Sáb 23.08.2008

EL MUNDO  › RUMBO A LA CASA BLANCA

Rebelión en la granja recreativa

› Por Ernesto Semán

Los chanchos corren a toda marcha, alborotados por los ruidos de las visitas apenas pasadas las seis de la mañana. Uno negro, dos rosados y uno con manchas se empujan contra el alambre. Las llamas, las ovejas y el ñandú miran todo desde la parte superior de la granja, sobre la ribera del río Ohio, del lado de Kentucky. Desde ahí arriba no se ve gente despierta, pero sí se ven las otras granjas de la zona, unos pocos autos que cruzan Gibson Lane, y se oye a los chanchos.

La zona es conocida por los chanchos. A Sarmiento también le habían llamado la atención los chanchos cuando pasó por Cincinnati, del otro lado del río, hace 160 años (también hablaba de los chanchos en Nueva York, y en cualquier lugar que le sirviera para contrastar su imaginaria pequeña propiedad representada por los cerdos frente a la gran extensión expresada por la vaca). La verdad es que hoy Sunrock Farm, como las otras granjas de Wilder, Kentucky, son recreativas. Frank Traina administra los contratos con escuelas primarias de la zona, con la ayuda de Debbie Pendock desde que dejó su trabajo en American Airlines. Los Fichter, de la otrora granja de al lado, tienen un pequeña firma de abogados del otro lado del río, y el resto de los vecinos se reparte entre comercios de la zona, empleos públicos y profesiones varias.

La clase media de granjeros que alimentaría al mundo cambió. Si los pequeños propietarios son los que describe en sus páginas el Indianapolis Star, la recesión parece golpear a la población rural de Indiana, Ohio, Kentucky, Missouri o Kansas como en sus grandes ciudades. Los silos en St. Louis que mueven maíz y soja a lo largo del Mississippi llevan arriba el nombre de Cargill. Desde la ruta 70 el campo puede verse sin obstrucciones hasta el infinito de un territorio en donde no se eleva ni el cordón de la vereda: allí, en las grandes extensiones de maíz, unos pequeños cartelitos colocados cada cincuenta metros dicen: “Este maíz es genéticamente modificado por Monsanto”, así con versiones similares con los nombres de otros laboratorios.

Contando que los mismos carteles podrían verse en los campos de Argentina, Brasil o Paraguay, no falta mucho para que fuerzas económicas como Monsanto se muestren alineadas con los gobiernos de China y de América latina reclamando la apertura del mercado norteamericano. Y sumado a eso que el despilfarro de subsidios al agro del gobierno federal se concentra en los grandes propietarios, se entiende por qué esta zona del “Midwest” norteamericano no tiene semejanzas con la foto pujante que Sarmiento creyó ver años atrás. Es en esas grandes firmas y no en la casa semivacía de la Missouri Pork Association –ni en las casas ni las granjas ni los pequeños silos ni los criaderos– donde puede verse el mayor efecto del auge de la industria alimentaria.

Fue en relación con esa población rural y urbana de las pequeñas ciudades que Barack Obama dijo en Pensilvania, durante las primarias, que en la pobreza “la gente común se agarra de las armas y la religión”. Si aquello que se prohíbe con más fuerza es justo lo que abunda, Obama no podía estar más en lo cierto: en pocos lugares del mundo como en esta zona de Estados Unidos pueden verse tantos carteles con la leyenda “Estrictamente prohibido ingresar con armas de fuego.”

Dicho hace cuatro meses, la frase de Obama todavía está en el centro de la estrategia republicana: apenas ayer, Brian Rogers, vocero de John McCain, se preguntaba si alguien que dice esas cosas y “al que sólo le preocupa el precio de la rúcula, puede estar en contacto con el norteamericano común”. Lo de Obama mostró el perfil menos demagógico que se podría esperar de un candidato en campaña, dispuesto a explicar sus posiciones, y a no conceder al discurso tradicionalmente demócrata que promete un retorno a un pasado idealizado. Al mismo tiempo, abrió una brecha que los republicanos intentan explotar, colocando al demócrata en una condición de elitista, e intentando reponer para los republicanos la alianza social entre los sectores más altos y los más bajos.

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