EL MUNDO › PRESIONADO POR EL MOVIMIENTO REFORMISTA QUE DESDE HACE UNA SEMANA DENUNCIA EN LAS CALLES QUE HUBO FRAUDE EN LOS COMICIOS
Según el Consejo de los Guardianes, se discutirá cuántos votos y cuántos distritos serán incluidos en el recuento oficial.
A pesar del bloqueo informativo y la prohibición de todas las protestas callejeras, la cúpula del Estado iraní reconoció ayer el masivo movimiento reformista que desde hace una semana inunda las principales avenidas y plazas de Teherán. El Consejo de los Guardianes, el órgano que posee la última palabra en los asuntos electorales, convocó a los tres ex candidatos presidenciales para una reunión mañana. No dio muchos detalles, excepto que discutirán las casi 650 irregularidades que denunciaron los tres dirigentes opositores. Para los conservadores, la anulación de los comicios –como piden el líder de la oposición Mir Houssein Mussavi y sus cientos de miles de simpatizantes que ayer marcharon por sexto día consecutivo– no es una opción.
Los pequeños gestos del poder tienen gusto a poco para las mujeres y los jóvenes de las grandes ciudades iraníes que el viernes pasado votaron por lo que consideraron sería un cambio trascendental en sus vidas cotidianas: igualdad entre las mujeres y los hombres, libertad para expresarse, para vestirse y mayor bienestar económico. Si el Consejo de los Guardianes logra imponer su propuesta de un recuento parcial, es prácticamente imposible que se revierta la victoria de Ahmadinejad, quien oficialmente le sacó casi 30 puntos porcentuales a Mussavi. Por eso la invitación del Consejo no cambió sus planes y a las 16 (hora local) salieron de nuevo a las calles del centro de Teherán.
“El clima es pacífico, pero la mayoría de la gente quiere que anulen los votos; no están contentos con un recuento”, aseguró Shiva, una estudiante de la Universidad de Sharif, que llamó desde su celular a la filial persa de la BBC para comentar al aire la movilización. Empezaron a llegar desde los subtes, los colectivos y caminando. Para las 18 la plaza Iman Jamenei, frente al edificio gubernamental de Telecomunicaciones, no tenía ni una baldosa desocupada.
A través de Twitter, decenas de manifestantes aseguraron que la movilización había sido tan importante y numerosa como la del lunes pasado, cuando los medios internacionales estimaron que más de un millón de personas participaron de una protesta contra la reelección de Ahmadinejad. La plaza, una de las más grandes del país, y las calles aledañas estaban repletas; todos vestidos de estricto negro, con pañuelos o brazaletes verdes, el color que identificó a Mussavi durante toda la campaña electoral.
Ayer no habían salido sólo para reclamar nuevos comicios, sino principalmente para recordar y rendir tributo a sus muertos, los ocho jóvenes que murieron en la represión del lunes pasado a manos de la desenfrenada milicia islámica. “No hemos dado muertos para aceptar urnas traficadas”, decía uno de los carteles que se destacaban entre la multitud silenciosa y las manos alzadas.
Cuando parecía que nadie más entraba en la plaza, un auto blanco empezó a hacerse paso entre la multitud. Despacio y a pesar de la alegría de la gente que se pegaba a las ventanas para saludar al hombre que los había convocado, llegó al medio de la plaza y se estacionó. Del techo del auto salió Mussavi, tímido detrás de sus anteojos. Como es su costumbre, no dio un gran discurso, pero dijo lo que su gente quería escuchar. Pidió no bajar los brazos y seguir reclamando, en paz y sin caer en las provocaciones de las milicias islámicas, nuevas elecciones presidenciales. A pesar del bloqueo informativo impuesto por el gobierno y la incomunicación que reina entre los manifestantes, el líder opositor no aprovechó la oportunidad para llamar a una nueva manifestación. Prefirió, en cambio, pedir permiso al Ministerio del Interior, para organizar una movilización masiva el sábado, con la esperanza de que el gobierno garantice no sólo la seguridad de su gente, sino también la presencia de periodistas extranjeros, quienes desde el martes tienen vedadas las calles y, especialmente, las marchas opositoras.
Pero la marea verde, como se bautizó a la ola humana que día tras día inunda las calles del centro de Teherán, está determinada a no ceder ni 24 horas. Mensajes a través de Twitter y del Facebook convocaban ayer a celebrar la Oración del Viernes en la Universidad de Teherán, uno de los epicentros del movimiento reformista estudiantil. “Algunos pueden no creen en las plegarias, pero les pedimos, respetuosamente, que participen en honor a los jóvenes que el gobierno convirtió en mártires estos últimos días”, señaló el texto que daba vuelta entre los bloggers iraníes. Además reclaman saber por los más de 250 detenidos, muchos de ellos profesores y estudiantes que cayeron durante las redadas de la policía de esta semana.
La iniciativa no sólo busca mantener viva la movilización, sino no ceder la Oración del Viernes a los hombres del gobierno. Ayer por la mañana, Ahmadinejad llamó a los basijs –milicia islámica– y a todo el pueblo iraní a participar de la ceremonia, que será oficiada por el propio ayatolá Ali Jamenei, el líder máximo de la República Islámica. A pesar de los gestos y los acercamientos, el enfrentamiento sigue intacto.
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