EL MUNDO › CON LA MEDIACIóN DE FRANCIA, EL GOBIERNO DE MEDVEDEV ACORDó UN CALENDARIO DE REPLIEGUE DE TROPAS
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, obtuvo de su par ruso un compromiso de retirada de Tiflis, excepto Osetia del Sur y Abjasia. Moscú mantiene su reconocimiento de la independencia de ambas repúblicas separatistas, eje central del conflicto en el Cáucaso. Washington tomó la primera medida punitiva contra el Kremlin.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Con su credibilidad personal y la de la Unión Europa en juego, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, viajó ayer a Moscú a fin de completar la aplicación del plan de paz propuesto por él mismo y aceptado por Rusia en pleno conflicto entre Georgia y Rusia por los territorios separatistas de Osetia del Sur y Abjasia. En el curso de un viaje relámpago a Moscú realizado el pasado 12 de agosto, Sarkozy consiguió que Tiflis y Moscú aceptaran un alto el fuego mediante un compromiso de seis puntos. Pero ese texto quedó sujeto a interpretaciones divergentes y uno de sus puntos esenciales, el retiro de las tropas rusas de Georgia, no se respetó. Rusia estableció una zona de seguridad en territorio georgiano, violando así sus compromisos. Ayer, Sarkozy completó a medias el esquema y logró que Rusia aceptara retirarse de Georgia. Pero sólo eso, nada más. Según declaró Sarkozy en Moscú, lo que se ha obtenido es que “en una semana como máximo se levanten los puestos de control entre Poti y Senaki. Y en un mes, el retiro completo de las fuerzas militares rusas del territorio de Georgia, excepto Osetia y Abjasia”.
La aceptación por parte de Rusia de replegar sus tropas fuera de Georgia implica que no cedió en lo que atañe al principal daño de la guerra, es decir, la independencia de las repúblicas de Osetia del Sur y Abjasia. En este contexto preciso, Moscú no dio marcha atrás. Muy por el contrario, el presidente ruso, Dmitri Medvedev, aclaró que la declaración de independencia –no reconocida por la comunidad internacional, exceptuando algunos países como Nicaragua– era “irreversible”.
Al cabo de un encuentro con Nicolas Sarkozy que duró cuatro horas, Dmitri Medvedev confirmó que Moscú sacará todas sus tropas de Georgia y de las zonas adyacentes a Abjasia y Osetia del Sur. El jefe del Kremlin aclaró que había recibido garantías de que Georgia no usará la fuerza contra ambas regiones. Medvedev explicó que el retiro se efectuará “en el curso de diez días después del emplazamiento en esa zona de mecanismos internacionales, que incluyen no menos de 200 observadores de la UE, lo que deberá ocurrir no más tarde del 1º de octubre de 2008”. Con esta declaración, Sarkozy –que viajó acompañado por el presidente de turno de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el responsable de Política Exterior de la UE, Javier Solana– alcanzó uno de los objetivos de su viaje, que consistía en sellar lo más pronto posible un compromiso con Moscú en este arduo conflicto del Cáucaso. El segundo objetivo consiste en limpiar la frecuencia de las relaciones entre la UE y Moscú, fuertemente perturbadas por el conflicto en Georgia. Con el invierno en las puertas del Viejo Continente, la Unión Europea necesita de manera imperativa que Rusia siga suministrando gas y petróleo de forma fluida. “Estamos dispuestos a buscar una relación con Rusia antes de que sea demasiado tarde”, dijo el canciller francés, Bernard Kouchner. Javier Solana apuntó a su vez que “la relación de la UE con Rusia es muy importante”.
La dependencia energética de Europa con respecto a Rusia es insoslayable, tanto como la dependencia rusa de los capitales que la venta de hidrocarburos genera. La Agencia Internacional de Energía reveló que la UE depende en un 30 por ciento de las importaciones de gas y petróleo de Rusia. En varios países de la Unión esa relación energética es aún más crucial: Finlandia y Eslovaquia dependen en un ciento por ciento de la energía rusa; Bulgaria, Lituania, República Checa, Grecia y Austria dependen en un 70 por ciento; mientras que Alemania e Italia tienen una dependencia del 40 y el 30 por ciento. Paralelamente, el 70 por ciento de la economía rusa está sujeta a las exportaciones de energía a Europa y éstas representan el 25 por ciento del PIB ruso.
El arreglo del esquema militar que se plasmó en el Cáucaso el mes pasado no será simple. Las declaraciones son una cosa, su cumplimiento otra. Sarkozy, cuyo país asume actualmente la residencia semestral de la UE, pugna para que se restablezca una situación semejante a la que imperaba antes de la guerra. Esa aspiración será imposible dado que, entre otras cosas, la independencia de Osetia del Sur y Abjasia son para Moscú procesos irreversibles. El Parlamento Europeo puso también en evidencia la suerte de “158 mil personas que han quedado desarraigadas”, así como el peligro que representan “la presencia de bombas de racimo, municiones sin explotar y minas terrestres” en los territorios donde estalló el conflicto. La fugaz ofensiva lanzada contra la capital de Osetia del Sur en la noche del 7 al 8 de agosto por el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, se tradujo por un temblor profundo en el corazón de los bloques. Ayer, es decir, el mismo día en que Sarkozy negociaba en Moscú un nuevo capítulo para enfriar el conflicto, Washington anunciaba la cancelación del acuerdo de cooperación nuclear con Rusia cuya aprobación estaba pendiente en el Congreso (ver aparte).
Por inconcebible que parezca, el futuro de este antagonismo está hoy en manos de los traductores y no de los estrategas. Aún persisten divergencias profundas sobre la manera en que rusos y occidentales interpretan el acuerdo de seis puntos negociado por Sarkozy a mediados de agosto en Moscú. El jefe de la diplomacia francesa reconoció que ha habido “problemas de traducción” en el texto. Este fue escrito primero en francés, después en ruso y al final en inglés. Falta, tal vez, que las versiones sean las mismas para que una forma de paz vuelva a apaciguar las fronteras.
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