 contra 13 de los hombres. En consecuencia, una mujer que junte exactamente la misma cantidad de dinero que un hombre en su AFJP cobrará menos que él al día del retiro. Esto no ocurre en el Estado: a igual nivel de aportes, la jubilación es la misma, por más que ellas vivan más y accedan antes al retiro.

¿Y qué pasa con el Estado? La historia lo condena. Los jubilados por el régimen público sintieron más de una vez sobre sus espaldas el rigor de las restricciones fiscales. Todavía hoy no fue reestablecido un índice transparente de actualización de haberes, aunque probablemente ocurrirá el próximo año a partir del reciente fallo de la Corte Suprema. El gobierno anterior hizo algunos ajustes que mejoraron el sistema de reparto, como aumentar la base de cálculo de los haberes y constituir un Fondo de Garantía de Sustentabilidad del régimen, adonde se resguarda el superávit de la Anses. Los defensores del sistema público sostienen que el Estado “siempre está” y “siempre da revancha” para acceder a algún beneficio, mientras que en la relación con las AFJP y con las compañías de seguro que al momento de la jubilación otorgarán una renta vitalicia es la ley del más fuerte.

A esta altura, una cuestión a tener en cuenta es cómo se calculan los haberes por el régimen público y el privado.

–¿Cómo se estiman los haberes en reparto?

–Es la suma de la PUB (prestación básica universal) de entre 200 y 230 pesos mensuales, la Prestación Complementaria (por los aportes realizados al sistema público antes de la reforma de 1994) y la PAP (prestación adicional por permanencia). La PC y la PAP equivalen a 1,5 por ciento del salario promedio de los últimos diez años de aportes. Es decir, una persona que en sus últimos diez años de vida laboral tuvo un sueldo promedio de 1000 pesos, debe contabilizar 15 por año (1,5 por ciento) y multiplicar esa cifra por la cantidad de años aportados al régimen público. Si son 30 años, multiplicado por 15, arroja 450 pesos. A eso se suma la PBU. Si en lugar de 1000, su promedio salarial fue de 2000, la jubilación será de 900 pesos más la PBU.

–¿Cómo es en una AFJP?

–También cuentan con PBU, que paga el Estado. Al momento de jubilarse, se toma el total de fondos acumulados y se puede optar por un retiro programado o una renta vitalicia. Para llegar a los mismos 450 pesos, un hombre debió capitalizar 80 mil pesos (por cada peso de jubilación debió haber acumulado 178 pesos en su cuenta) y una mujer 90 mil (por cada peso debió juntar 200 pesos, por su mayor expectativa de vida y porque se jubila antes). Para ganar 900 pesos, el hombre tuvo que haber capitalizado 160.000 pesos y la mujer, 180.000.

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