Los efectos de las elecciones están demasiados frescos como para que no los hayan traído los integrantes del Gobierno que están en Washington. Es tema de cualquier charla informal. Pero lo que pudo percibir Página/12 es que hay una aceptación del mensaje adverso y también predomina un registro de mucha confianza en emerger. Donde los senderos se bifurcan es en la interpretación de lo que hará la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para reencaminar los dos años y medios de gestión que le restan.

Es que todos están atentos a leer bien el mensaje de las urnas, pero aún nadie escribió ese manual de lectura. Varios de los consultados consideran que la sociedad no votó contra el modelo económico del Gobierno, ni a favor del de libre mercado que defienden, con matices, las dos principales fuerzas de la oposición. Sí, en cambio, son más proclives a pensar que votó en ruidosa disidencia con cierto estilo al que algunos asocian a ser poco proclives al consenso y otros advierten sobre el difuso límite entre consenso y concesión. También hay funcionarios que aún están dolidos por el resultado, y sostienen su dolor en creer que los que votaron contra el Gobierno repararon más en defectos secundarios que en aciertos esenciales, empujados –dicen– por el clima y la imagen que forjaron los medios de comunicación opositores.

Lo cierto es que el Gobierno está buscando una salida, la que empezará a verse con las primeras medias que se tomen en esta nueva etapa, y esto incluye el recambio de parte del Gabinete, que se intuye para muy pronto.

Una cosa está interrelacionada con la otra. Porque en la Casa Rosada dan cuenta de que hay que retomar la iniciativa en varios frentes, desde la agenda de trabajo con las cámaras agropecuarias, pero despolitizándola, hasta el vínculo con la UIA, que fue muy estrecho hasta el hormiguero pateado que es hoy el PJ. Demasiados actores de peso del otro lado de la mesa, eso sin contar el proyecto de ley de comunicación audiovisual con todos los intereses económicos que están en juego detrás de la aprobación o no de esa ley. Y para actuar en todos esos terrenos hacen falta los jugadores adecuados. Dicen que en eso está pensando fríamente hoy la Presidenta para no fallar en la selección.

Los cambios, según pudo saber Página/12, se realizarán todos de una vez. Hasta ahora habían salido del gabinete la ministra de Salud, Graciela Ocaña, y el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, en lo que parecía una remodelación por etapas. Pero quienes conocen los recovecos de las decisiones dicen que esa no fue la intención, que se trató sólo de dos casos que se precipitaron. En cuanto a nombres posibles de los que se van y de los que llegan no hay mucho para agregar a lo que ya publicó Página/12 el viernes. Las fuentes siguen marcando que habrá un nuevo ministro de Economía, y con la salida de Carlos Fernández se irán también algunos secretarios, entre ellos el de Comercio, Guillermo Moreno. El recambio más o menos masivo en esa cartera será una forma de no agregarle más estrépito al que de por sí va a tener la salida de un funcionario tan cuestionado por la oposición y por más de un kirchnerista. Como se dijo, el jefe de Gabinete, Sergio Massa, tiene más de la mitad del pasaje comprado para volver a Tigre. Y también se reafirma la versión de que habrá enroque de funcionarios. Por ejemplo, que Fernández deje Economía no quiere decir necesariamente que deje el Gobierno. Otro Fernández que podría cambiar de oficina es Aníbal, actual ministro de Justicia. A quienes lo ubicaban en la lista de los prescindibles, pareciera desmentirlos el hecho de que junto al canciller Jorge Taiana sean los únicos ministros que están aquí con la Presidenta. Como se ve, no sólo de Honduras se habla en la delegación argentina que vino a la reunión de la OEA.