EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Hubo mucha tramoya en el reparto de los 819 mil millones de dólares del “paquete de estímulo” que pasó esta semana el Congreso estadounidense. Al final salió un acuerdo, disponible en internet, que el New York Times describe como “varios tomos de la guía telefónica de una ciudad promedio”. Todo muy transparente, pero con mucho toma y daca.
Especialmente en la Cámara baja, donde cada banca representa un distrito, como si Tandil tuviera su propio diputado. Todos querían algo, lo más posible, para su limitado territorio. Más allá de las pautas fijadas en la propuesta del gobierno, la consigna era lo suficientemente amplia como para acomodar cualquier gasto: “estimular la economía”. Y para que nadie se sienta inhibido, Obama había dejado en claro que el paquete no tenía un objetivo puramente economicista, sino que buscaba al mismo tiempo modernizar la infraestructura del país, atacar la pobreza, alentar el desarrollo de energía alternativa, evitar costosas bancarrotas, activar el rol del Estado en la economía y reparar injusticias varias.
Los representantes de Florida se anotaron un porotazo con su gente cuando consiguieron meter en el paquete una exención impositiva para los reparadores de yates y barcos pequeños, una industria importante para el Estado, que pagaba el mismo seguro de salud que los reparadores de barcos grandes, aunque tenían menos accidentes. Los representantes de los estados algodoneros, encabezados por la delegación de Carolina del Norte, consiguieron imponer la cláusula “compre estadounidense” en los nuevos uniformes para empleados estatales. Los diputados de Michigan se alzaron con un paquete de rescate para la General Motors.
Una partida de 50 millones para el instituto federal de las artes (NEA) logró sobrevivir, dicen, gracias a un oportuno llamado de Robert Redford a la presidenta de la Cámara baja, Nancy Pelosi (California). El exitoso actor y productor convenció a la líder de los representantes demócratas de la importancia de las artes para la economía a partir del ejemplo del festival de cine independiente Sundance, que Redford realiza todos los años en Utah. En cambio, la preservación de museos y distritos históricos no contó con un lobbista tan eficaz, y por lo tanto su partida fue podada del paquete.
Para los analistas, los grandes ganadores fueron Nueva York, California y Massachusetts, gracias al multimillonario programa de aislamiento térmico para viviendas de bajo costo. Como esos tres estados ya tienen en funcionamiento sus respectivos programas de aislamiento térmico, recibirán más fondos y los recibirán más rápido que el resto del país. También ganaron los estados de la costa atlántica, gracias al tren bala. Y los grandes gastadores como California, gracias a los subsidios a los presupuestos educativos deficitarios.
En el Senado, donde la representación se empareja, hubo premios consuelo para los estados de la planicie y para los extraterritoriales, que por su escasa población habían podido morder poco y nada en la Cámara de Representantes.
El poderoso presidente del Comité de Apropiaciones, Daniel Inouye, que representa a Hawai en el Senado desde 1959, no tuvo que volver a su distrito con las manos vacías. Consiguió incluir en el paquete una partida de 198 millones de dólares para indemnizar a veteranos del ejército filipino que pelearon bajo bandera norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque los resarcimientos serán modestos, entre nueve y quince mil dólares, se trata de una reivindicación histórica para la minoría étnica que representa Inouye, ya que miles de esos ex combatientes son ciudadanos americanos pero nunca recibieron beneficios de la Administración de Veteranos.
También resultaron beneficiados los “nativos americanos” y los “nativos de Alaska” con descuentos impositivos para sus pymes, tal como se encargaron de comunicarles a sus votantes los representantes de Alaska, Wyoming, Nueva México y las Dakotas, aun los republicanos que votaron en contra del paquete y que no incluyeron ese detalle en sus gacetillas de prensa. También hubo partidas para instalar banda ancha en zonas rurales, construir escuelas en zonas rurales, construir caminos en zonas rurales y reparar utilidades públicas en zonas rurales.
En la jerga política norteamericana hay un término, “pork barrel”, que describe el toma y daca distrito por distrito que se da en el Congreso cada vez que hay algo para repartir. “Pork barrel” significa “barril de cerdo”. Se refiere a los barriles llenos de cerdo salado que los esclavos recibían de sus patrones al final de la jornada y que luego debían repartirse entre ellos, práctica establecida en las haciendas antes de la guerra civil.
Es un término peyorativo, que critica al sistema legislativo por egoísta y también por hipócrita, ya que bajo la apariencia de deliberación democrática termina premiando al más poderoso y dejando de lado el bien común. Es lo que pasa cuando se deja un barril de cerdo en medio de una multitud hambrienta y abusada. El que recibe más no es el que más necesita, sino el más fuerte, el más rápido, o el que está más cerca del barril.
No es casual que la principal reducción que le hizo el Congreso al paquete de Obama afectara a su componente más democrático. En la propuesta original, una familia por debajo de cierta línea de ingresos recibiría un descuento impositivo de hasta mil dólares. Dinero en el bolsillo que ningún alcalde, diputado o gobernador puede repartir o manejar. En el Congreso se redujo a cuatrocientos dólares por familia. Con ese ahorro los honorables representantes pudieron filtrar alguno de sus proyectos preferidos.
Por contraste, el sistema de lista sábana que rige en la Argentina es más solidario. Al no atar la suerte de sus diputados a los deseos localistas de sus distritos, los libera para apoyar un proyecto político más abarcativo. Pero el sistema de listas sábana es vulnerable a la corrupción, ya que permite formar mayorías parlamentarias con la sola anuencia de los gobernadores o jefes políticos, prácticamente sin control ciudadano. Quince tipos pueden encerrarse en un cuarto y sacar una ley. Por eso las propuestas de reforma política que cada tanto circulan los políticos locales, hasta que alguien las cajonea, casi siempre proponen un sistema mixto, parte barril de cerdo, parte lista sábana, al que llaman “sistema europeo”.
En Estados Unidos muchas ideas entraron en crisis, pero nadie cuestiona el sistema uninominal de representación por distrito. Se burlan de él, lo critican, pero no lo tocan. A lo sumo se le impone una vigilancia extra para evitar excesos innecesariamente irritantes.
Por eso la semana pasada Obama advirtió que no admitiría “pork” –usó esa palabra– en su paquete de estímulo. Nadie se lo tomó demasiado en serio. De hecho, los republicanos contestaron que todo el paquete era “pork” y que ellos preferían erogaciones que produjeran un impacto inmediato en la economía, como la reducción de impuestos para las empresas en problemas.
Pero el mensaje presidencial pareció alcanzar para evitar algunas extravagancias del pasado reciente y los expertos en detectarlas tuvieron que trabajar más de la cuenta.
Todo era más fácil durante la presidencia de Bush. Como McCain se cansó de repetir en la campaña presidencial, en el Congreso anterior el entonces senador Obama se especializó en “earmarks” o “agregados” al presupuesto. Gracias a la generosidad de la Legislatura consiguió, entre otras cosas, un par de millones para la instalación de un nuevo telescopio en el Observatorio de Chicago. Lo pagaron los contribuyentes de todo el país, o, mejor dicho, los tenedores de bonos de deuda norteamericana repartidos por el mundo, que sostienen la abultada deuda pública de los contribuyentes.
Así funciona el reparto en el Capitolio: redondo, redondo, barril sin fondo. O más bien barril sin fondos, porque el costo en algún lado se paga, pero que no se note demasiado.
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