El secretario del Tesoro, Paul O’Neill, aterrizó ayer en Río de Janeiro, en la Base Aérea de Galeao, rodeado de un espectacular operativo de seguridad. Acompañado de un pequeño equipo de asesores, se dirigió al hotel Marriot de Copacabana, donde un grupo de manifestantes del Partido Socialista Laborista Unificado (PSTU, sigla en portugués) lo esperaba con banderas rojas y pancartas con frases tales como “fuera ya” y “fuera el ALCA”.
Después de la conmoción que causaron en Brasil las declaraciones de O’Neill de la semana pasada –cuando dijo que quería asegurarse que la asistencia financiera a países como Brasil, Argentina y Uruguay no terminara en cuentas de bancos suizos–, la embajada norteamericana decidió limitar los contactos del verborrágico funcionario con la prensa, para evitar contratiempos inesperados. De hecho, la embajadora norteamericana en Brasil afirmó días atrás que O’Neill todavía “está aprendiendo el peso de su cargo”.
Anoche mismo, el secretario del Tesoro cenó con los dos hombres claves en el manejo de la política económica de la administración Cardoso: el ministro de Hacienda, Pedro Malán, y el presidente del Banco Central, Arminio Fraga. Hoy viajará a Brasilia, donde será recibido por el presidente Fernando Henrique Cardoso. Y por la tarde se trasladará a San Pablo, la capital económica del país, donde mantendrá reuniones con empresarios y organizaciones no gubernamentales.
Según datos del Banco Central, en junio pasado se produjo la mayor fuga de capitales en Brasil desde la maxidevaluación del real en enero del ‘99. En junio, salieron del país 4200 millones de dólares. Y, aunque no hay cifras oficiales, en julio la tendencia se habría agravado.