EL MUNDO › ENTREVISTA CON EL SOCIóLOGO ROBERT CASTEL
Según el académico francés, las reformas que lleva adelante Sarkozy fallan por liberales. Sugiere adaptar la protección social y los derechos laborales a la actual fase capitalista.
› Por María Laura Carpineta
A los 75 años Robert Castel no les teme a los cambios, más bien los busca desesperadamente. Para el sociólogo francés el capitalismo está mutando y por eso es necesario crear un nuevo Estado de Bienestar. “En los ’70 el Estado era muy rígido. Se aplicaban regulaciones a categorías sociales homogéneas. Pero la sociedad se fue volviendo más individualista”, explicó a PáginaI12, durante su paso por Buenos Aires, invitado por el Ministerio de Trabajo para presentar el libro El Estado y la reconfiguración de la protección social, en el que participa con un artículo: “Los desafíos del Estado Protector”. Castel advierte que el camino no es el liberalismo del presidente francés, Nicolas Sarkozy. “Para él los derechos laborales son un obstáculo para alcanzar la eficiencia de mercado”, señaló el director del Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales en París.
–¿Qué consecuencias tendrán las reformas del presidente Sarkozy sobre el Estado de Bienestar francés?
–Las reformas que Sarkozy quiere imponer buscan reducir más que nada la protección social, siempre en clave liberal. Para él los derechos laborales son una regla rígida, un obstáculo para cerrar los balances de las empresas o para alcanzar la eficiencia máxima que permite el mercado. Yo no lo veo así, pero creo que la tendencia a flexibilizar los derechos laborales o el sistema de jubilación es entendible. La sociedad francesa necesita ser reformada.
–¿Qué tipo de reformas necesita?
–Hay que buscar un equilibrio entre el capitalismo industrial que conocimos el siglo pasado y el nuevo capítulo del capitalismo que estamos viviendo. Tenemos que adaptar la protección social y los derechos laborales a esta nueva coyuntura. Pero la adaptación no tiene que ser necesariamente una reducción. Creo que es esencial seguir entendiendo el Estado como garante de la cohesión social. En los años setenta el Estado social funcionaba de forma muy rígida. Se aplicaban regulaciones a categorías sociales homogéneas. Pero poco a poco la sociedad se fue volviendo más individualista. Por eso hay ciertas reformas que son necesarias, como la descentralización. Hay que bajar las políticas sociales a nivel barrial porque cada zona tiene necesidades diferentes.
–Pero lo que está haciendo Sarkozy va más allá de eso. ¿Cuánto del Estado de Bienestar queda con las reformas de las 35 horas semanales, el sistema de jubilación, la flexibilización de los contratos..?
–La raíz del problema laboral no está allí, sino en el desempleo masivo. Está claro que aumentando las horas de trabajo no se va a disminuir el desempleo. El gobierno actual quiere imponer la consigna de: trabajen más para ganar más, pero en realidad lo que estamos viendo es otra consigna: trabajen más y no importa en qué condiciones. Se están multiplicando los tipos de contratación y en la mayoría de los casos quedan afuera de los estándares de los estatutos del trabajador de los ’70. Podemos llegar a imaginar una sociedad en la que todos están insertados en el mundo laboral, pero pocos están realmente integrados en la sociedad.
–Los sindicatos y los movimientos estudiantiles protestaron masivamente contra estas reformas, pero no pudieron frenarlas. ¿Perdieron su fuerza en la nueva sociedad francesa?
–Lamentablemente sí, al igual que en el resto del mundo. Hoy, aun con la amenaza de una huelga, el equilibrio de fuerzas no es favorable a los asalariados. El nuevo capitalismo en el que estamos viviendo desestimula las acciones y los intereses colectivos. Los trabajadores empiezan a cruzarse en peleas entre ellos, entre distintos sectores.
–¿La llegada masiva de inmigrantes potencia esta debilidad?
–En las naciones europeas en las que el desempleo es masivo, como Francia, son considerados como inútiles. Existe un fuerte rechazo a su presencia y una resistencia a que ocupen ciertas profesiones.
–¿El principal problema de los inmigrantes en Europa es su integración real en el mercado laboral?
–No es que el problema principal sea la aceptación de la clase popular, sino que es donde más claro se ve, ya que es con ella con quien compiten por los puestos de trabajo. Por eso cada vez vemos más reacciones populares. El racismo actual se explica por esta coyuntura de desempleo masivo y la competencia descarnada que provoca.
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