Lun 11.05.2009

EL MUNDO  › BENEDICTO XVI SE DENOMINA “EL PEREGRINO DE LA PAZ” EN TIERRA SANTA, PERO ESTá MUY PRESENTE LA GUERRA EN GAZA

El Papa llega a Israel con el paso cambiado

Las autoridades israelíes no permitieron la visita del pontífice a la Franja de Gaza y la comunidad palestina cristiana espera que él repudie el control represivo. En Jerusalén, la tensión con la Iglesia gira en torno del obispo negacionista Williamson.

› Por Sergio Rotbart

Desde Jerusalén

Días antes de iniciar su gira por la región, el papa Benedicto XVI aclaró que venía a Tierra Santa como “peregrino de la paz”. El estado en que se encuentran las relaciones entre israelíes y palestinos, sin embargo, no es el más propicio para que el Sumo Pontífice concrete su deseo. Por el contrario, la atmósfera reinante en Israel y en la Autoridad Palestina (AP), a pocos meses de los ataques militares contra Gaza, no les otorga credibilidad a los mensajes de reconciliación. Las autoridades israelíes no permitieron la visita del Papa al territorio de Gaza y, en cambio, aseguraron que dejarán salir de la Franja bloqueada, por unas horas, a una delegación de decenas de palestinos católicos que, de manera exclusiva, atravesarán las barreras limítrofes hasta llegar a la ciudad de Belén, en Cisjordania, donde podrán ver al máximo representante de la Iglesia.

En una carta que le enviaron a Benedicto XVI días atrás, 40 palestinos pertenecientes a la fe católica le rogaron que incluyera a Gaza en el programa de su gira. Los firmantes de la petición querían que el Papa, junto con las cámaras de televisión que seguirán su visita, vieran y registraran las dimensiones de la destrucción causada por el último operativo militar israelí. Los organizadores del viaje papal insistieron en argumentar que el jefe del Vaticano no tiene ninguna intención de mezclar la política con la religión, y que su única aspiración es pisar los lugares santos del cristianismo y rezar allí en pos de la paz y la reconciliación. Pese a ello, las restricciones impuestas por Israel patentizan que la política está presente hasta en los pequeños detalles del itinerario del Papa en Tierra Santa. Así lo perciben, sobre todo, los pocos miles de palestinos católicos que viven en Cisjordania y Gaza (alrededor de un cuarto de una comunidad compuesta por 40 mil cristianos).

Como la mayoría musulmana, también la minoría cristiana recordará en junio próximo los 42 años de vida bajo la ocupación israelí. Sus miembros se amontonan junto con el resto de los palestinos en las barreras de control que impiden el tránsito de la gran mayoría de ellos y, por lo tanto, no les posibilitan llegar al Santo Sepulcro y a los demás lugares santos de Jerusalén oriental y Belén. Las restricciones actúan también en sentido contrario, prohibiendo el ingreso de curas y seminaristas provenientes de Jordania y de otros países árabes a los territorios palestinos. La comunidad palestina cristiana espera algún repudio por parte del actual Papa al continuo control represivo ejercido por Israel, aunque, por otro lado, sus representantes no ocultan sus críticas al Vaticano debido a la escasa ayuda qué éste les brinda a sus feligreses en Tierra Santa.

Los musulmanes, por su parte, además de sumarse al cuestionamiento de la visita papal a tan poco tiempo de la represalia militar contra los palestinos de Gaza, perpetrada por Israel en enero pasado, tienen un buen motivo para seguir con suma atención cada una de las palabras que Benedicto XVI pronunciará en esta gira. Pues, ciertamente, aún están frescas en su memoria las alusiones ofensivas que el Santo Padre hiciera contra el profeta Mahoma y el Islam al comienzo de su cadencia.

En tercer lugar, también los representantes de Israel y del mundo judío cuentan con una alta motivación para centrarse detenidamente en los discursos que el Papa emitirá en Jerusalén. En este caso, la tensión gira en torno de la decisión tomada por el jefe del Vaticano a favor de la rehabilitación del obispo ultraconservador Richard Williamson, conocido por su posición que niega sistemáticamente la existencia del Holocausto. A raíz de la protesta elevada por Israel y por Yad Vashem (el principal organismo oficial destinado a perpetuar la memoria del exterminio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial), Benedicto XVI obligó a Williamson a retractarse de su negación del genocidio nazi como condición para la continuidad de su cargo episcopal. Con todo, las sensibilidades que el caso ha despertado aún no han desaparecido. “Esperamos que durante su discurso en nuestra institución el Papa se refiera al Holocausto y a su memoria en el presente y en el futuro”, dijo recientemente Avner Shalev, titular de Yad Vashem. Además, Shalev recordó el hecho de que el Papa se crió en Alemania y fue miembro de la Juventud Hitleriana y sirvió (si bien tras un reclutamiento forzado) en el ejército bajo el nazismo. “No es posible sostener que esas cosas no influyen –señaló–. La casa en la que la persona se formó influye sobre ella, a pesar de que inmediatamente después de la guerra él se desconectó de ese pasado y se consagró al estudio de la religión.”

Finalmente, el titular del Museo del Holocausto de Jerusalén trajo a colación el ejemplo de Antonio Franco, el embajador del Vaticano en Israel, quien aseguró que “no se puede ser católico si uno niega el Holocausto”. Según Shalev, no se trata de una declaración apresurada, que sólo busca condescender con sus interlocutores de turno, sino de una “afirmación coordinada con las rangos superiores del representante local”. Seguramente sus anfitriones jerosolimitanos esperan que el Papa ratifique ese mensaje conciliador, tal vez mediante una fórmula menos comprometida que la empleada por su delegado, cuando se encuentre hoy con un grupo de sobrevivientes del Holocausto.

Benedicto XVI llega a Israel/Palestina nueve años después de que lo hiciera su antecesor en el cargo, el papa Juan Pablo II. Quienes en estas latitudes conocen al actual pontífice y también conocieron al anterior están en condiciones de hacer comparaciones interesantes. Ellos dicen que Karol Wojtyla era un hombre del contacto con las personas, mientras que su sucesor, Joseph Ratzinger, es un hombre de libros. Uno de los organizadores de la actual visita papal definió la diferencia entre ambos en estos términos: “Juan Pablo era como Arafat, un líder carismático; Benedicto, en cambio, es como Mahmud Abbas, un burócrata gris”. El actual Papa seguramente no podrá evitar la asociación de su nombre con la definición de “el Papa alemán”. De manera similar, al anterior se le adosaba la etiqueta que lo presentaba como “el Papa polaco”. Sólo que Juan Pablo II tenía en Israel amigos judíos que recordaban la infancia compartida en la Polonia natal y la ayuda que aquél les brindó luego del Holocausto.

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