EL MUNDO › UN JURADO MILITAR DE GUANTáNAMO LE DIO CADENA PERPETUA
› Por Mónica C. Belaza *
Desde Washington
Culpable de “apoyo material al terrorismo” pero inocente del cargo de conspiración para atentar contra civiles, asesinato y violación de las leyes de guerra. El primer preso juzgado por una comisión militar en la base estadounidense de Guantánamo, el yemení Salim Ahmed Hamdan, ex chofer de Osama bin Laden, escuchó en la sala de juicios este veredicto de boca del portavoz del jurado militar. Se enfrenta a una condena a cadena perpetua, que deberá decidir el mismo jurado.
El juicio, el primero que celebraba EE.UU. por crímenes de guerra desde la II Guerra Mundial, ha seguido unas normas ad hoc al margen de la Justicia civil y militar. Los abogados defensores, que ya han anunciado que apelarán la sentencia, se han quejado de que las reglas del juego de las comisiones de Guantánamo están pensadas para lograr una condena segura. Un portavoz de la Casa Blanca afirmó ayer que el proceso fue “justo”.
Los letrados de Hamdan han defendido desde el principio que el acusado no era más que un conductor que trabajó durante cuatro años para el líder de Al Qaida por necesidad económica, por un sueldo de 200 dólares al mes.
A lo largo de las sesiones del juicio ha quedado en evidencia que no tenía relevancia alguna dentro de la organización. El autoproclamado cerebro de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, Khalid Shaik Mohammed, detenido en Guantánamo, testificó por escrito el viernes y describió a Hamdan como demasiado “primitivo” como para formar parte de ningún plan de ataque terrorista. “No estaba preparado para planear o ejecutar”, señaló. “Sólo para cambiar ruedas de camión, cambiar aceite de los filtros y lavar coches”. El jurado parece estar de acuerdo con esta versión al no haberlo declarado culpable del delito de conspiración, que hubiera implicado que Hamdan participaba activamente en las actividades de la organización. Sí lo ha considerado, sin embargo, culpable de apoyar materialmente a Al Qaida. Hamdan, de unos 39 años –no sabe con exactitud la fecha de su nacimiento– fue capturado en 2001 en Afganistán con dos misiles en un coche que él asegura que pidió prestado para llevar a su mujer y a su hija a Pakistán.
Con este juicio el gobierno del presidente George W. Bush ha querido demostrar al mundo que los sospechosos de terrorismo detenidos en Guantánamo (más de 800 desde que se abrieron los campos de prisioneros en 2002 y unos 270 en estos momentos) tienen acceso a un proceso justo y que la prisión de la base militar no es un limbo legal al margen de cualquier derecho humano básico. El proceso de Hamdan era una pieza esencial en el lavado de cara de Guantánamo. Dos cosas eran necesarias en el empeño. En primer lugar, que el juicio, al menos en apariencia, fuera impecable. Y después, que el acusado fuera condenado.
En el fondo, sin embargo, el proceso no ha sido normal. Los abogados defensores no tenían acceso a toda la información y apenas un día antes de que comenzara el juicio les permitieron ver más de mil folios que tuvieron que estudiar en tiempo record. No había público, salvo un grupo de periodistas y observadores. Pero, sobre todo, el acusado ha carecido de los derechos más básicos durante más de seis años. Ha estado detenido sin conocer sus cargos. Algunos de los interrogatorios se llevaron a cabo en mitad de la noche y sin la presencia de ningún abogado que aconsejara a Hamdan. Jamás le informaron que tuviera derecho alguno ni que sus declaraciones podían usarse para incriminarlo.
* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.
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