EL MUNDO › RUSIA PONE EN JAQUE LAS AMBICIONES DE EE.UU. EN OSETIA
La victoria diplomática y militar del Kremlin es la última de una serie de bofetadas en la cara de Bush. El respaldo de Estados Unidos y Alemania para el presidente georgiano Mijail Saakashvili no modificó ni un ápice la supremacía de Moscú.
Desde París
El alto el fuego entre Rusia y Georgia, obtenido al filo de la navaja por el presidente francés Nicolas Sarkozy, evitó sin dudas un drama mayor pero no cambió el rumbo de la asombrosa transformación que, en apenas una semana, se produjo en las relaciones internacionales. La diplomacia francesa se movilizó en 48 horas hacia la región, mientras que la Casa Blanca tardó una semana en decidir el envío a Georgia de la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice. Moscú mezcló las cartas, repartió el juego, puso la mayor apuesta sobre la mesa y se llevó la recompensa de una victoria diplomática y militar que acentuó un poco más la reducida capacidad de acción de la administración Bush. Los episodios sucesivos de esta crisis muestran cómo Rusia se paseó a su antojo por los salones de la Casa Blanca, incluyendo a la Unión Europea como interlocutor principal.
El viernes, luego de que el presidente de Georgia anunciara que había firmado el acuerdo de alto el fuego pactado por Nicolas Sarkozy en Moscú, los tanques rusos se seguían paseando por la ciudad natal de Stalin, Gori, en el mismo momento en que Condoleezza Rice se encontraba en Tiflis interpelando a los rusos por su actitud. Oídos sordos de Moscú que taparon las declaraciones de Rice con el retumbar de unos 10 tanques que avanzaron desde Gori y se detuvieron a 40 kilómetros de la capital georgiana, Tiflis. El respaldo de Estados Unidos y Alemania obtenido por el presidente georgiano Mijail Saakashvili no modificó ni un ápice la supremacía de Moscú. “Tras la firma de ese acuerdo, todas las fuerzas rusas (...) deben irse inmediatamente”, dijo la jefa de la diplomacia de Washington. Más tarde, el presidente norteamericano, George Bush, volvió a salir a la arena y anoche reiteró que la forma de actuar de Rusia era “inaceptable”. Pero la forma y el contenido de la estrategia rusa no se movieron. La Casa Blanca no ha logrado desplazar ninguna pieza en el complicado tablero del Cáucaso y, una vez más, fue Nicolas Sarkozy quien tuvo que intervenir a fin de arrancar una nueva promesa a Moscú. En un comunicado publicado el viernes por la noche por el Palacio del Elíseo, la presidencia francesa reveló que Nicolas Sarkozy habló por teléfono con el presidente ruso, Dimitri Medvedev, y que en esa conversación Medvedev le garantizó que Rusia firmará el acuerdo de alto el fuego y respetará “escrupulosamente” sus compromisos “sobre la retirada de las tropas rusas” de Georgia. El famoso alto el fuego se desprende del documento de seis puntos que Nicolas Sarkozy negoció con Moscú. En ese texto hay una ausencia de peso: por primera vez en un texto de valor internacional la mención a la “integridad territorial de Georgia” no figura como condición. Lo más asombroso de este cruce de promesas y aventuras étnico-militares radica en que fue el presidente que más proclamó su proximidad con Washington, es decir, Nicolas Sarkozy, quien introdujo a Europa en el corazón del conflicto, apartó a la OTAN de toda solución y dejó a la Casa Blanca como un espectador enojado y sin capacidad de acción. Las frases de cada uno de los protagonistas revelan la existencia de lo que muchos analistas ya se animan a llamar “la reactualización de la Guerra Fría”. En Tiflis, Condoleezza Rice dijo que Estados Unidos quiere que se instale en Georgia una fuerza internacional de paz “neutral”.
Pero querer no es poder. El presidente ruso rechazó de cuajo esa posibilidad y, además, se permitió el lujo de proclamar que Georgia le podía decir adiós a los territorios de Osetia del Sur y Abjazia. Dimitri Medvedev puso en primer plano el rechazo de los surosetios y los abjazios a una fuerza de paz internacional y afirmó el papel de Rusia como único “garante” de la estabilidad regional. Luego planteó lo que podría ser la geografía futura de la región: “desgraciadamente, con lo que ha ocurrido es poco probable que los surosetios y los abjasios puedan vivir en un mismo Estado con los georgianos”. Moscú amplió así sus ambiciones iniciales. Su intervención militar destinada a defender a los surosetios de la tentativa militar de Tiflis de recuperar el control sobre la zona pasó a ser casi una ocupación. Esta guerra de apenas seis días desplazó la estructura de los equilibrios geopolíticos. Lo que está en juego hacia el futuro es de una considerable importancia. La ampliación de la OTAN a países como Georgia y Ucrania (dos ex repúblicas de la difunta Unión Soviética) o la instalación de misiles norteamericanos en Europa (en Polonia) dependen ahora de nuevos factores. Moscú se llevó en esta crisis una victoria de largo alcance.
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