EL MUNDO › OPINION
› Por Rodrigo Fresán
Desde España
El semanario humorístico El Jueves –anunciándose desde siempre como “la revista que sale los jueves” y, luego del polémico episodio de aquella portada con los príncipes de Asturia, cambiando a “la revista que secuestran los viernes”— sintetiza a la perfección el sentir de los españoles de bien en la portada de su Extra Elecciones 2008. Allí, José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) y Mariano Rajoy (PP) aparecen como luchadores enmascarados y trenzados en un combate a muerte mientras que el titular advierte por dónde van verdaderamente las piñas: “¡Es el combate del siglo y las hostias son todas para ti!”.
Y, sí, la gente está un tanto cansada: ha sido una campaña rebosante de acusaciones cruzadas y, antes de esto, cuatro años de “si me das, te doy” y de oposición permanente y de buenas intenciones frustradas que han ido a dar en un presente de crisis económica y fatiga de materiales. La gente está agotada de los modales de los políticos y lo único que quiere es que pase este temblor que sólo parece mover y conmover a los protagonistas. Personajes más preocupados por el cuerpo a cuerpo con el rival que por gratificar a los que pagan la entrada en tiempos difíciles donde el fin del boom inmobiliario local sintoniza con un bajón en las bolsas internacional y vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta.
Así, una y otra vez, actitudes molestas. Gestos irritantes, como cierta propensión de Zapatero a la frase hecha, al eslogan precocido y al “todo va bien” para no mencionar los “apoyos” como el videoclip “Defender la alegría” con letra de Mario Benedetti y participación de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina y Miguel Bosé y Víctor Manuel y Ana Belén y algún otro que pasaba por ahí en plan “We Are the World” pero produciendo más un efecto “We Are the Champions”. Torpezas graves, como las declaraciones de un estratega del PP al Financial Times explicando que lo importante era sembrar la duda y conseguir así la abstinencia de los simpatizantes indecisos del PSOE; es decir: triunfar con la ayudita de aquellos que finalmente opten por no ir a votar. “Sabemos que los votantes socialistas indecisos nunca nos votarán. Pero sí podemos sembrar suficientes dudas sobre la economía, sobre la inmigración y sobre cuestiones nacionalistas, entonces quizá se quedarán en casa”, fueron las palabras del genio, un tal Gabriel Elorriaga, secretario de Comunicación del PP. Y agregó de lo más campante: “Será difícil incrementar nuestro voto... El PP tiene una imagen muy dura y de derechas en este momento... Incluso nuestros votantes piensan que son más de centro que el PP... El Partido Socialista, en cambio, tiene una base electoral mucho más amplia, pero sus votantes son menos disciplinados que los del PP... Eso es por lo que les estamos dirigiendo nuestro mensaje a ellos. Les estamos diciendo: ‘Vuestro gobierno no se ha ocupado de vuestros problemas’. Los resultados electorales dependerán del impacto de este mensaje”.
La filtración de semejante plan maestro –negada por el PP, reconfirmada por la periodista norteamericana del Financial Times– parece haber conseguido el efecto contrario. Se anticipa para hoy una participación record que –dentro del marco de encuestas ajustadas pero con Zapatero en alza– harán que la cosa tenga algo de emoción. Y para palpitar la gran final hasta último momento, El Periódico de Catalunya –desafiante desde el jueves, con una primera plana a la que me atrevo a definir como páginadocesca– decidió romper la veda de pronósticos electorales y remitir a la dirección en Internet de su filial, El Periódico de Andorra, donde se seguirían publicando pronósticos hasta la noche del sábado.
Y aun así es una situación rara: los libros políticos (tirada promedio de 8000 ejemplares) especialmente lanzados para la ocasión no interesan a casi nadie de los que siguen, imperturbables, leyendo novelas sobre catedrales y afines. Pero los dos debates televisados entre los candidatos de los dos partidos mayoritarios (hacía quince años que no se daba ni se daban) captaron la atención de 13.000.000 de televidentes queriendo saber de qué se trata. Y lo cierto es que ambos matchs dieron lo suyo: el Popular lanzó al ruedo su ya legendaria y simbólica “niña de Rajoy” como metáfora de una España tan tierna como rancia mientras que el Socialista primero patentó el “gestito de ceja” (diría Balá) y luego se apropió del mantra/despedida del legendario periodista Edward Murrow (“Buenas noches y buenas suerte”) acaso olvidando que la frase tiene gracia y épica en boca de un inmenso hombre pequeño luchando contra las grandes y absurdas fuerzas del poder pero no funciona tan bien en boca de un jefe de gobierno que aspira a una reelección con mayoría absoluta.
Visto y vivido, lo cierto es que nadie se merece una gran victoria: Rajoy y sus secuaces no hicieron nada más que oponerse y llamar a marchas contra las leyes históricas que proponía Zapatero (la ley de igualdad de la mujer y el derecho de gays a casarse, con algún “olvido” para muchos inolvidable como el de legislar prolijamente el tema del aborto) y Zapatero no supo capitalizar del todo su buen momento, que comenzó a no ser tan bueno cuando ETA hizo volar por los aires uno de los estacionamientos del aeropuerto de Madrid horas después de que se anunciara desde el gobierno que la paz definitiva estaba al alcance de la mano.
En cualquier caso, los últimos días pusieron más que de manifiesto la superioridad de Zapatero, que soportó mejor la última rueda de entrevistas mientras que Rajoy –el pasado jueves, en El País– respondió demasiadas veces “no sé” o “yo no fui” para más tarde manifestar su satisfacción por el hecho de que Barack Obama también haya mencionado a su propia niña. Por la noche –rodeado por las suyas, súbitamente corporizadas con camisetas donde se leía “Yo soy la niña de Rajoy” y asegurando llamarse Victoria o Esperanza– el líder del PP llenaba la plaza de toros de Valencia y aseguraba estar en un gran momento y apenado por el fin de la campaña porque estaba dispuesto a seguir y seguir. Pero el domingo llega tarde o temprano y quedó claro, en los tramos finales de la carrera, que es mejor sacar a pasear a un todavía carismático Felipe González (que electrificó al Palau Sant Jordi de Barcelona ante una asistencia sin precedentes) que a un José María Aznar embutido en un suéter rosa pálido y cantando los blues de los maltratos que viene soportando y las injusticias de una Historia que no entiende su grandeza.
Todo esto condimentado con noticias surtidas: Messi roto, el Real Madrid volviendo a perder (y su DT, Schuster, afirmando que “no fue una derrota” como lo hará más de un político hoy por la noche), la Iglesia (cada vez más beligerante y menos pastoral) revelando que había perdido una pequeña fortuna en inversiones varias que incluían a un laboratorio médico fabricante de viagra y anticonceptivos, un nuevo episodio jurídico–grotesco de resistencia a la materia escolar de Educación para la Ciudadanía (una versión moderna de nuestra Moral y Cívica) y la novedad de un nuevo disco de Mike Oldfield (que a esta altura es, misteriosamente, una estrella casi exclusivamente en la península ibérica) llamado Music from the Spheres (Música de las Esferas).
Y el viernes al mediodía, otra vez, el horror y el ruido negro: ETA volvía a matar. Esta vez le tocó a Isaías Carrasco, un ex edil del PSOE que había perdido las pasadas elecciones municipales en Mondragón, Guipúzcoa, que ahora trabajaba cobrando el peaje en las autopistas y que fue acribillado frente a su mujer y a su hija. Y se suspendieron las campañas. Y durante la jornada de reflexión del sábado otra vez –como en el 2004– la muerte fresca llenando de sombras las urnas. ¿Qué busca o pretende ETA –que pidió la abstención– con esto? Es un misterio. Terrorismo limita y rima con idiotismo. Por lo pronto, los encapuchados con boina (ese look de villanos tan Trulalá) consiguieron lo imposible: que los luchadores en el ring se quiten las máscaras y se comporten como caballeros. O casi. Porque hubo allí una pequeña fricción a la hora de elaborar un comunicado de repulsa y condena a firmar por todos. Y no hay broma que valga aquí y todo, de pronto, suena hueco y tonto. Suena, sí, a promesas de políticos. Pero hay cosas peores. Mucho peores. De ahí que el tomate “antistress” de plástico que traía de regalo el último número de El Jueves –ideal para estrellar contra posters, pantallas de televisión y, si hay suerte, algún candidato en vivo que se acerque a estrechar mano o a besar bebé– ahora tenga un blanco y un destino mucho más apropiado.
Mientras se lo busca y se lo encuentra, a votar.
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