1,6 millón de personas realizaron el trámite por Internet, pero deben ratificar personalmente en una oficina postal el traspaso para que el trámite no quede inconcluso.
› Por Fernando Krakowiak
Mañana vence el plazo para entregar en el correo los formularios de traspaso al régimen previsional de reparto. El Gobierno informó a comienzos de mes que 1,6 millón de personas realizaron el trámite por Internet, pero si no ratifican su decisión personalmente en una oficina postal la gestión quedará inconclusa y no tendrá validez. En ese caso, deberán esperar cinco años para volver a optar. La Anses estima que van a pasar entre 1,2 y 1,3 millón de trabajadores, pero no difundió datos oficiales indicando cuántos lo hicieron hasta ahora.
Todas las cifras parciales que fue brindando el organismo desde que se habilitó el traspaso, el 12 de abril del año pasado, correspondieron a los trabajadores que completaron el trámite por Internet. En un informe reciente, la Anses calificó a ese grupo como los que “hicieron efectiva su opción”. La definición es incorrecta porque el traspaso sólo se efectiviza cuando el interesado firma los formularios delante del empleado del correo, le presenta el DNI para demostrar su identidad y entrega dos de las tres copias de adhesión.
De hecho, quienes completaron el registro en la página web pero nunca fueron al correo recibieron por mail un mensaje de la Anses titulado “recordatorio trámite opción jubilatoria” donde se destacaba que “para completar su trámite deberá presentarse en cualquier oficina del Correo Argentino o de OCA”. En cambio, quienes cumplieron el último requisito recibieron otro mail confirmando que la solicitud de cambio se encontraba concluida.
Para los trabajadores que entre hoy y mañana deben decidir si presentan sus papeles o dejan pasar la oportunidad, ya no queda nada nuevo por decir respecto de lo que este diario vino informando durante los últimos ocho meses. Al momento de optar, el trabajador puede precisar su sexo, edad, estado civil, salario, años aportados y comisiones actuales, pero desconoce cómo evolucionará en el futuro su ingreso, la inflación, las comisiones, la rentabilidad de los fondos, la tabla actuarial de mortalidad, la tasa de ajuste de la renta vitalicia y su estado civil. Por lo tanto, sólo se pueden realizar estimaciones elaborando supuestos que siempre serán de cumplimiento incierto.
Esta incertidumbre se potenció debido a la falta de una campaña de difusión pública masiva para orientar a la población. Los especialistas recomendaban publicitar en la televisión y poner mesas en plazas y lugares de trabajo para asesorar a los trabajadores, planteándoles distintos escenarios, tal como lo hicieron las promotoras de las AFJP que en los ’90 recorrían empresas regalando souvenires y prometiéndoles el paraíso a quienes les cedieran sus aportes a los bancos. Sin embargo, el Gobierno se limitó a abrir la opción dejando a los trabajadores a la deriva. Cuando las AFJP se dieron cuenta de que no iba a haber una campaña activa por parte del Estado se dedicaron a esperar que el plazo de opción se cumpliera sin hacer demasiadas olas.
El derrotero del sistema de reparto y de la opción privada tampoco ayudaron al momento de tomar una decisión. En el pasado, el ahorro previsional fue la caja donde metieron mano sucesivos gobiernos para solventar necesidades de coyuntura hipotecando el futuro de los jubilados. El sistema de capitalización fue todavía peor, porque las administradoras se quedaron con el 30 por ciento de los aportes previsionales acumulados desde 1994 (cerca de 30 mil millones de pesos a precios de 2006) y con el resto del dinero se dedicaron a especular financieramente con resultados catastróficos para el trabajador. El colmo fue cuando le prestaron al Estado parte de ese dinero a tasas usurarias.
Además, los fondos que se fueron a las AFJP desfinanciaron un sistema público que tenía como pilar la solidaridad intergeneracional. Antes el aporte de los activos servía para pagar la jubilación de los pasivos, pero desde que desembarcaron las AFJP la mayoría de los recursos fueron a cuentas de capitalización individual que financiaron la especulación de los bancos mientras el Estado perdía el principal recurso para pagarles los haberes a los jubilados actuales. Quienes opten por volver al Estado, al menos ayudarán a revertir esa situación.
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