EL MUNDO › LAS DROGAS DE DISEÑO ALTERARON EL ORDEN Y LAS ESTRATEGIAS DEL CRIMEN ORGANIZADO
Cómo se reconvirtieron los carteles mexicanos para aprovechar el lucrativo filón de la nueva forma de consumo que se impone en Estados Unidos. Creció la presencia de narcos mexicanos en EE.UU. y resurgió el cartel de Sinaloa.
› Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México, D. F.
En el crimen organizado como en la política, los vacíos no existen. El sistemático desmantelamiento de laboratorios ilegales de metanfetaminas en Estados Unidos derivó en la reconversión de los carteles mexicanos del narcotráfico, que encontraron un lucrativo filón en la nueva adicción social estadounidense.
Así, mientras al norte del río Bravo se desarticulaba el negocio, aquí florecía, como se puede inferir de las estadísticas oficiales: entre 2000 y mediados de 2006, la Procuraduría General de la República (PGR) había desmantelado 130 laboratorios ilegales en México, pero en Estados Unidos habían sido destruidos más de 92.000, entre 1995 y 2005, aunque todavía funcionaban unos 12.000.
Al inicio de la administración de Vicente Fox, el 1º de diciembre de 2000, el territorio mexicano se dividía principalmente entre cinco grupos de narcotraficantes: los carteles de Juárez (presencia en 15 estados), de los hermanos Arellano Félix (11 estados), de los hermanos Amezcua (8 estados) y del Golfo (5 estados) mantenían la supremacía, según la PGR. Desde entonces, sus intereses han sido permanentemente golpeados, lo que permitió el resurgimiento y consolidación del cartel de Sinaloa, que había decaído, pero que actualmente es uno de los más fuertes. En esa época, los Amezcua eran los principales productores de metanfetaminas; cuando cayeron, su lugar fue ocupado por un nuevo cartel, ahora en el estado de Tamaulipas.
Lo que no ha cambiado desde entonces es que 90 por ciento del territorio nacional registra la presencia de uno o varios carteles de la droga, como reportaba en ese año la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada de la PGR. Acaso la penetración ha sido mayor y la disputa por el control territorial es cada vez más violenta entre los carteles y de-safiante de los poderes legales.
El surgimiento de drogas de diseño y su rápida popularización en Estados Unidos, particularmente entre los jóvenes, terminó por afectar la estructura del crimen organizado en México, que empezó a competir en ambos países por el control de la producción, distribución y venta de metanfetaminas. Si bien no se abandonó la exportación de cocaína, heroína y otras drogas naturales, las metanfetaminas se convirtieron en el negocio más lucrativo, al no depender de cultivos en ciertos países y representar ganancias superiores al 400 por ciento.
A finales de 2000, el mayor ingreso a México de precursores químicos para la elaboración de metanfetaminas se daba desde Estados Unidos. Luego, la ruta cambió.
Para 2001, México ya era el principal proveedor de drogas sintéticas de Estados Unidos, según reportó la DEA, trabajando incluso desde el propio territorio estadounidense, y controlaban ya el 85 por ciento del comercio de metanfetaminas y sus derivados: éxtasis, cristal y el ice. La PGR tenía detectados laboratorios en Baja California, Sinaloa, Jalisco, Michoacán, Morelos y Veracruz.
Desde entonces, los carteles mexicanos ya tenían contactos en Europa, Asia y el Lejano Oriente para importar efedrina y pseudoefedrina, decía un reporte de la Oficina de Política Nacional para el Control de las Drogas. Según ese informe, los carteles mexicanos ya le competían a las mafias israelíes y rusas, que en esa época producían el 90 por ciento del éxtasis que se vendía en todo el mundo.
Estados Unidos detectó en 2002 un incremento en la producción de metanfetaminas en México, lo cual explica que a partir del año siguiente se registrara la mayor expansión de la presencia de carteles mexicanos en Estados Unidos. Para mediados de 2006, el 65 por ciento de las metanfetaminas que se vendían en el mercado negro provenían ya de México, asentó un reporte de Inteligencia del Departamento de Justicia estadounidense. Para entonces, las mafias mexicanas habían diversificado totalmente sus líneas de suministro de precursores químicos. Ya no provenían tanto de Estados Unidos como de Europa y Asia; de hecho, el clorhidrato de efedrina, conocido como pseudoefedrina, es fabricado únicamente en Alemania, Holanda, India y China.
Cuando ya no se pudo ignorar el problema –particularmente luego del decomiso de 250 millones de dólares en efectivo al taiwanés naturalizado mexicano Zhenli Ye Wong, en marzo de 2007—, México restringió la importación de pseudoefedrina a 70 toneladas métricas al año, para cubrir la demanda de laboratorios farmacéuticos, e impedir su uso ilegal. El caso Wong permitió descubrir una inmensa red de tráfico de precursores químicos que involucraba a funcionarios aduaneros y supuestas conspiraciones para financiar la campaña presidencial de Felipe Calderón e impedir el ascenso del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, incluso mediante el asesinato.
A partir de entonces, supuestamente se reforzaron los controles para la importación de efedrina y pseudoefedrina, y en las farmacias sólo se venden medicamentos con dosis no mayores de nueve gramos.
Igual en algo han funcionado. De pronto, los carteles mexicanos viraron hacia el sur, y llegaron a la Argentina.
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