ECONOMíA • SUBNOTA
El avance de la frontera agrícola, en especial de los monocultivos, está eliminando la posibilidad de continuar con otra actividad agraria en la provincia de Entre Ríos. Hay productores minifundistas que no pueden recuperar su producción particular de sandías y batatas, debido a las fumigaciones que llevan a cabo los aviones en la zona. La creciente expansión de la siembra de soja, que en 2007 alcanzó las 20 millones de hectáreas, barrió con casi todos los cinturones verdes de producción de alimento que rodeaban los pueblos y que eran una natural barrera para los impactos de la agricultura industrial. Estos corredores verdes estaban generalmente constituidos por montes frutales, criaderos de animales pequeños, tambos y chacras de pequeños agricultores. Ahora los monocultivos llegan a las primeras calles de las localidades y las asperjaciones de venenos propios de los paquetes tecnológicos que acompañan a los monocultivos, a través de fumigaciones aéreas o terrestres, impactan en forma directa sobre las poblaciones. Prolifera también la actividad ganadera a través de “feedlot”, debido a que los animales quedan acorralados por la frontera agrícola, según explicó a PáginaI12 Marcelo Faure, de la agrupación López Jordán. Los productores vacunos encierran hasta 20.000 cabezas de ganado en pequeños corrales para su engorde. Está desapareciendo también la cría de ovejas, cerdos, cabras y gallinas.
El efecto de las fumigaciones no se circunscribe a las tierras cultivadas y a sus alrededores. La contaminación de los arroyos está afectando el recurso pesquero de la zona. Máquinas y tanques utilizados para los fertilizantes y herbicidas se vacían en los arroyos, afectando no sólo a la fauna marina sino a la gente que utiliza los arroyos para beber o bañarse. Las máquinas fumigadoras se guardan y se lavan dentro mismo de las zonas urbanas contraviniendo toda norma de prevención. Los aerofumigadores suelen decolar de los aeroclubes de las propias localidades y cruzan los pueblos perdiendo venenos cuando se dirigen o cuando retornan. Héctor Ramón Mendieta, productor local, encabeza un proyecto de piscicultura para salvar las especies de la zona. Se busca avanzar en el estudio de grandes represas para el tratamiento de la contaminación por agroquímicos. “A causa de esto la producción de peces se ha reducido notablemente”, explicó a este diario Mendieta. Al sur de Entre Ríos, en Diamante y Victoria, donde se daba la pesca industrial del sábalo, se arrasó con la actividad, siendo la base de la cadena alimentaria marina. Al momento, la única solución que se encontró es empezar a producir y criar peces y hacer una planta con apoyo del gobierno provincial. De todos modos, el pedido de los habitantes del lugar es por un mayor control de la situación en la provincia.
José Alberto Fontanini es productor algodonero. Trabaja sobre terrenos que alquila, pero el avance de la soja le está dejando poca superficie productiva para cultivar el algodón y tienen que salir a explorar terrenos vírgenes. “En este momento tengo que plantar 20 hectáreas de algodón y tengo, primero, que desmotar el campo que hace 15 años es chacra”, detalló a PáginaI12 Fontanini. No obstante, se siente afortunado de al menos haber conseguido un lugar para su cultivo. Son diez para 120 hectáreas listas para sembrar, pero con la soja comenzaron las duras negociaciones por el espacio. “Pagan fortunas por el alquiler del campo, y lo hacen con plata adelantada”, agregó el productor. Ante esta situación, los dueños de las chacras les piden a los algodoneros que les aumenten el pago para igualar la oferta de los pooles. Fontanini contó que, teniendo un contrato por siete años para un terreno de diez hectáreas, el propietario del lugar le pidió de todos modos que “le aumentara”. Otro, con siete hectáreas, incrementó el valor a 150 pesos por unidad. Son 23 productores entrerrianos que quedaron afuera del subsidio por 50 millones de pesos que se repartió para el sector debido a que no es considerada una provincia algodonera. Un trabajador del sector, que realiza la extracción a mano, obtuvo el año pasado un rendimiento promedio de 22.000 pesos anuales.
La principal causa de mortandad de abejas es por contaminación provocada por los pesticidas. Si bien todavía la región es terreno virgen para la actividad, el avance de la soja le deja poca salida a la actividad que requiere de diversidad en el hábitat. Tal es el caso que, cuando se fumiga en los campos aledaños, las abejas no vuelan para salir a buscar su néctar. Así lo explicó el producto apícola a este diario. Además del rocío de los insecticidas, las corporaciones diseminan, con el venteo de los granos, partículas tóxicas que afectan el corazón de las pequeñas chacras de la zona. “La siembra nos va desplazando a todos”, dijo Víctor Manuel Mendieta, quien reconoce que la producción en Entre Ríos es todavía virgen. El tema es que ya no están quedando lugares para la producción. “Estoy en un campo de costa, pero a mil metros están sembrando soja”, definió. Esto se suma a los problemas económicos que encuentra la producción respecto del valor de los combustibles, los materiales para la actividad y la escasez de la mano de obra, que se vuelca a la soja. Los apicultores encuentran además muy problemático comercializar en Paraná, ya que unos pocos se llevan el producto y pagan a 60, 90 o hasta 180 días. La producción de una colmena es de 30 o 35 kilos y se paga a razón de 6,70 pesos el kilo. “Para vivir se necesita una unidad económica de al menos 200 o 250 colmenas”, dijo Mendieta. En la zona, no hay productores con más de 50.
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