Dom 04.05.2008

EL MUNDO  › DESPUES DEL DERRUMBE ELECTORAL, APURA MEDIDAS ECONOMICAS

Brown escuchó el mensaje

La crisis inmobiliaria, la inflación y el precio del petróleo golpearon al gobierno laborista. Pero sólo se trata de una elección municipal que sirve de advertencia.

› Por Marcelo Justo

Desde Londres

A once años de la victoria que consagró al Nuevo Laborismo como la fuerza dominante de la política británica, el sucesor de Tony Blair, el primer ministro Gordon Brown, intenta recuperar la iniciativa luego de uno de los peores resultados electorales de la historia partidaria. El gobierno ha dicho que va a “escuchar” el mensaje de los votantes y a “liderar” a la nación para salir de la turbulencia económica que, según el mantra de ministros y diputados, explica la contundente derrota electoral del jueves. En los populares programas políticos televisivos que se emiten los domingos, el primer ministro reiterará el mismo mensaje: la situación económica es “complicada”, pero el gobierno ha tomado las decisiones necesarias para “asegurar la prosperidad de todos”.

Las elecciones municipales de mitad de mandato se caracterizan por el “voto castigo”: el electorado protesta sobre una variedad de temas consciente de que no está decidiendo el rumbo nacional de los próximos cuatro años. Aun contabilizando este factor, la derrota del jueves no tiene atenuantes. Con apenas un 24 por ciento de los votos, los laboristas cosecharon su peor resultado en 40 años y quedaron a 20 puntos de los conservadores. Históricamente este tipo de guarismos ha preanunciado una derrota en las elecciones generales.

En 1968 el laborista Harold Wilson recibió un porcentaje similar de votos en las municipales –un 24 por ciento– y fue derrotado dos años más tarde por el conservador Edward Heath. En 1995 el conservador John Major obtuvo un 25 por ciento en las municipales y fue arrasado en las urnas dos años más tarde por el Nuevo Laborismo de Tony Blair, que gobierna el país desde entonces. Esta vez ni siquiera Londres vino al rescate de los laboristas. El conservador Boris Johnson se convirtió ayer en el primer alcalde “tory” de la capital al vencer por más de 100 mil votos al popular Ken “el rojo” Livingstone, que estaba al frente de Londres desde 2000.

Ministros y políticos laboristas han reconocido que estos precedentes históricos son preocupantes, pero se mostraron confiados en que la historia sirva de ejemplo para la rectificación y no de modelo para un calco. “No podemos tomar esto simplemente como un voto de protesta de mitad de mandato. La gente está preocupada con la economía, pero también enojada con nuestro desempeño como gobierno”, señaló a The Guardian Ed Balls, secretario de la minoridad. A diferencia de los dos casos históricos citados, estas municipales coincidieron con la turbulencia económica internacional disparada por la crisis de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos en agosto pasado y la contracción del crédito fácil y la “plata dulce” que había acompañado la expansión económica del mundo anglosajón en los últimos diez años.

El precio de la propiedad inmobiliaria, que sostuvo junto al crédito fácil el boom del consumo privado en el Reino Unido, ha bajado en un 7 por ciento en los últimos tres meses. La deuda privada individual supera con holgura los dos millones de millones de dólares, varias veces el PIB argentino. Si a esto se añade la inflación del precio del petróleo y los alimentos, se ve que los británicos fueron a votar con preocupaciones de bolsillo. Un cálculo reciente estima que en los últimos 12 meses la canasta de productos básicos de una familia promedio ha aumentado en unos 1600 dólares.

El problema para el laborismo es que a estos factores el primer ministro Gordon Brown les ha sumado varios goles en contra desde que sustituyó a Tony Blair en junio pasado. El cierre del Northern Rock (que reveló serias falencias en la regulación bancaria), la pérdida de discos duros de dos ministerios con los datos personales de millones de personas, un techo a los aumentos de empleados públicos que provocó protestas de la policía, los maestros y la Administración Pública, y, en un rocambolesco remate, una compleja reforma impositiva que favoreció a la clase media y a los sectores de bajos ingresos casados y con hijos, pero perjudicó a los trabajadores solteros o sin hijos, son algunas de las medidas que han erosionado la considerable popularidad que tenía Brown al asumir como primer ministro.

En declaraciones ayer a la BBC, el actual ministro de Justicia Jack Straw, canciller de Blair durante la invasión a Irak, señaló que el gobierno tenía que recuperar a estos sectores si quería ganar las próximas elecciones. “Es comprensible que esta gente no entienda por qué un gobierno que ha hecho tanto por los sectores de menos recursos los ha perjudicado con una reforma impositiva así. Tenemos que corregir esto”, dijo Straw.

Las elecciones generales son en mayo del 2010: en política dos años son una eternidad. El jueves el Banco de Inglaterra (Banco Central británico) indicó que lo peor de la crisis económica había pasado y que la exposición del sector financiero a la crisis hipotecaria subprime en Estados Unidos era menor de la que se temía. Más allá de la exactitud de este pronóstico, el laborismo tendrá que luchar contra el desgaste natural que produce más de una década en el poder y el hastío de los votantes con el mismo equipo de caras en las pantallas.

Además, la derrota trae divisiones. En los ’90, el gobierno de John Major terminó víctima de una guerra interna entre los mismos conservadores ante la evidente debilidad política del primer ministro. El sistema electoral británico favorece este tipo de desangramiento partidario. Muchos diputados laboristas podrían perder su escaño en la próxima elección, entre ellos la ministra del Interior, Jacqui Smith, que defenderá en los próximos comicios una mayoría de menos de 2000 votos. Si el gobierno no recupera su sintonía con el electorado, es posible que muchos diputados pidan la cabeza de Brown para llegar con más posibilidades a las elecciones.

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