ECONOMíA
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Guía para entender por qué suben la carne y los lácteos
› Por Claudio Scaletta
La evolución de la inflación muestra que entre los productos que más aumentaron sus precios se encuentran los que integran la canasta básica alimentaria y, dentro de ellos, carnes y lácteos más que cereales y oleaginosas, todos productos que a la vez tienen un excelente desempeño exportador. Algunas preguntas para las que vale la pena encontrar respuestas para evitar confusiones cuando se analizan las razones de la suba de precios son: ¿cuál es la razón de estas diferencias? ¿Es bueno exportar mucho? ¿Se trata todavía de los rezagos del proceso de ajuste de precios relativos post devaluación? ¿Cuál es la influencia de la estructura oligopólica de formación de precios internos?
De acuerdo con los datos del Indec, en los primeros nueve meses de 2005 los alimentos y bebidas aumentaron el 12,2 por ciento. Sin embargo, cuando se desglosa el comportamiento de los principales subrubros la evolución es muy desigual. El sector lácteo (incluidos huevos) aumentó el 14,4 por ciento sus precios mientras, hasta agosto, las exportaciones habían subido el 22 por ciento en volumen y el 35 por ciento en dólares. Las carnes, con subas del 12,8 por ciento en ese período, expandieron exportaciones, en los primeros ocho meses, el 30 por ciento en cantidades y el 32 por ciento en divisas. En el otro extremo, los productos de las cadenas agroindustriales basadas en el complejo cerealero, productos de panificación, cereales y pastas, aumentaron el 4,8 por ciento, y los del complejo oleaginoso lo hicieron el 3,0. Las exportaciones de aceites, en tanto, cayeron el 8 por ciento en dólares y aumentaron el 5 por ciento en cantidades, en este último caso al ritmo de la mayor producción por la cosecha record.
La diferencia clave para estas marcadas diferencias en la evolución de los precios internos es que mientras las exportaciones de cereales y oleaginosas sólo aumentaron en concordancia con la suba de la producción, carnes y lácteos, en respuesta a los mayores precios internacionales, lo hicieron sobre la base de la restricción del consumo interno. En consecuencia, las mayores ganancias de algunos exportadores son al mismo tiempo como un mecanismo de distribución regresiva del ingreso.
En este contexto, la tarea de disciplinar a los formadores de precios internos de los alimentos no parece fácil. A pesar de los intentos del Gobierno por frenar la disparada en los rubros más críticos, como carnes y lácteos, los números destacan que la inflación se encuentra estrechamente relacionada con la estructura de las exportaciones, la que a su vez responde a las señales de precios internacionales. La lógica de hierro es que los aumentos son más fuertes en aquellas ramas productivas donde el consumo interno compite con las ventas al exterior en un marco de precios internacionales crecientes. En contrapartida, los precios se mantienen más estables en aquellos rubros donde el mercado doméstico no es relevante, como en el complejo oleaginoso. O en su defecto, donde las exportaciones no compitieron con el consumo interno, como en el complejo cerealero.
Esta misma lógica explica también por qué los precios que más aumentaron apenas producida la devaluación fueron los de los productos que se venden mayoritariamente en el exterior, como aceites y grasas, que entre 2002 y 2003 subieron el 140 por ciento, en 2004 bajaron al 7,1 y en los primeros nueve meses de este año sumaron el citado 3 por ciento. También significa que los precios de lácteos y carnes, si bien son sensibles a la demanda externa, también responden a la demanda interna, lo que, en materia de política económica, habilita la potencial eficiencia de mayores retenciones como mecanismo de control. Por último, muchos aumentos más fuertes en el mercado interno que en el externo son consecuencia de la estructura oligopólica de la oferta local, una fuente complementaria de ganancias empresarias.
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