EL MUNDO › FRANCIA MODIFICARá LA MITAD DE LOS ARTíCULOS DE LA CONSTITUCIóN DE 1958
El debate en el Parlamento dividió a la derecha, pero también a la izquierda. La reforma refuerza los poderes del Parlamento, introduce el principio de referéndum y le da más inmunidad al mandatario.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Nicolas Sarkozy salvó por un modesto voto uno de los proyectos más emblemáticos de su mandato, al tiempo que los socialistas franceses se deslizaron un poco más hacia las inciertas fronteras de la derecha. Reunidos en sesión extraordinaria en Versalles, diputados y senadores de la Asamblea Nacional francesa aprobaron por un voto de diferencia el proyecto de reforma constitucional promovido por el presidente francés. La reforma modifica casi la mitad de los 89 artículos de la Ley fundamental de 1958. Esta iniciativa era uno de los principales desafíos que se había propuesto Sarkozy con vistas a modernizar las instituciones de la Quinta República francesa. El voto de Versalles cierra una etapa de enfrentamientos y enconados debates que dividió no sólo a la mayoría gobernante sino a los mismos socialistas. La estrechez de la aprobación demuestra las dificultades que tuvo el mandatario para suscitar adhesiones completas en su propio campo. Pero la lectura política más seria está a la izquierda. Uno de los emblemas del socialismo francés, el ex ministro de Cultura Jack Lang, votó a favor de la reforma y con ello sumó un nuevo líder histórico del PS que, por una u otra razón, pone su confianza y su peso personal en las iniciativas promovidas por la derecha.
La vigesimocuarta revisión constitucional desde 1958 reunió al decimosexto Congreso de la historia de la V República para sancionar una reforma respaldada por una mayoría consecuente de franceses. Se escuchó un “ohhhhh” prolongado cuando se comunicaron los resultados del voto: 539 votos a favor y 357 en contra, justo uno más de lo que era necesario para la mayoría necesaria. La incertidumbre duró hasta último momento. El sí requería un mínimo tres quintos de los sufragios expresados por los legisladores, un porcentaje al que no llegaban solos los votos del partido conservador de Sarkozy, UMP, y los de sus aliados. La reforma refuerza los poderes del Parlamento, otorga más derecho a los ciudadanos, introduce el principio de referendos de iniciativa popular, encuadra un poco más el poder del jefe de Estado, limita el cargo a dos períodos presidenciales consecutivos pero hace del presidente de la República una figura casi celeste, con inmunidad total, somete algunos nombramientos del presidente a un acuerdo parlamentario previo, impide que en algunos campos se recurra al artículo 49-3 que permite gobernar por decreto, establece que el Parlamento puede elaborar al menos la mitad de su propia agenda en lugar de que sea el gobierno el que decida todo el contenido, autoriza al presidente a dirigirse directamente al Parlamento –este derecho no existía hasta ahora–, refuerza la obligatoriedad de que se consulte mediante un referéndum cualquier ampliación de la Unión Europea y al mismo tiempo hace posible que el presidente elija el camino parlamentario si los legisladores lo solicitan.
El suspenso que precedió el voto no era una cuestión de juego político sino un tema real, como lo demuestra la escueta mayoría de un solo voto con que pasó el proyecto de reforma. Los socialistas se habían negado a aprobar un texto que consideraron insuficiente como para garantizar los derechos de la oposición. Socialistas, comunistas y ecologistas habían anunciado que votarían “no”. El primer secretario del PS estimó que el texto sólo beneficiaría a Sarkozy, mientras que la candidata del PS a las elecciones presidenciales de 2007, Ségolène Royal, acusó al poder de tratar de “comprar a parlamentarios” para hacer adoptar “un texto mediocre”. Sarkozy se salió al final con las suyas aunque sea por la mínima diferencia. El proyecto de reforma está inspirado en las recomendaciones de una comisión presidida por el ex primer ministro conservador Edouard Balladur, en cuyo seno también trabajó el ex ministro socialista de Cultura Jack Lang, quien, desde luego, aprobó ayer la reforma. Esto le valió una avalancha de crítica y la amenaza de sanciones por parte de la dirección del PS. Jean-Marc Ayrault, presidente del grupo socialista en la Asamblea, admitió que había habido una “ruptura” y expresó su “tristeza” por la decisión de Jack Lang. “La posición de Jack Lang es gravísima, es una traición de nuestros ideales”, dijo François Rebramen, mano derecha de François Hollande.
La derecha, en cambio, saludó el “coraje” de quien fuera durante décadas una de las expresiones políticas más genuinas de la izquierda francesa. En un comunicado, Lang se defendió diciendo que esta reforma “reforzará los derechos del Parlamento, de los ciudadanos y de la oposición. Decir lo contrario sería negar la verdad”. El diputado socialista agregó que sigue siendo “un opositor determinado de la política de regresión social del gobierno. Seguiré luchando con todas mis fuerzas para obstaculizar el proyecto peligroso y nefasto de esta mayoría”. Será para la próxima cita. En esta, Jack Lang aportó su voto a esa mayoría conservadora. Desde Dublín, Sarkozy saludó lo que consideró como “una victoria para la democracia francesa”. La oposición socialista, en cambio, denuncia la instauración de una “monocracia” en beneficio de Nicolas Sarkozy. Pero Sarkozy ganó la partida y los socialistas perdieron dos veces. Frente al presidente y en su propio campo.
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