EL MUNDO › TRAS UN TIRONEO LEGAL, IRáN RECUPERó LA PROPIEDAD DE LA LUJOSA NAVE
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Desde la caída del régimen de Saddam Hussein (mayo de 2003), Irak emprendió una amplia cruzada para recuperar los haberes del ex dictador esparcidos por el mundo. Ayer, y al cabo de una novela policial en la que intervienen no menos de cinco países, intermediarios y varios tribunales, el Estado iraquí recuperó una de esas pertenencias. Se trata de un yate de lujo que estaba anclado en la Costa Azul francesa y por cuya propiedad pugnaban Irak, Jordania, Arabia Saudita y una empresa basada en las islas Caimán. Antiguamente, el yate, de 82 metros y de un valor de 34 millones de dólares, se llamaba “Ocean Breeze”. Ahora se le ha cambiado el nombre y la bandera: desde hace unos días, este lujoso barco fue rerebautizado como “Basrah Breeze”, en referencia a la ciudad de Basora, y en su mástil central flamea la bandera iraquí.
En el arreglo que dio lugar a que Irak accediera a la propiedad del yate intervinieron los tribunales de Francia y Jordania. Amman, que reivindicaba la propiedad del yate, renunció a sus reclamos y, por consiguiente, aceptó las demandas de la República de Irak. Construido en 1981 por el astillero danés Helsingor, el hoy “Basrah Breeze” tuvo un destino tan agitado como paradójicamente agitado. El primer nombre que le puso el difunto amo de Bagdad fue “Quadisiya”, en honor a una célebre batalla que opuso a los árabes contra los persas luego de la muerte del profeta Mahoma. El yate tenía todo lo que un dictador desmesurado y mimado por Occidente podía soñar: salones de estilo orientalista ornados de oro, saunas, piscinas, una mezquita, un hospital, un sistema lanzamisiles, un submarino pequeño y una pista de aterrizaje para helicópteros. Pero la vida iba ser cruel con el barco y su propietario. Apenas estalló la primera guerra del Golfo, en 1991, el yate apareció misteriosamente en Arabia Saudita y fue utilizado para las fiestas de la familia real saudí, cuyos miembros eran, además, los enemigos acérrimos de Saddam. Sin que se sepa muy bien por qué, el “Ocean Breeze” fue cedido por los saudíes al rey Abdallah Segundo de Jordania. Ello explica por qué el Estado jordano lo reclamó como suyo cuando el yate reapareció el año pasado en el puerto francés de Niza, donde fue propuesto a la venta por un intermediario londinense.
El Estado iraquí se opuso a esa venta, interpuso un recurso ante los tribunales y consiguió que el Tribunal de Comercio de Niza bloqueara la venta hasta que la Justicia se pronunciara sobre el fondo del asunto, que no era tan azul como el Mediterráneo. Entre monarcas de Medio Oriente los asuntos de familia son siempre cuestiones de negocios. En esta querella por la propiedad intervino la empresa Sudeley Limited, cuya sede se encuentra en las islas Caimán. Sudeley Limited afirmó que el yate era de su propiedad, porque la familia de Saddam Hussein se lo había dado a Arabia Saudita, luego Riad se lo cedió al rey Abdallah Segundo de Jordania, que es, también, un accionista de Sudeley Limited. Aún quedan muchos tesoros de la era de Saddam ocultos por el mundo. Como sus palacios marroquíes, sus propiedades en las capitales europeas o sus cofres llenos de millones protegidas en las cajas fuertes de los bancos suizos, Saddam utilizaba nombres prestados o empresas pantallas para proteger sus ahorros.
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