EL MUNDO › LA CRISIS ELECTORAL DEL COMUNISMO Y EL FN SE TRASLADA A SUS FINANZAS
Después de diez años de alcanzar porcentajes descendentes en cada elección hasta llegar a menos del dos por ciento, el PC debió acudir a un negocio que denuncia, el de la especulación inmobiliaria. Al Frente Nacional le pasa algo parecido.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La pérdida de peso electoral se está comiendo las finanzas y la historia de dos partidos políticos franceses: el Frente Nacional, de extrema derecha, y el histórico Partido Comunista francés. El primero puso en venta su sede y el segundo se vio obligado a alquilar el célebre edificio de formas ondulantes diseñado en 1971 por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer y que, desde hace 37 años, es la sede central del PCF. Los tiempos son duros. Elección tras elección los porcentajes descienden a las catacumbas y las finanzas no alcanzan para mantener el mismo nivel de vida: hay que liquidar los haberes, incluso los emblemas de lo que alguna vez fue el hogar político de la clase trabajadora. Con el 1,9 por ciento obtenido por la candidata comunista en las elecciones presidenciales del año pasado, el partido no recuperó suficientes fondos. Confrontados desde hace diez años a un retroceso electoral sin fin, los comunistas franceses no tuvieron otra salida que recurrir a lo que ellos condenan: la especulación con los bienes inmobiliarios. A su vez, la extrema derecha no encontró otra opción que vender su sede a capitales cuyo origen desprecia, o sea, capitales extranjeros, que en su caso son chinos.
Contradicción suprema de un grupo político que se derrumba, en la entrada de la sede del PCF hay dos recepcionistas: una es del PC, la otra de la empresa que alquiló el sexto piso. Se trata de Autochenille, una empresa especializada en la producción de historietas y películas de animación. Después de las sucesivas derrotas en las presidenciales (1,93%) y legislativas (4,2%) de 2007 los comunistas decidieron poner en alquiler dos de los seis pisos del edificio de Niemeyer. Este es sólo el inicio de un proceso que en 2009 conducirá también al alquiler del primer piso. Testimonio cruel de las evoluciones en curso, en adelante el edificio de la Place Colonel Fabien ya no se llamará más Sede del Partido Comunista sino Espacio Niemeyer. Detalle sensible en este cambio: debido al prestigio de Oscar Niemeyer, que ideó la capital administrativa de Brasil, Brasilia, el edificio del PCF es intocable porque está protegido con el estatuto de Monumento Histórico. Según el tesorero del PCF, Jean-Louis Frostin, la operación inmobiliaria, a la que se le suma el alquiler de otro edificio lleno de historia ubicado en la Rue Lafayette, le aportará al partido entre 700 mil y 900 mil euros por año, un millón y un millón y medio de dólares. EL tesorero reconoce hoy que ya hace unos cuantos años que el partido vivía “por encima de sus medios”. El portavoz del PCF, Olivier Dartigolles, desdramatiza la transformación y afirma que “si bien es cierto que debemos reducir el velamen, siempre contamos con los medios presupuestarios para una respuesta política”.
Claro, el problema no es únicamente el de la plata sino el de los fondos electorales. Para poder elaborar una “respuesta política” hay que tener electores, lo que justamente hoy le falta al PCF. La formación comunista más importante de Europa se ve así reducida a vaciar lo que ha sido un emblema de la representación política de los sectores populares y trabajadores. El objetivo de la operación consiste en economizar tres millones de euros (4,5 millones de dólares) de un presupuesto anual de 12 millones (18 millones de dólares). Las economías también alcanzan al personal, que pasará de los 48 actuales a 37 el año próximo. Los camaradas adoptan el perfil de concienzudos gestionarios. Dependiente de los fondos que le suministraba la ex Unión Soviética durante los años de la Guerra Fría, el Partido Comunista francés no sobrevivió ni electoral ni financieramente a la caída del Muro de Berlín. La velocidad de la historia no es condescendiente. Maxime Gremetz, un diputado comunista, ofreció al diario Le Parisien un retrato feroz del cambio: “Cuando vemos que empezamos a alquilar el edificio y que cuando llegamos allá ya no son más los camaradas quienes nos reciben sino la seguridad privada, eso nos hiela la sangre”.
La extrema derecha francesa conoce los mismos abismos. El Frente Nacional tuvo que resignarse a vender el famoso “Paquebot”, un largo edificio blanco situado al borde del Sena. El partido de Jean Marie Le Pen no tuvo que esperar mucho para encontrar un comprador para su sede. Sus nuevos propietarios son extranjeros, de Shanghai concretamente. La paradoja vale tanto aquí como en el caso del PCF. Shanghai queda en la China, la China es un imperio extranjero y los extranjeros son el zócalo del discurso de la extrema derecha, es decir, el racismo. Pero la operación inmobiliaria se hizo sin trabas ni xenofobias. Los nuevos compradores, la universidad de Shanghai, pagaron 26 millones de dólares por la sede del Frente Nacional.
La hecatombe política y financiera que atraviesa la extrema derecha proviene de las elecciones presidenciales y legislativas de 2007, que le dejaron un déficit de electores tan crítico que el Frente Nacional se quedó con una deuda de 8 millones de euros, 12 millones de dólares. Ninguno de sus candidatos obtuvo el 5 por ciento necesario para que el Estado les reembolsara los gastos de la campaña electoral. En los años esplendorosos unas 120 personas trabajaban en la sede del FN. El dinero fluía de todas partes, tanto como los electores que habían llevado a la ultraderecha hasta la cima con porcentajes de hasta 15 por ciento en las urnas. Tiempos idos y electores esfumados. Apenas 40 personas trabajan hoy en el Frente Nacional. Jean Marie Le Pen se muda por obligación porque, dice, “en este lugar viví los mejores momentos de mi vida”.
Desde ese Paquebot, Le Pen llegó a tomar el poder simbólico. Su verbo y sus propuestas penetraron todos los intersticios del pensamiento político nacional, incluidos los de la izquierda socialista. Los déficit han unido hoy en una misma contradicción a los enemigos de antaño. El siglo XX se caracterizó por la emergencia de esas dos dictaduras, el nazismo y el comunismo, y por la batalla que ambas libraron, la una contra la otra, en distintos puntos del planeta. Después de haber marcado la historia, el presente las ha dejado en una posición de mendigos.
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