Vie 02.05.2008

EL MUNDO  › BOLIVIA PODRIA MIRARSE EN EL ESPEJO DE VENEZUELA

Para Repsol, el corsé no asfixia

› Por Cledis Candelaresi

El flamante acuerdo de Repsol-YPF con YPFB quizá sea en poco tiempo un ejemplo de cómo los embates estatales contra las petroleras no sólo no pulverizan los negocios privados sino que hasta pueden fortalecerlos, en parte porque el precio de los hidrocarburos en el mercado internacional no encuentra techo. La reconversión de los contratos en Venezuela es otra prueba más madura de esto: Hugo Chávez transformó a las hidrocarburíferas de contratadas en socias, justo cuando el valor del crudo empezó a aumentar geométricamente, beneficiando los bolsillos privados.

En el 2006, cuando Chávez forzó a las petroleras a reformular los acuerdos de exploración y extracción de hidrocarburos, algunas lo tomaron como una afrenta intolerable. El leading case de esta resistencia fue la Exxon, que se negó a firmar e inició juicio en tribunales internacionales. Las otras, sin embargo, empezaron una larga negociación coronada con un acuerdo que las transformó de operadoras independientes en socias minoritarias de la estatal Pdvsa (Petróleo de Venezuela Sociedad Anónima). Dejaron de tener contratos de servicio para ser parciales propietarias de un recurso cuyo valor no deja de subir.

En ese momento, el barril de petróleo ya había saltado a los 60 dólares. Cuatro años antes, cuando muchos de los contratos originales estaban en plena vigencia, apenas rozaba los 18 dólares. Hoy cuesta más de 100 y, según el titular de la OPEP, es muy factible que llegue a 200. Tener una parte del negocio de exportación de crudo, extraído de una de las reservas más importantes del mundo, bien puede ser visto como una bendición también para el segmento de las cajas privadas.

La misma perspectiva se avizora en Bolivia tanto con el crudo como con el gas, cuyo valor también crece en forma permanente en el mercado internacional. Sólo por citar un ejemplo próximo, el que le importa Argentina en dos años subió de 3 a 7 dólares el millón de BTU y nada indica de que esta carrera hacia arriba no continúe. Muy por el contrario.

La publicación francesa Petrostrategies estimó hace poco que en veinte años el gas crecerá hasta integrar un tercio de la matriz energética total de ese continente, lo que necesariamente traccionará los precios hacia arriba. Estar instalados sobre las riquísimas reservas de Bolivia –cuyo valor ya hace dos años se estimaba en el equivalente a 150 mil millones de dólares– siempre es una chance atractiva en este contexto, aunque el Estado vaya limitando el lucro privado.

“Con todas las modificaciones que sufrieron nuestros contratos, nuestra rentabilidad actual es casi igual a la anterior”, asegura ayer a este diario un vocero de Repsol-YPF, en alusión a los negocios que esa empresa tiene en territorio boliviano, fragmentados en dos grandes segmentos: la sociedad mixta Andina y los contratos de exploración y explotación en Tarija y Chuquisaca. La otra clave para disfrutar la sociedad con YPFB es que, aunque devenido en socio minoritario, éste respetaría el plan de acción diseñado por los privados.

Otros detalles de la nacionalización que Morales inició hace dos años –y que forman parte de la letra fina de los acuerdos que por ahora sólo se difunden en términos globales– quizá sí acoten el negocio que hubiera sido aún más seductor sin ese corsé. Un ejemplo es la obligación de que los privados costeen las inversiones exploratorias, es decir, de riesgo.

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