Eliminación o reducción de programas sociales. Disminución de las partidas para planes educativos, de salud, medioambiente y energía. Aumento de gastos militares. Incremento de la partida destinada a combatir la inmigración clandestina y el narcotráfico en el exterior, principalmente en México y Colombia. Son los rasgos centrales del presupuesto anual que presentó George W. Bush para el próximo ejercicio fiscal, del cual resulta un déficit en las cuentas públicas de 3,1 billones de dólares, con un aumento de 400 mil millones sobre el desequilibrio del año actual. Más que atender la recesión, pareciera una propuesta para acelerarla y obsequiarle los efectos negativos al mundo. Bush está dispuesto a dejar el gobierno sin moverse del dogmatismo que lo llevó a la situación actual. Lo difícil es que el Congreso, con mayoría demócrata y en un año electoral, se lo vote.

“Nuestra prioridad es la defensa del país, así que damos financiación a nuestras fuerzas armadas y la seguridad nacional”, dijo el presidente Bush en la reunión de gabinete. Una de las causas de fondo de la crisis estadounidense está en los fuertes desequilibrios de la economía. Al llegar a la Casa Blanca, siete años atrás, Bush encontró un gobierno con cuentas superavitarias. La aplicación de recortes a los impuestos, la lucha contra la denominada amenaza del terrorismo internacional y las consecuencias de la recesión de 2001 llevaron las cuentas al rojo. El déficit había crecido hasta el record de 413.000 millones de dólares en 2004, pero desde entonces fue reduciéndose progresivamente. El salto previsto para este año y el próximo marcarían una reversión de la tendencia.

Según el proyecto, el déficit alcanzaría a 410 mil millones de dólares en el año fiscal que se inicia en octubre de este año, contra 162 mil millones presupuestados para el ejercicio que culmina en septiembre. Bush atribuyó el salto en el desequilibrio al impacto de la desaceleración económica sobre la recaudación y al plan previsto de recortes de impuestos, que sumarían 146 mil millones de dólares, según el proyecto que estudia el Senado.

Como medidas compensatorias, la Administración Bush propone recortar (eliminando, en algún caso) 151 programas considerados ineficaces, para ahorrar 18.000 millones de dólares. El gasto en salud para personas en edad de jubilarse, pobres y ancianos sufre un recorte de 208.000 millones de dólares. La educación, la justicia y el transporte también ven disminuidas sus partidas.

En cambio, el Pentágono recibirá un aumento de fondos del 7,5 por ciento, hasta los 515.000 millones de dólares, a lo que se añadirán otros 70.000 millones de dólares para sostener las invasiones a Irak y Afganistán. El presupuesto también prevé un aumento de casi 15 por ciento en programas internacionales, la mayoría para Afganistán, Pakistán e Irak. También se incluyen 500 millones de dólares para combatir el narcotráfico y el crimen organizado en México. Según la propuesta, Colombia seguirá siendo el mayor receptor de ayuda estadounidense en América latina, con 546 millones de dólares. Además, Bush propuso subir la partida de la Seguridad Nacional para combatir la inmigración clandestina, con más agentes y tecnología en la frontera, y más centros de detención.

Estos planes sólo reforzarían a los sectores ligados al complejo bélico, pero tendrían efectos recesivos sobre la ya castigada economía nacional. El recorte de transferencias a sectores bajos y medios, mientras se reducen los impuestos a los ricos, resultaría en una baja en la demanda para productos locales y una suba del ahorro (de los sectores de clase alta) y de consumos suntuarios, usualmente más vinculados a las importaciones. En vez de resolver la crisis, el paquete podría ahondar la inminente recesión en más de un sentido.