ECONOMíA • SUBNOTA › UN AUMENTO DISCUTIBLE
› Por Fernando Krakowiak
Los analistas ortodoxos, y no tan ortodoxos, que emprendieron una cruzada en contra de los que calefaccionan sus piletas en invierno celebraron ayer el anuncio oficial del próximo aumento en la tarifa de gas para los mayores consumos. Desde hace tiempo, vienen machacando sobre la injusticia que supone el gas “barato” para los sectores de alto poder adquisitivo, porque aseguran que este tipo de ajustes ayudan a equilibrar un esquema de precios relativos que había quedado desbalanceado luego de la devaluación, evitando el derroche de un recurso estratégico escaso e incentivando las inversiones privadas necesarias para incrementar la oferta. Así presentado, el aumento parece lógico, a tono con el sentido común. El problema es que ese sentido común descansa sobre una serie de supuestos que se han naturalizado y que son, por lo menos, discutibles. Por ejemplo, ¿en relación con qué la tarifa es “barata”? ¿Es seguro que el aumento del precio incentiva las inversiones y desalienta el consumo? ¿Los que más consumen son necesariamente los sectores de mayor poder adquisitivo?
En los últimos años fue cobrando fuerza la idea de que las tarifas de gas están “baratas”. Para justificar esa afirmación se suele hacer referencia al mayor precio que tiene este insumo en otros países de la región, sin tomar en cuenta ninguna consideración sobre los motivos que pueden estar explicando esa diferencia y, lo más importante, sin poner en relación el precio del gas con el costo que supone producirlo. Las privatizadas, y los analistas que les hacen el coro, hablan siempre de precios, pero nunca de costos.
Un dato que puede poner en duda la necesidad del aumento son las ganancias de las empresas del sector.
Repsol-YPF, responsable de la generación del 40 por ciento del gas que se consume en el país, obtuvo el año pasado una utilidad operativa de 6657 millones de pesos y desde la devaluación acumula una ganancia de 45.823 millones. Petrobras ganó 1536 millones de pesos en 2007 y suma 9895 millones de utilidad operativa en seis años. Transportadora Gas del Sur obtuvo 490 millones en 2007 y acumula una utilidad operativa de 2800 millones de pesos desde el fin de la convertibilidad. Mientras que Transportadora Gas del Norte ganó 203,6 millones el año pasado y en seis años suma 980,6 millones. Metrogas, salvo en 2002, obtuvo utilidades operativas en todos los balances posteriores a la devaluación, acumulando 407,7 millones de pesos. Gas Natural Ban, por su parte, en 2007 declaró ganancias por 142,3 millones de pesos, 410 por ciento más que el año anterior, y suma 387 millones en seis años.
Las empresas afirman que esas ganancias no son suficientes para garantizar las inversiones, aunque por lo general no ponen a disposición su estructura de costos al momento de argumentar. Para ellas la solución es el aumento, pero vale recordar que en la década del ’90 tuvieron una rentabilidad en dólares muy por encima del promedio internacional y privilegiaron el giro de utilidades a sus casas matrices. También afirman que el ajuste sirve para evitar derroches, pero no presentan ningún estudio que los avale y reconocen que el sistema de premios y castigos no desincentivó el consumo. Por último, empresarios y analistas afines remarcan que el aumento a los mayores consumos servirá para revertir la injusticia que supone que los que más tienen paguen el gas al mismo precio que los pobres. Sin embargo, las tarifas segmentadas no pueden evitar eso, pues si bien hay usuarios pudientes que calefaccionan su pileta, también hay otros que viven solos, están poco en su casa y terminan pagando menos, por igual consumo, que una familia pobre con muchos hijos. Para evitar eso habría que mirar más los costos empresarios y menos las piletas.
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