Los dos ancianos estadounidenses acusados por el FBI de espiar para Cuba enfrentarán el juicio tras las rejas. Walter Kendall Myers, de 72 años, y su mujer, Gwendolyn Steingraber Myers, de 71, habían pedido libertad condicional vigilada con una pulsera electrónica, pero el juez federal John Facciola decidió que el riesgo de una fuga era demasiado alto. Según argumentó, los dos acusados pasarían los últimos días de sus vidas en la cárcel si son condenados por espionaje –penado con hasta 35 años de reclusión– y, por eso, estarían motivados para escaparse. “Tienen la Sección de Intereses Cubanos a diez minutos en taxi”, advirtió. Myers, un ex funcionario del Departamento del Estado, es acusado de ser un espía del gobierno cubano durante los últimos treinta años. Su esposa estaría al tanto de sus actividades clandestinas y lo habría acompañado en sus viajes a La Habana y lo ayudaba a pasar información a los agentes cubanos en lugares públicos, como por ejemplo supermercados. A través de un agente encubierto, el FBI dice haber conseguido pruebas que demuestran la colaboración del matrimonio con el gobierno de los Castro. Pero ninguna conversación o documento se publicará hasta que comience el juicio. Por el momento sólo se realizó una audiencia preliminar para decidir si los acusados podrían salir bajo fianza y enfrentar el juicio en libertad. La respuesta del juez federal fue un contundente no. No pesó la edad de los acusados ni su pasado intachable.

Según Facciola, el matrimonio no sólo podría asilarse fácilmente en la sede diplomática cubana en Washington, sino que incluso podría aspirar a llegar a las costas cubanas. En su escrito, el magistrado recordó que Myers y su esposa tienen un barco amarrado cerca de Washington y suelen navegar solos. Para el juez los dos septuagenarios podrían fácilmente deshacerse de las pulseras, evadir a la policía, a la guardia costera y navegar a toda velocidad hasta Cuba.