Lun 15.06.2009

EL MUNDO  › EN ISRAEL, EL PREMIER RECHAZó EL ARGUMENTO DE EE.UU. DE CONSIDERAR LAS COLONIAS COMO UN OBSTáCULO PARA LA PAZ

“Acepto sólo un Estado palestino desmilitarizado”

Bajo presión de la administración Obama, Netanyahu habló, pero puso condiciones. Pidió que la Autoridad Palestina reconociera a su país como un estado nacional del pueblo judío y que no controlara un ejército regular. Rechazo palestino.

› Por Sergio Rotbart

Desde Tel Aviv

“Si recibimos la garantía de la desmilitarización y si los palestinos reconocen a Israel como estado judío, aceptaremos la creación de un estado palestino”, dijo ayer el premier israelí, Benjamin Netanyahu, en un discurso en el que explayó su visión del conflicto local. Concebida como una réplica a la presentación del presidente norteamericano en El Cairo, en la que Barack Obama anunció la intención de abrir un “nuevo comienzo” de las relaciones entre su país y el mundo árabe, la alocución de Netanyahu intentó ser una aceptación de las nuevas reglas de juego para el Medio Oriente, pero estuvo plagada de condicionamientos. El jefe del gobierno de derecha aseguró que “una condición fundamental para la finalización del conflicto es el reconocimiento palestino público, comprometido y sincero de Israel como estado nacional del pueblo judío”. Tal demanda, empero, no fue aceptada hasta ahora por la dirigencia palestina, cuya posición consiste en dejar el asunto del reconocimiento del carácter judío del Estado israelí para el final de las negociaciones sobre un acuerdo permanente, una vez acordados los límites, la partición de Jerusalén y el derecho del retorno de los refugiados palestinos.

En cuanto a la exigencia de que un futuro estado palestino deberá ser desmilitarizado, el premier israelí aclaró que “los palestinos no podrán introducir a su territorio cohetes o misiles, erigir un ejército, controlar el espacio aéreo y cerrarlo ante nosotros o establecer alianzas con Irán y el Hezbolá”. Según Netanyahu, “no se puede esperar de nosotros que aceptemos la creación de un estado palestino sin exigir en primera instancia la desmilitarización, y sin insistir respecto de acuerdos imperiosos para nuestra seguridad”. De otra manera, “corremos el riesgo de que se erija al lado nuestro un estado terrorista armado, como sucedió en Gaza. Nosotros no queremos misiles sobre Tel Aviv o cohetes sobre el aeropuerto Ben-Gurión; nosotros queremos paz”, sentenció el líder del partido Likud.

Por otra parte, Benjamin Netanyahu rechazó el argumento esgrimido insistentemente por el actual gobierno norteamericano que considera los asentamientos judíos construidos en Cisjordania y Jerusalén oriental, el principal obstáculo para llegar a un acuerdo de paz con la dirigencia palestina. “El que piensa que la causa de la continua hostilidad hacia nosotros radica en la colonización –afirmó– reemplaza la circunstancia por la consecuencia. Los ataques contra nosotros comenzaron en los años ’20 (del siglo pasado), se agravaron en los años ’40 y alcanzaron su pico en los ’60, mediante el intento de colocarle una corbata asfixiante al cuello del estado de Israel. Señores, todo esto pasó cincuenta años antes de que hubiera un solo soldado israelí en Judea y Samaria (los nombres bíblicos del actual territorio de Cisjordania).”

Concretamente, el premier israelí se comprometió a no construir nuevos asentamientos en territorio palestino ni a ampliar los ya existentes a través de la confiscación de tierras de propiedad palestina. Pero tal formulación deja en pie la polémica con la administración Obama en torno del crecimiento vegetativo de los asentamientos judíos, a los que el mandatario norteamericano también se opone (tal como lo expresó en su discurso de El Cairo, en el que se refirió a la “paralización absoluta” de la construcción en esas colonias). Ayer Netanyahu habló de permitir la “vida normal de las comunidades de Judea y Samaria”, con lo que contemplaría su futura ampliación edilicia en caso de nuevos nacimientos. Tales matices retóricos seguramente no serán recibidos con agrado por Washington, pero, en cambio, le propician a su locutor el margen necesario para no provocar la rebelión de los sectores más intransigentes de su coalición gubernamental, en la que los colonos de Cisjordania cuentan con una representación importante.

Si bien el dirigente israelí no especificó ningún programa de paz concreto, aseguró que la idea de las retiradas unilaterales no se repetirá. Netanyahu argumentó: “Lo cierto es que cada retirada nuestra dio como resultado el terrorismo suicida y ataques con cohetes. Los gobiernos de Israel propusieron en el pasado retiradas casi íntegras a cambio de la finalización del conflicto, y dos veces esas propuestas fueron rechazadas. Evacuamos la Franja de Gaza hasta el último centímetro, desterramos decenas de comunidades y a miles de israelíes de sus casas, y recibimos como respuesta una lluvia de cohetes contra nuestras localidades y nuestros niños”. Pese a ello, el primer ministro declaró estar dispuesto a reanudar inmediatamente las negociaciones con la Autoridad Palestina (AP). Y afirmó: “Nosotros no queremos gobernar a los palestinos, ni administrar sus vidas o imponerles nuestra bandera o nuestra cultura. En mi visión de paz viven en nuestro pequeño país dos pueblos en buena vecindad y en respeto mutuo; cada uno de ellos tiene su bandera y su gobierno y nadie amenaza la existencia y la seguridad de su vecino. La verdad es que entre nosotros hay mucha más unidad que divergencia”.

Los condicionamientos exigidos por Netanyahu para aceptar la creación de un estado palestino ya han sido rechazados en el pasado por la AP, incluso por moderados como su actual presidente, Mahmud Abbas, y su primer ministro, Salam Fayad. El reclamo de un estado desmilitarizado se aleja de la iniciativa de la Liga Arabe, adoptada por Obama como marco propicio para impulsar un proceso de paz regional, cuyas proposiciones mencionan explícitamente un Estado soberano, es decir capaz de monopolizar el uso de la fuerza militar a través de un ejército regular. Además, lo no contenido en el discurso del premier israelí es tanto o más importante que lo contenido: brilla por su ausencia la mínima mención a la cuestión de los límites, que en los borradores de acuerdos anteriores estaba más o menos clara. Todas las partes involucradas saben que la retirada de los territorios conquistados por Israel en 1967 es la base para firmar cualquier acuerdo permanente. Así lo refrenda también la iniciativa de la Liga Arabe. Ello no solamente atañe a Cisjordania, sino también a Jerusalén oriental. Pues bien, Netanyahu retiró la discusión sobre la división de Jerusalén de un futuro programa negociador. La soberanía israelí sobre toda la ciudad no está sujeta a negociaciones, dijo ayer el premier.

No sorprende, entonces, que el dirigente de la AP Saeb Erekat declarara pocos minutos después del discurso del dirigente israelí que, bajo los condicionamientos y exigencias en él presentados, “Netanyahu no encontrará ni dentro de mil años siquiera un solo palestino dispuesto a negociar con él”. Además, Erekat opinó que el discurso “es una bofetada a los esfuerzos negociadores de Barack Obama” y llamó a los países árabes a anular la iniciativa de la Liga Arabe “hasta que haya con quién hablar del lado israelí”.

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