Sáb 15.03.2008

EL MUNDO  › UNA CAMPAñA MUY PECULIAR EN LAS REñIDAS ELECCIONES IRANíES

El agradable aroma del Ahmadinejad

› Por Angeles Espinosa *

Desde Teherán

Ni Jamenei ni Ahmadinejad ni Jatami, ni mucho menos Javier Solana, concurrían a las elecciones legislativas de ayer en Irán. Sin embargo, sus imágenes aparecían en algunas de las octavillas con las que los candidatos intentaron darse a conocer durante la semana de campaña electoral que precedió a los comicios. La prohibición de usar grandes carteles al estilo occidental y la ausencia de partidos políticos formales obligan a agudizar el ingenio para lograr que los votantes identifiquen a cada cual con sus ideas.

Así, los seguidores del presidente Mahmud Ahmadinejad, agrupados bajo el curioso nombre de Agradable Aroma del Deber, optaron por colocar en su publicidad sendos retratos del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, y del propio Ahmadinejad. De igual modo, el ex negociador nuclear Ali Lariyani, que encabezaba la lista en Qom del Frente Unido de los Fundamentalistas, optó por mostrarse en compañía del jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, con quien intentó sin éxito lograr una salida al contencioso atómico. La Alianza Reformista utilizó la imagen del ex presidente Mohamed Jatami.

El Agradable Aroma del Deber es el mejor ejemplo de la inexistencia de partidos. Hasta las municipales de diciembre de 2006, el grupo ni siquiera tenía un nombre. Se les conocía como los Amigos de Ahmadinejad. Pero incluso con nombre y símbolo, los grupos o tendencias son flexibles y apoyan a los candidatos que se identifican mejor con sus intereses en cada momento. Así, un mismo político puede aparecer en varias listas si consigue el endoso de quienes las elaboran. Se trata sobre todo de una guía para los votantes, que deben escribir a mano en las papeletas los nombres de su elección. La misma flexibilidad existe en cuanto al lugar de voto. Cada uno de los 43,7 millones de iraníes que ayer tenían derecho al sufragio pudo hacerlo en el colegio electoral que lo encontrara más a mano. Bastaba con presentarse con el shenasname (una especie de libro de familia individual, donde se pone el sello que prueba el voto) en alguna de las 45.000 mesas habilitadas en mezquitas, escuelas y otros centros oficiales. En Teherán, que con cerca de 16 millones de habitantes alberga a una quinta parte de la población de Irán, los colegios situados en la mezquita de Alnavi o la huseiniya Ershad siempre aparecen concurridos. Tampoco existe un censo electoral. “Puede votar todo aquel que haya cumplido 18 años y tenga el shenasname”, explica el responsable del colegio electoral número 701. En algunos centros visitados, el número de esa libreta se introduce en un ordenador para comprobar que su titular no ha votado de antemano, pero el 701 es un centro móvil, uno de los cuarenta autobuses que en Teherán se encargan de recoger el voto a la salida de las plegarias, en los hospitales o en los cuarteles donde los uniformados no pueden abandonar el servicio. Aquí, el número del shenasname se apunta para su posterior tratamiento informático.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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