EL MUNDO › A 30 AÑOS DE LA CAIDA DEL SHA
› Por Patrick Cockburn *
A primera vista, lo que sucede en Teherán hoy se parece mucho a los hechos de la Revolución Islámica de hace 30 años. ¿Pero hasta dónde llegan las similitudes? El 2 de diciembre de 1978, dos millones de iraníes cubrieron las calles del centro de Teherán para exigir el fin del gobierno del sha y el regreso del ayatolá Khomeini (imagen). Fue la revolución más popular de la historia. Los métodos de protesta son muy similares. No es sorprendente porque los manifestantes que buscan liberarse del presidente Mahmud Ahmadinejad esperan que el tipo de protestas masivas no armadas que funcionaron contra el sha puedan tener éxito nuevamente. Una diferencia entre 1978-79 y hoy es que el gobierno iraní no tiene ninguna intención de dejar que la historia se repita.
La revolución iraní fue llevada a cabo por una amplia coalición de derecha a izquierda, que tenía conservadores religiosos en una punta y revolucionarios marxistas en la otra. El sha y sus crueles pero poco informados hombres de seguridad Savak se convencieron de que los comunistas y los izquierdistas revolucionarios eran un peligro para el trono y no los clérigos chiítas. La revolución iraní tenía un líder mesiánico en el ayatolá Khomeini, que era una alternativa visible al sha, un líder cuyos reclamos a la legitimidad eran dudosos aun antes de que llegara al trono: su padre Reza Sha, un general del ejército que tomó el poder en la década de 1920, fue depuesto por las tropas británicas y soviéticas en 1941. Su hijo fue obligado a huir en 1953 cuando Mohamed Massadeq fue elegido primer ministro, sólo para ser restaurado por un golpe organizado por la CIA por el cual el presidente Obama se disculpó.
Gobernantes más astutos hubieran tratado de relucir sus credenciales nacionalistas, pero el sha se permitió fantasías históricas como abolir el calendario islámico y celebrar el 2500º aniversario de la fundación del Imperio Persa en Persépolis en 1971. Lo que hace a la revolución iraní distinta de las revoluciones previas del siglo XIX y XX es que fue una revolución religiosa en términos de liderazgo e inspiración. Treinta años más tarde, cuando la “Revolución Islámica” es considerada una amenaza en Occidente, es difícil recordar lo sorprendente que fue a fines de los ’70.
Hubo movimientos anticolonialistas islámicos contra los imperios europeos y luego nuevamente contra los regímenes nacionalistas que le sucedieron. Pero estos partidos islámicos fracasaron. Y fue la revolución iraní que hizo del Islam una potencia y para sus enemigos una fuerza amenazadora. La revolución no era solamente islámica, sino que estaba arraigada en la teología y creencia de una secta islámica en particular.
El nacimiento del chiísmo sorprendió al mundo. En teoría, es más probable que la teología chiíta genere una revolución que la sunnita, porque sus creencias y ceremonias giran alrededor de la batalla perdida en Kerbala en 680 D. C. Fue ahí que el imán Hussain, el nieto del Profeta, y 72 de sus compañeros y parientes fueron masacrados por los soldados del segundo califa Umayyad Yazid I.
Irán devino chiíta por orden de la dinastía Safavid en el siglo XVI. Fue sólo en las décadas de 1950 y 1960, que los clérigos chiítas de Irán e Irak comenzaron a desarrollar su propia “liberación teológica” islámica que les permitió tomar el poder en 1979. Las revolución iraní estaba más arraigada de lo que parecía. Surgió de una ideología coherente. Tuvo éxito en parte porque tomó a sus enemigos por sorpresa. No fue un hecho espontáneo. Khomeini y los clérigos que lo apoyaron eran revolucionarios comprometidos. En 1964, Khomeini fue expulsado de Irán y se refugió en Najaf. El liderazgo actual iraní no tiene la gran debilidad del sha, que era visto como un títere por los poderes extranjeros.
Para cuando el sha se fue de Irán, el 16 de enero de 1979, casi no tenía apoyo. Esto nuevamente era muy distinto a la situación actual. El presidente Ahmadinejad fue reelecto por el 62,6 de los votos la semana pasada. Sus opositores afirman que la elección fue fraudulenta, aunque éste es casi exactamente lo mismo que su voto en 2005, cuanto ganó por el 61,7 por ciento.
El sha cometió un error que tuvo consecuencias desastrosas para él. Khomeini había estado exiliado en Najaf desde donde se comunicaba con Irán con cierta dificultad. Sus casetes con sus sermones eran contrabandeados a través de la frontera. Pero los emisarios del sha convencieron al gobierno iraquí de que expulsara a Khomeini. Este se fue a París desde donde tenía mejor acceso a la prensa internacional que el sha.
El sha, que parecía desmoralizado en las primeras etapas de la crisis, usó la represión para hacer que su régimen fuera detestado, pero no suficiente para crear temor duradero. Se declaró la ley marcial. Para fines de 1979, los iraníes, aun aquellos opuestos a la revolución, podían ver que el sha estaba terminado. El núcleo de su ejército comenzó a flaquear. Los clérigos hicieron todos los esfuerzos para infiltrarse y propagandizar a sus fuerzas. El sha no quiso pelear. Para mediados de enero, él y su mujer dejaron Irán para siempre.
El 1º de febrero de 1979 Khomeini regresó a Irán, fue recibido por varios millones de iraníes y rápidamente tomó el poder.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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