EL MUNDO › MáS DE 200 OPOSITORES FUERON DETENIDOS EN MEDIO DE LAS PROTESTAS
El principal rival de Ahmadinejad, Mir Hussein Mussavi pidió la anulación de los comicios del viernes. En cambio, para el presidente iraní, la votación fue limpia. Anoche el cuadro en algunos barrios era de barricadas.
En Irán, el clima de tensión social desatado por las denuncias de fraude en las elecciones que consagraron la reelección de Mahmud Ahmadinejad volvió ayer a ganar las calles de Teherán. Más de doscientos manifestantes opositores fueron encarcelados y el líder reformista y principal opositor, Mir Hussein Mussavi, salió ayer a pedir la nulidad de los comicios. “Teniendo en cuenta las decenas de cartas que mi plataforma ha enviado a este Consejo en relación con los claros casos de fraude electoral de parte del Ministerio de Interior, así como de uno de los candidatos, que han influido en el resultado, las elecciones no fueron limpias y deben ser anuladas”, afirmó Mussavi en una misiva enviada al Consejo de Guardianes de la Revolución, máximo órgano electoral.
La jugada del opositor, que ayer les dijo a sus seguidores a través de panfletos distribuidos por sus militantes que no se rendiría ante esta coyuntura, buscó subir la apuesta y mantener viva la llama de las actuales protestas. No obstante, consciente de las pocas chances de obtener una respuesta favorable del Consejo, que en treinta años de Revolución Islámica nunca tomó una decisión que pudiese alterar el statu quo de esta manera, el líder reformista llamó al mismo tiempo a proseguir con las manifestaciones, pero de forma “pacífica y legal”.
Y es que, según diversos analistas locales, en Irán no se veía un clima de movilización como el presente desde los días previos a la revolución en 1979. Las consignas que más se oían eran “muerte al dictador” y “abajo el gobierno golpista”, y, según testigos, familias enteras desafiaban las restricciones y se asomaban a las ventanas, o bien salían a la calle para observar los disturbios, al tiempo que otros hacían sonar sus bocinas mientras hacían la señal de la victoria, símbolo de los seguidores de Musavi.
Pasada la medianoche, el cuadro en algunos barrios de Teherán era de barricadas: contenedores y neumáticos ardiendo, mobiliario urbano destrozado y grupos de milicianos islámicos “Basij”, armados con palos y porras, patrullando la ciudad y repartiendo bastonazos. “Mis hijos fueron agredidos anoche. Simplemente regresaban a casa y un grupo de Basij los paró y comenzó a golpearlos en la cabeza sin preguntarles nada”, contó ayer una mujer en el centro de Teherán.
El presidente Ahmadineyad, fortalecido por el proclamado 64 por ciento de los votos, hizo caso omiso ayer del clima de agitación social y le restó importancia a las protestas; incluso se permitió una ironía y las comparó con la frustración que sienten los hinchas de fútbol cuando su equipo pierde luego de un partido. “Las elecciones fueron limpias y saludables. Nuestro país goza de un ciento por ciento de libertad y la situación es calma”, afirmó ayer en conferencia de prensa, en la cual acusó además a los medios internacionales de inmiscuirse en los asuntos internos de Irán y de pintar así una imagen falsa con la intención de crear un clima hostil contra su país.
Mientras tanto, al cierre de esta edición las manifestaciones callejeras continuaban siendo reprimidas por la policía antidisturbios, que lanzaba gases lacrimógenos contra grupos de estudiantes opositores en la Universidad de Teherán que respondían con una única consigna: “No aceptaremos este fraude, no van a conseguir detenernos”.
El segundo máximo responsable de la policía de la capital, comisario Ahmad Reza Radan, confirmó a su turno que durante la noche de ayer se detuvieron a unas 50 personas por organizar los disturbios y a otras 150 por violar la ley durante las manifestaciones, entre las cuales se hallaba un hermano del ex presidente reformista Mohamed Jatami.
Más allá del equilibrio de fuerzas locales, el tablero internacional queda así signado por un nuevo presidente en Washington, un nuevo primer ministro en Tel Aviv y un fortalecido mandatario en Irán que deberán esforzarse por hallar un compás en las eventuales danzas diplomáticas. La alquimia no se presenta fácil.
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