EL MUNDO › A UN AñO DE HABER ASUMIDO, SE CONVIRTIó EN TODO UN GéNERO LITERARIO
El presidente francés pasó de tocar el cielo con las manos a ser blanco de todas las críticas y caer en los sondeos de opinión. Por eso ahora busca un perfil más sobrio.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
A lo largo de su primer año de mandato, Nicolas Sarkozy habrá hecho un milagro que no estaba enunciado en sus promesas electorales: salvó a la industria editorial de la bancarrota. Aunque todas las encuestas le sean desfavorables como a ningún otro presidente en la historia de Francia, Sarkozy es todo un género literario por sí solo. Comics, panfletos, biografías, investigaciones periodísticas, ensayos, retratos, diarios íntimos, en el curso del primer año de presidencia que se cumple hoy se vendieron más de un millón de libros consagrados al jefe del Estado francés. En total, son cerca de 150 las obras publicadas en estos 365 días en los que el electorado pasó de la euforia a la decepción. Los responsables de la industria electoral, que habían ido a ver a Sarkozy durante la campaña para pedirle al entonces candidato una serie de medidas para salvar un sector en crisis, fueron escuchados más allá de toda esperanza. La medida fue el mismo Sarkozy y la inflación de la palabra escrita que provocó en el ramo exquisito del libro político. De los 3,8 millones de libros políticos que se vendieron entre mayo de 2007 y mayo de 2008, la tercera parte de esa cifra corresponde a las obras sobre el presidente. En cifras esto equivale a 24 millones de dólares.
Ese éxito de librería es inversamente proporcional al juicio severo que la sociedad hace de la acción de quien todos llamaban “Sarko” cuando el candidato rozaba el cielo con las manos. Pero el “Sarko” familiar se ha vuelto un seco Sarkozy colectivo. La avalancha de libros que aparecen en estos meses testimonian de ese cambio rotundo registrado cada semana por el termómetro de las encuestadoras: entre 53 y 57 por ciento de opiniones negativas. Sector por sector, la opinión pública percibe su manera de proceder como un fracaso: para el 43 por ciento de la opinión, Sarkozy fracasó en su política de restaurar el lugar de Francia en el mundo –una obsesión tan local como esotérica–, 44% piensa que fracasó en materia de medio ambiente, 60% en materia de empleo, 60% en el orden fiscal, 72% en lo que atañe el crecimiento económico y 85% cree que Sarkozy fracasó también en sus políticas sobre el poder adquisitivo. Sólo 32% de los franceses le manifiestan su confianza. Ese descenso al infierno se constata en los libros que se publican. Hasta septiembre del 2007 las obras que aparecían eran elogiosas, acarameladas, al límite del chupamedismo oficialista. Ahora no. Los aduladores de antaño se pasaron al bando de los críticos acérrimos y los guadañazos escritos salen al paso cada semana. “Una editorial es como un sondeo a escala real”, comenta Jean-Paul Enthoven, director editorial en la editorial Grasset.
Ocurre que Sarkozy le hizo vivir a Francia en un año lo que el país atraviesa por lo general en una generación entera. La noche de su elección, su antigua esposa, que no acudió a las urnas a votar por su marido, le organizó una cena en un lujosísimo restaurante de los Campos Elíseos. Entre los invitados no había muchos políticos, pero millonarios y estrellas del mundo del espectáculo, un montón. Inmediatamente después, Sarkozy se fue a descansar unos días en un yate de lujo perteneciente a uno de los invitados a la cena, luego asumió y vinieron los anuncios de una serie de reformas que la gente sigue buscando, le siguió un divorcio oficial, un nuevo matrimonio tres meses más tarde, paseos románticos y muy bien fotografiados por Euro Disney y Petra –Jordania–, huelgas de transporte, paro en las universidades y, desde hace más de un mes, liceos bloqueados por una protesta estudiantil a la que también se sumaron los profesores. En la Argentina estamos acostumbrados a ese ritmo vertiginoso de la historia, pero en Francia la velocidad y el exceso de exposición personal constituyen un pecado.
Según trasciende en el mundillo político, es Carla Bruni, su nueva esposa, quien ha moderado el impulso presidencial (influyendo para cambiar el color y el corte de los trajes –ahora son más sobrios–) y corregido ese gusto adolescente por los anteojos de deportistas y los relojes de lujo grandes como bolas de oro. Discreción y modestia hacia el futuro. En el pasado queda una montaña de promesas y una gran ilusión que se diluye como la voluta de humo de un cigarro delicado.
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