La onza tocó un pico de 914 dólares, para cerrar a 903, mientras que bancos especulan con una carrera hasta los 1000 dólares. La debilidad de la economía de EE.UU. impulsa la cotización del oro.
La cotización del oro quebró un nuevo record. Ayer cerró en 903 dólares la onza en el mercado de Nueva York, luego de rozar el pico de 914 dólares durante la jornada. En las primeras dos semanas del año, el valor se incrementó un 6 por ciento y desde algunos bancos internacionales prevén que la onza trepará a los 1000 dólares en el corto plazo. La escalada está fundada en cuestiones estructurales, como la debilidad del dólar y una demanda que crece por encima de la producción. También es cierto que, alrededor del metal precioso, se desató una ola especulativa de la que son protagonistas grandes fondos de inversiones internacionales.
El oro es identificado por los ahorristas como un buen refugio en momentos de alta inflación. Sin embargo, el escenario en Estados Unidos es más complejo. Las presiones inflacionarias, provocadas por el barril de petróleo en 100 dólares, existen pero se combinan con un serio riesgo de recesión. De hecho, ayer los operadores de Wall Street apostaron a que la Reserva Federal (banca central estadounidense) volverá a bajar la tasa de interés en su próxima reunión de fines de mes, pero esta vez en nada menos que en 75 puntos básicos, un hecho que no registra precedentes en las últimas dos décadas.
La debilidad económica y la clara tendencia bajista en el costo del dinero pincharon el dólar. Y es ésta una de las principales causas que explican el súper-oro. Si fuera nada más que por riesgos inflacionarios, las acciones de las compañías estadounidenses también podrían erigirse como refugio de las inversiones. Pero el temor a que una recesión golpee a los balances obligó a los financistas a tomar otras alternativas. Algo parecido sucede con los bonos de deuda emitidos por empresas. En general, esos papeles son elegidos por inversores que buscan una rentabilidad superior a la de un plazo fijo, pero el miedo a que la crisis obligue a las empresas a caer en default les sacó protagonismo a los títulos de deuda. El marco actual tampoco favorece a los plazos fijos, tradicional instrumento elegido por los más conservadores. Una inflación más alta afectó a las tasas de interés pasivas, que pasaron a ser negativas en términos reales, y les quitó atractivo a los depósitos.
En un escenario financiero complicado, con una fuerte dosis de incertidumbre, el oro reforzó su característica de ser un activo con poca volatilidad. A diferencia de otros metales que son utilizados masivamente por la industria y, por lo tanto, sus precios siguen el ciclo de la economía, el oro es una reserva de valor y mantiene su status de inversión conservadora. Y ahora se convirtió en la contracara de la debilidad del dólar.
La demanda potenciada del metal precioso hizo que la producción se quedara atrás. Durante el año pasado, la oferta de oro totalizó las 3826 toneladas. La mayor parte, un 65 por ciento, se derivó a la utilización de las joyerías. Un informe del banco de inversión JP Morgan destacó que la producción de este año se mantendrá prácticamente inalterada respecto de la de 2007, mientras que existe una fuerte suba de la demanda. Por lo tanto, la oferta de oro es cada vez más limitada y la perspectiva es de una tendencia alcista en el precio. Otro banco líder de Wall Street, Goldman Sachs, acaba de hacer una estimación de una onza de oro a 1000 dólares para el corto plazo. Durante el año pasado, esta fue una de las inversiones más redituables, al registrar un incremento del 32 por ciento en el precio.
Otro de los componentes estructurales que entraron en juego es que inversores que hasta hace poco apostaban por el mercado inmobiliario ahora se pasaron al oro, potenciando la demanda.
Hay fondos de inversiones internacionales que aprovecharon esta fiebre para obtener los favores de los jugadores pequeños y medianos. En Estados Unidos proliferaron los fondos comunes que se dedican con exclusividad al mercado aurífero. En los últimos meses se multiplicaron fondos del Reino Unido, Suiza, Sudáfrica, Turquía y Australia. Se estima que durante el año pasado, esos actores explicaron el 15 por ciento de la demanda total de oro. A esto hay que sumarle las crecientes compras por parte de la clase media de Asia, que invierte en joyas y lingotes.
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